/ jueves 5 de noviembre de 2020

Los disruptores no se acaban

Aún en ejercicio del poder que les fue conferido en varias partes del mundo, los disruptores de la política parecen vivir una hora definitiva que deriva del resultado de la elección en Estados Unidos. La viabilidad de proyectos carismáticos o de plano populistas, en todo el planeta pareciera por momentos depender de si Donald Trump gana o pierde las elecciones y lo que hará después de ello; miles de políticos en todo el mundo, diseñarán cientos de proyectos electorales y de gobierno con base en lo que ocurra.

El disruptor político es una figura individual que se filtra aprovechando los huecos que la práctica política tradicional ha hecho a un lado y construye mayorías mediante la suma de agraviados, ofendidos o marginados por la política tradicional. Los disruptores políticos no tienen parentesco ideológico, pero sí personalidades muy similares que pasan por el desprecio de las instituciones políticas y ciudadanas establecidas por las democracias occidentales, liderazgos carismáticos construidos al margen de la política tradicional o totalmente fuera de ella. Son riesgosos para la política y para las democracias, en tanto los disruptores -que algunos llaman sólo populistas- hacen poco caso de las reglas éticas, de los códigos electorales, de la división de poderes.

Decir que Trump y Andrés Manuel López Obrador son iguales parecería una infamia desde la perspectiva ideológica, lo que el primero defiende en materia de política económica y mercados es diverso a lo que propone López Obrador; sus posiciones son similares respecto de las energías limpias, su percepción sobre la prensa y sus críticos, y respecto a otras cosas, pero no se percibe una similitud ideológica mayor. Son muy parecidos en personalidad en cambio, los fragmentos de discurso, las posturas sobre la política. Los disruptores significaron una oxigenación forzada de sistemas políticos en todo el mundo. Agradan particularmente a quienes se sienten defraudados por la política tradicional y prefieren el entretenimiento que estas figuras ofrecen que la proyección siempre seria y a veces hasta lúgubre que ofrece la política por sí misma. Probablemente por ello muchos jóvenes también les siguen, aplauden y votan.

De hecho, el problema de los disruptores en política es que proponen el relevo de la tradición institucional como un salto al vacío, como un acto de confianza ciega en el líder que no carga un costal de soluciones, sino una colección de actos reivindicatorios para sí mismo o para algunos grupos focalizados. Probablemente estos fenómenos hayan complicado la reelección a Donald Trump frente a un sentimiento que se personificó en un candidato (muy poco emocionante, por cierto).

Los disruptores podrían aprender que no todo en la política es personalidad, conflicto y negación de las instituciones -incluida la ciencia. El pleito contra la razón no suele subsistir demasiado tiempo. Si al final del día se concreta la derrota de Donald Trump, los disruptores no se habrán terminado. Incluso es dudoso que el actual presidente de los Estados Unidos se vaya a diluir, pero habrá mucho por rediseñar.


@martinellito
dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Aún en ejercicio del poder que les fue conferido en varias partes del mundo, los disruptores de la política parecen vivir una hora definitiva que deriva del resultado de la elección en Estados Unidos. La viabilidad de proyectos carismáticos o de plano populistas, en todo el planeta pareciera por momentos depender de si Donald Trump gana o pierde las elecciones y lo que hará después de ello; miles de políticos en todo el mundo, diseñarán cientos de proyectos electorales y de gobierno con base en lo que ocurra.

El disruptor político es una figura individual que se filtra aprovechando los huecos que la práctica política tradicional ha hecho a un lado y construye mayorías mediante la suma de agraviados, ofendidos o marginados por la política tradicional. Los disruptores políticos no tienen parentesco ideológico, pero sí personalidades muy similares que pasan por el desprecio de las instituciones políticas y ciudadanas establecidas por las democracias occidentales, liderazgos carismáticos construidos al margen de la política tradicional o totalmente fuera de ella. Son riesgosos para la política y para las democracias, en tanto los disruptores -que algunos llaman sólo populistas- hacen poco caso de las reglas éticas, de los códigos electorales, de la división de poderes.

Decir que Trump y Andrés Manuel López Obrador son iguales parecería una infamia desde la perspectiva ideológica, lo que el primero defiende en materia de política económica y mercados es diverso a lo que propone López Obrador; sus posiciones son similares respecto de las energías limpias, su percepción sobre la prensa y sus críticos, y respecto a otras cosas, pero no se percibe una similitud ideológica mayor. Son muy parecidos en personalidad en cambio, los fragmentos de discurso, las posturas sobre la política. Los disruptores significaron una oxigenación forzada de sistemas políticos en todo el mundo. Agradan particularmente a quienes se sienten defraudados por la política tradicional y prefieren el entretenimiento que estas figuras ofrecen que la proyección siempre seria y a veces hasta lúgubre que ofrece la política por sí misma. Probablemente por ello muchos jóvenes también les siguen, aplauden y votan.

De hecho, el problema de los disruptores en política es que proponen el relevo de la tradición institucional como un salto al vacío, como un acto de confianza ciega en el líder que no carga un costal de soluciones, sino una colección de actos reivindicatorios para sí mismo o para algunos grupos focalizados. Probablemente estos fenómenos hayan complicado la reelección a Donald Trump frente a un sentimiento que se personificó en un candidato (muy poco emocionante, por cierto).

Los disruptores podrían aprender que no todo en la política es personalidad, conflicto y negación de las instituciones -incluida la ciencia. El pleito contra la razón no suele subsistir demasiado tiempo. Si al final del día se concreta la derrota de Donald Trump, los disruptores no se habrán terminado. Incluso es dudoso que el actual presidente de los Estados Unidos se vaya a diluir, pero habrá mucho por rediseñar.


@martinellito
dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx