/ domingo 14 de octubre de 2018

Libertad y responsabilidad de expresión

El Procedimiento Ordinario Sancionador está marcado con el folio IMPEPAC/CEE/070/2017 y determina la amonestación pública a dos personas trabajadoras de uno de esos medios de comunicación que ahora abundan en las redes sociales por haber cometido violencia política de género en contra de la entonces candidata a la diputación local por el IX Distrito, y hoy coordinadora parlamentaria de Morena en el Congreso del Estado, Keila Celene Figueroa Evaristo, a quien el par de amonestados decidieron menoscabar durante un buen rato con una serie de comentarios de pésimo gusto que fueron identificados por el sancionador como violencia política de género.

Partidarios de la libertad de expresión, pero también de la responsabilidad que la misma acarrea, es difícil encarar el asunto de forma imparcial en tanto que si bien los amonestados cometieron un exceso en sus críticas que se alejan de lo que llamaríamos periodismo y se instalarían más en lo que Platón llama eikasia, una de las manifestaciones de la doxa que la ubica como imaginación; también lo es que parte de esa imaginación ha sido fundamental para la sátira, una forma de crítica política que ha contribuido a generar cambios durante años. Las autoridades determinaron sancionar a partir de la consideración de que los valores de verdad que son aplicables al periodismo serio también debieran serlo para espacios que carecen de cualquier valor de realidad, como lo que se publica en las redes sociales diseñadas o resueltas para entretener y exaltar los peores sentimientos de la humanidad. Dirán los sancionadores que son esos espacios los que se hacen llamar “periodísticos” y en función de tal tendrían que acatar la misma norma de obviedad. Tan sencillo que sería identificarse como caricatura política.

El asunto es mucho más simple de lo que se quiere admitir, el ejercicio del periodismo, de la libre expresión, trae consigo una enorme carga de responsabilidad social. Ya desde hace mucho Umberto Eco, Eliseo Verón, y muchos otros teóricos habían advertido el peligro de permitir la confusión entre los hechos, la opinión, el comentario, la sátira, como se presentan en los espacios noticiosos frecuentemente. La separación entre ficción y realidad, entre idea y hecho, es indispensable para el ejercicio pleno de la libertad de expresión y debiera quedar claro no sólo a quienes ejercen el periodismo y la opinión, sino también, y mucho más importante, de los espectadores de los medios de comunicación.

Porque no se trata de dejar de criticar lo que hacen los políticos, tampoco de relevar la difusión de hechos que pudieran resultar molestos para alguien, sino sencillamente diferenciar los juicios de los especialistas de los hechos; y por supuesto, procurar siempre que las opiniones se funden en los hechos; no es tan difícil, se trata de comunicar de forma responsable. Decimos esto porque no faltarán quienes comiencen con una postura escandalosa sobre el efecto negativo que tiene un procedimiento como el que el Impepac emprendió en contra de los amonestados sobre la libertad de expresión, las garantías individuales y así. No exageremos, en todo caso, resultan mucho más riesgosas para la libertad de expresión la serie de prácticas que pretenden extirpar del discurso cultural términos de todo tipo porque podrían considerarse ofensivos aunque no vayan direccionados, aunque hayan sido parte de expresiones culturales de hace veinte o treinta años. A final de cuentas, insistimos, el asunto está en la responsabilidad de quienes comunican.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

El Procedimiento Ordinario Sancionador está marcado con el folio IMPEPAC/CEE/070/2017 y determina la amonestación pública a dos personas trabajadoras de uno de esos medios de comunicación que ahora abundan en las redes sociales por haber cometido violencia política de género en contra de la entonces candidata a la diputación local por el IX Distrito, y hoy coordinadora parlamentaria de Morena en el Congreso del Estado, Keila Celene Figueroa Evaristo, a quien el par de amonestados decidieron menoscabar durante un buen rato con una serie de comentarios de pésimo gusto que fueron identificados por el sancionador como violencia política de género.

Partidarios de la libertad de expresión, pero también de la responsabilidad que la misma acarrea, es difícil encarar el asunto de forma imparcial en tanto que si bien los amonestados cometieron un exceso en sus críticas que se alejan de lo que llamaríamos periodismo y se instalarían más en lo que Platón llama eikasia, una de las manifestaciones de la doxa que la ubica como imaginación; también lo es que parte de esa imaginación ha sido fundamental para la sátira, una forma de crítica política que ha contribuido a generar cambios durante años. Las autoridades determinaron sancionar a partir de la consideración de que los valores de verdad que son aplicables al periodismo serio también debieran serlo para espacios que carecen de cualquier valor de realidad, como lo que se publica en las redes sociales diseñadas o resueltas para entretener y exaltar los peores sentimientos de la humanidad. Dirán los sancionadores que son esos espacios los que se hacen llamar “periodísticos” y en función de tal tendrían que acatar la misma norma de obviedad. Tan sencillo que sería identificarse como caricatura política.

El asunto es mucho más simple de lo que se quiere admitir, el ejercicio del periodismo, de la libre expresión, trae consigo una enorme carga de responsabilidad social. Ya desde hace mucho Umberto Eco, Eliseo Verón, y muchos otros teóricos habían advertido el peligro de permitir la confusión entre los hechos, la opinión, el comentario, la sátira, como se presentan en los espacios noticiosos frecuentemente. La separación entre ficción y realidad, entre idea y hecho, es indispensable para el ejercicio pleno de la libertad de expresión y debiera quedar claro no sólo a quienes ejercen el periodismo y la opinión, sino también, y mucho más importante, de los espectadores de los medios de comunicación.

Porque no se trata de dejar de criticar lo que hacen los políticos, tampoco de relevar la difusión de hechos que pudieran resultar molestos para alguien, sino sencillamente diferenciar los juicios de los especialistas de los hechos; y por supuesto, procurar siempre que las opiniones se funden en los hechos; no es tan difícil, se trata de comunicar de forma responsable. Decimos esto porque no faltarán quienes comiencen con una postura escandalosa sobre el efecto negativo que tiene un procedimiento como el que el Impepac emprendió en contra de los amonestados sobre la libertad de expresión, las garantías individuales y así. No exageremos, en todo caso, resultan mucho más riesgosas para la libertad de expresión la serie de prácticas que pretenden extirpar del discurso cultural términos de todo tipo porque podrían considerarse ofensivos aunque no vayan direccionados, aunque hayan sido parte de expresiones culturales de hace veinte o treinta años. A final de cuentas, insistimos, el asunto está en la responsabilidad de quienes comunican.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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