/ lunes 30 de agosto de 2021

Los refugiados ¿A dónde?

A pesar de que la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha invitado a las grandes naciones a crear un plan que traiga estabilidad, paz y cooperación en el mundo para evitar los desplazamientos de personas que huyen de guerras, persecución, violación de derechos humanos y violencia, el año pasado se llegó a la cifra de 82.4 millones de personas que viven esta condición, 4% más que en 2019, de las cuales, entre el 37 y el 42% son niños y niñas.

Lamentablemente, esta cifra seguirá en aumento, no solo por el conflicto que Afganistán vive actualmente, sino porque la gente sigue huyendo en la búsqueda constante de nuevas oportunidades de una vida digna, donde pueda ser tratada con respeto y que sus condiciones de género, sociedad y economía no sean una limitante para su proyección y la de sus familiares.

Sin embargo, la principal pregunta es ¿a dónde huir? La respuesta casi siempre es obvia porque las opciones del mundo occidental que apoyan constantemente en este sentido son pocas; de hecho, Estados Unidos, Alemania, Francia y España aparecen como grandes receptores de refugiados cada año, pero lo que realmente sorprende es que en esta lista comiencen a aparecer países como Perú, Turquía, Colombia, Pakistán o Uganda quienes en su conjunto han recibido más de 8 millones de refugiados que, principalmente, vienen de naciones como Siria, Venezuela, Sudán del Sur, Myanmar y, por supuesto, Afganistán.

Entonces, la reflexión sobre a donde irán a parar todos aquellos que no encuentran oportunidades ni esperanzas en sus países se torna cada vez más abierta y para muestra, un botón:

Después de que el gobierno talibán haya anunciado la toma del poder y con ello el fracaso de la política establecida por los Estados Unidos y la OTAN en los últimos 20 años, existe un número importante de personas que han tratado de huir desde aquella región, algunos son diplomáticos y colaboradores de los gobiernos que estuvieron presentes con fuerzas militares en Afganistán, sin embargo, existen todavía más personas oriundas de aquella nación que buscan su salida a cualquier costo; para ello, el mundo ha vuelto la mirada a la tierra en donde los planes de occidente sobre democracia y desarrollo nunca terminaron de cuajar, pero que si fortalecieron la desesperanza e inestabilidad, incluso más que antes del 11 de septiembre del 2001.

En este orden de ideas, los gobiernos que buscan integrarse a las grandes naciones occidentales empiezan a mostrar esbozos de generosidad con la comunidad internacional y el apego a los derechos humanos, tales como México, Colombia, Chile, Brasil, Costa Rica, y Ecuador en América Latina, Albania en Europa, Uganda en África y Qatar y Kuwait en Asia, a diferencia de la Unión Europea que no ha detallado cuántos refugiados recibirá y en qué países, y Estados Unidos que ha enviado a “sus refugiados” a otras naciones mientras se preparan para recibirlos formalmente.

Pero lo más preocupante no es solo los que se van y los que se quedan, sino saber si los que reciben tienen recursos para darle a los refugiados esas condiciones de vida que buscan al huir de su país; queda claro que siempre se puede, pero surgen algunas interrogantes: ¿a qué costo? ¿por cuánto tiempo? ¿jóvenes, adultos o familias completas?

Es así que el 31 de agosto se cumple la fecha máxima que ha puesto el gobierno talibán para que las naciones saquen a sus allegados de Afganistán y, entonces, habrá que esperar a que los refugiados sigan incrementándose y buscando distintas maneras de huir de su país sin tener un destino seguro.

A pesar de que la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha invitado a las grandes naciones a crear un plan que traiga estabilidad, paz y cooperación en el mundo para evitar los desplazamientos de personas que huyen de guerras, persecución, violación de derechos humanos y violencia, el año pasado se llegó a la cifra de 82.4 millones de personas que viven esta condición, 4% más que en 2019, de las cuales, entre el 37 y el 42% son niños y niñas.

Lamentablemente, esta cifra seguirá en aumento, no solo por el conflicto que Afganistán vive actualmente, sino porque la gente sigue huyendo en la búsqueda constante de nuevas oportunidades de una vida digna, donde pueda ser tratada con respeto y que sus condiciones de género, sociedad y economía no sean una limitante para su proyección y la de sus familiares.

Sin embargo, la principal pregunta es ¿a dónde huir? La respuesta casi siempre es obvia porque las opciones del mundo occidental que apoyan constantemente en este sentido son pocas; de hecho, Estados Unidos, Alemania, Francia y España aparecen como grandes receptores de refugiados cada año, pero lo que realmente sorprende es que en esta lista comiencen a aparecer países como Perú, Turquía, Colombia, Pakistán o Uganda quienes en su conjunto han recibido más de 8 millones de refugiados que, principalmente, vienen de naciones como Siria, Venezuela, Sudán del Sur, Myanmar y, por supuesto, Afganistán.

Entonces, la reflexión sobre a donde irán a parar todos aquellos que no encuentran oportunidades ni esperanzas en sus países se torna cada vez más abierta y para muestra, un botón:

Después de que el gobierno talibán haya anunciado la toma del poder y con ello el fracaso de la política establecida por los Estados Unidos y la OTAN en los últimos 20 años, existe un número importante de personas que han tratado de huir desde aquella región, algunos son diplomáticos y colaboradores de los gobiernos que estuvieron presentes con fuerzas militares en Afganistán, sin embargo, existen todavía más personas oriundas de aquella nación que buscan su salida a cualquier costo; para ello, el mundo ha vuelto la mirada a la tierra en donde los planes de occidente sobre democracia y desarrollo nunca terminaron de cuajar, pero que si fortalecieron la desesperanza e inestabilidad, incluso más que antes del 11 de septiembre del 2001.

En este orden de ideas, los gobiernos que buscan integrarse a las grandes naciones occidentales empiezan a mostrar esbozos de generosidad con la comunidad internacional y el apego a los derechos humanos, tales como México, Colombia, Chile, Brasil, Costa Rica, y Ecuador en América Latina, Albania en Europa, Uganda en África y Qatar y Kuwait en Asia, a diferencia de la Unión Europea que no ha detallado cuántos refugiados recibirá y en qué países, y Estados Unidos que ha enviado a “sus refugiados” a otras naciones mientras se preparan para recibirlos formalmente.

Pero lo más preocupante no es solo los que se van y los que se quedan, sino saber si los que reciben tienen recursos para darle a los refugiados esas condiciones de vida que buscan al huir de su país; queda claro que siempre se puede, pero surgen algunas interrogantes: ¿a qué costo? ¿por cuánto tiempo? ¿jóvenes, adultos o familias completas?

Es así que el 31 de agosto se cumple la fecha máxima que ha puesto el gobierno talibán para que las naciones saquen a sus allegados de Afganistán y, entonces, habrá que esperar a que los refugiados sigan incrementándose y buscando distintas maneras de huir de su país sin tener un destino seguro.

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