Habitualmente este espacio se utiliza para presumir de esos lugares que encantan a los sentidos, fundamentalmente al paladar, con garnachas exquisitas y de tradición que forman una lista de imperdibles, que desde luego es importante compartir.
Pero creo valioso, sin demeritar la tradición y el bienestar de las familias que se dedican a la comida, que estas líneas también sirven para señalar cuando algo está dejando de tener la esencia de sus orígenes.
Me refiero a los tacos de cecina Leo, que tienen matriz en el conocido pueblo de Ocotepec, pero que han llevado sucursales a varias colonias de Cuernavaca y que incluso participan en los tianguis de varias zonas de los municipios de la zona metropolitana y sus alrededores.
Y es que por antojo de varios amigos que recientemente publicaron que habían visitado los Leo, decidí darme una vuelta para recordar buenos tiempos, aunque lo que encontré fue algo distinto.
En los Leo, el servicio sigue siendo rápido, amable y los precios módicos, pero el sabor… en el sabor creo que dejaron de ser lo que eran.
Desde hace algunos años dejaron de ofrecer solo los tradicionales de cecina, longaniza, carne enchilada y campechanos, para ampliar su carta con tacos de bistec, arrarrachera y otras variedades que si bien ofrecen una alternativa para cada antojo, han mermado en la calidad y sobre todo en el sabor.
Pedí uno de cecina y un campechano para empezar y las papas y cebollas fritas con que los acompañan vinieron a la mesa un poco batidos, con apariencia de viejos.
La crema dispuesta en cada mesa me pareció artificial e insípida, además que los limones no aportaban mucho jugo y el corte era demasiado pequeño para manejarlos con soltura.
Luego pedí el de arrachera, para probar, y me pareció que lo que llevaron en el plato, si bien se asemejaba, no era la arrachera a la que uno esta acostumbrado a asar en casa, o paladear en taquerías especializadas.
Lo comprendí por el precio del taco, sin embargo, me quedó en la mente la idea de que siempre es mejor pagar bien por un buen taco, que preferir uno barato aunque no sea tan bueno.
Cuando dejé el establecimiento, sentí la nostalgia de aquellos sábados en que, con unas chelitas encima, los leo se convertían en un oasis en el desierto de la curación.
Buena nota: siguen vendiendo chelas y una variedad importante de aguas frescas y la cuenta siempre se ajusta a cualquier presupuesto.
Ojalá que más que evidenciar si están o no bajando de calidad, estas líneas sirvan para que Los Leo se apliquen y regresen a ser la joya que los hizo crecer en el gusto de los tragones de Morelos.
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