Confieso que por muchos años me resistí a tener dentro de mis gustos garnacheros a los tacos de cabeza de res. De niño, la afición de papá me condujo a probar uno de cuajo: grave error.
La consistencia especial de cada una de las partes de esta pieza de la res ganó la pelea y no pude ni disfrutar los sabores exquisitos que ahora me hipnotizan.
Aún así, los tacos de cabeza son complicados al menos para mi. No deben ser grasos y eso si, estar bien servidos, limpios, calientitos y que su fragancia sea impecable.
Pues fui a dar, por recomendación de mi amigo Puerquini, a los tacos de “El Morenito” nada más y nada menos que al interior de esa nave comercial -cuasi espacial- del mercado Adolfo López Mateos, en contra esquina -por así decirlo- de las Gorditas Doña Tina, y la verdad es que quedé enganchado.
La próxima vez que vaya voy a probar, por primera vez en la vida, uno de ojo, que ya vi que todos piden y-seguro- deben estar bien chingones.
Por lo pronto le apliqué a los de cuajo, molleja, cachete y trompa; cada uno de ellos tuvo un momento especial en mi corazón y en la barriga.
Eso sí, están bien concurridos, así que lleva paciencia y ve con la idea de un pedido inicial casi completo, para no tener que esperar mucho entre uno y otro.
No hace falta más referencia, además a un ladito venden aguacates y las doñas de las semillitas pasan a cada rato.
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