/ jueves 9 de julio de 2020

Los profes y el gobierno

El gremio que más apoya aún las políticas de Andrés Manuel López Obrador es el magisterio. No es extraño. La mayor parte del magisterio en México fue formado con bases ideológicas más o menos compatibles con la plataforma que enarboló el hoy presidente desde sus primeras candidaturas a la presidencia, y además tuvo la determinación de derogar prácticamente toda la política educativa de los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña, fue considerada por las bases magisteriales como una afrenta cuasipersonal al reducir los enormes privilegios que el gremio había obtenido desde 1992 y que contribuyeron a la enorme crisis del Sistema Educativo Nacional. López Obrador sería, en apariencia, el héroe del magisterio nacional y los maestros son profundamente dogmáticos cuando hablan de sus héroes.

El encumbramiento de López Obrador entre el magisterio resulta en presiones adicionales a las autoridades educativas de los estados que, regidas por legislaciones diversas y presupuestos cada vez más limitados, tienen que mantenerse a la altura de la búsqueda y mantenimiento de la popularidad presidencial entre un gremio que trabaja y cumple, pero también es profundamente exigente y ahora debe habitar, además, en medio de un desorden derivado del cambio de normas administrativas y la detención constante de pagos y procesos.

Cierto que muchas de las autoridades han exhibido niveles de ineficiencia muy pocas veces vistos, pero también lo es que el marco normativo, político, laboral y administrativo se ha complicado profundamente y, sumando los efectos disruptores de la pandemia por Covid-19 y la crisis económica asociada, el panorama es francamente difícil; mucho más en estados donde las autoridades educativas parecen incapaces de resolver, incluso los problemas más sencillos.

Lo cierto es que la derogación de gran parte del paquete de reformas educativas que ofrecían un orden que fue calificado de rígido y hasta inhumano por muchos grupos magisteriales, ofrecía un marco mucho más organizado para los procesos administrativos y limitaba mucho la posibilidad de corrupción en los procesos administrativos y laborales; el regreso a procedimientos de asignación de recursos, materiales y humanos, previos a las reformas de Calderón y Peña, ha permitido la discrecionalidad que en México es una pariente muy cercana de la corrupción.

En medio de ello, miles de maestros han resultado damnificados de procesos de selección, reconocimiento o basificación interrumpidos, lo mismo que premiaciones y concursos escalafonarios cuya ausencia ha permitido (u obligado a) que las autoridades locales metan mano en nombramientos y designaciones que resultan profundamente cuestionables. Este ejercicio desgasta a la autoridad local, la primera en enfrentar las quejas de los trabajadores, cuya responsabilidad en el asunto es innegable, pero también -y esto debiera admitirse- compartida por la federación que, a diferencia de sexenios anteriores, parece ausentarse de los reflectores en la esfera educativa. En Morelos, los problemas empiezan a asomarse pero ya amenazan con impactar a todo el sistema.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

El gremio que más apoya aún las políticas de Andrés Manuel López Obrador es el magisterio. No es extraño. La mayor parte del magisterio en México fue formado con bases ideológicas más o menos compatibles con la plataforma que enarboló el hoy presidente desde sus primeras candidaturas a la presidencia, y además tuvo la determinación de derogar prácticamente toda la política educativa de los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña, fue considerada por las bases magisteriales como una afrenta cuasipersonal al reducir los enormes privilegios que el gremio había obtenido desde 1992 y que contribuyeron a la enorme crisis del Sistema Educativo Nacional. López Obrador sería, en apariencia, el héroe del magisterio nacional y los maestros son profundamente dogmáticos cuando hablan de sus héroes.

El encumbramiento de López Obrador entre el magisterio resulta en presiones adicionales a las autoridades educativas de los estados que, regidas por legislaciones diversas y presupuestos cada vez más limitados, tienen que mantenerse a la altura de la búsqueda y mantenimiento de la popularidad presidencial entre un gremio que trabaja y cumple, pero también es profundamente exigente y ahora debe habitar, además, en medio de un desorden derivado del cambio de normas administrativas y la detención constante de pagos y procesos.

Cierto que muchas de las autoridades han exhibido niveles de ineficiencia muy pocas veces vistos, pero también lo es que el marco normativo, político, laboral y administrativo se ha complicado profundamente y, sumando los efectos disruptores de la pandemia por Covid-19 y la crisis económica asociada, el panorama es francamente difícil; mucho más en estados donde las autoridades educativas parecen incapaces de resolver, incluso los problemas más sencillos.

Lo cierto es que la derogación de gran parte del paquete de reformas educativas que ofrecían un orden que fue calificado de rígido y hasta inhumano por muchos grupos magisteriales, ofrecía un marco mucho más organizado para los procesos administrativos y limitaba mucho la posibilidad de corrupción en los procesos administrativos y laborales; el regreso a procedimientos de asignación de recursos, materiales y humanos, previos a las reformas de Calderón y Peña, ha permitido la discrecionalidad que en México es una pariente muy cercana de la corrupción.

En medio de ello, miles de maestros han resultado damnificados de procesos de selección, reconocimiento o basificación interrumpidos, lo mismo que premiaciones y concursos escalafonarios cuya ausencia ha permitido (u obligado a) que las autoridades locales metan mano en nombramientos y designaciones que resultan profundamente cuestionables. Este ejercicio desgasta a la autoridad local, la primera en enfrentar las quejas de los trabajadores, cuya responsabilidad en el asunto es innegable, pero también -y esto debiera admitirse- compartida por la federación que, a diferencia de sexenios anteriores, parece ausentarse de los reflectores en la esfera educativa. En Morelos, los problemas empiezan a asomarse pero ya amenazan con impactar a todo el sistema.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx