/ martes 9 de octubre de 2018

Legalizar el crimen: es decir, al daño la ofensa

Flota en el ambiente la idea de legalizar los narcóticos en nuestro país. Sin ser una terminante novedad, las propuestas al respectono dejan de ser una verdadera amenaza a la seguridad, un reto al principio de vivir en armonía y en un ambiente de paz social.

Sólo unas mentes enfermas con todo el poder para decidir y ejecutar serían capaces de llevar a la debacle a una nación en apuros económicos, sin sedicente vocación moral y en medio de estrecheces de toda índole, a su derrumbe total.

En las primeras páginas de su “Historia Universal”, H. A. L. Fisher

dejó escrito: “Un hombre sano no necesita narcóticos”. Luego haría la siguiente reflexión en el sentido de que sólo podría suceder así:“Cuando se hubiese roto la espina dorsal de un pueblo…”

La pregunta que antes de incurrir en lo que parecería ser una aberración y la ruina de nuestro tambaleante estado democrático, o en vías de serlo, sería en primera y última instancia, si la nuestra es o no una sociedad enferma, al borde de ello, en camino de la extremidad como para caer en la ansiedad o estado de perturbación fatal.

La crecida violencia y la desenfadada criminalidad en que vivimos no es pretexto válido para incurrir en una resolución fatídica como para que los cirujanos mayores dictaminaran el uso y hasta el abuso de las drogas para contener la ola de crímenes, los feminicidios y la trata de seres humanos.

Regular la siembra, permitir la ingesta de narcóticos y saciar las ansias de vecinos imprudentes sería el mayor absurdo en el que podíamos caer junto con nuestras condescendientes autoridades.

Por fortuna existen medicamentos eficaces para corregir males comunes y fuentes de placeres sanos como el teatro o la música para obtener la sanidad o el anhelado estado de bienestar en vez de tener que acudir a los narcóticos para resolver situaciones fuera de lo común.

Asimismo, el comercio de lo que hasta ahora es prohibitivo y objeto de sanciones penales no es la panacea para nuestro déficit

en los ingresos públicos y una forma de cubrir los aranceles que se traten de imponer por las vías autoritarias de los imperialismos en boga.

Por largo tiempo hemos sido víctimas de los abusos del exterior como para dar puertas abiertas a los poderosos de fuera.

Desde el punto de vista del comercio internacional, tampoco es un alivioduradero el sustituir a los braceros de antaño y a los partidarios del llamado “sueño” en beneficio de los opulentos.

No es cuestión de legalizar el libre comercio de los estupefacientes, promover la exportación hacia sociedades contagiadas de “ansiedad” por las cosechas de narcóticos como antes lo hubo de alimentos y mano de obra, de fuerza humana en condiciones ventajosas y nada equitativas.

Legalizar el cultivo, el uso y la exportación de droga será, en todo caso, para beneficio de la criminalidad, de los traficantes de estupefacientes y de los hacedores de fortuna con recursos mal habidos. Por fortuna quedan márgenes de tiempo para recapacitar, con el propósito de evitar y hasta impedir la comisión de males peores de los que nos ha tocado sobrellevar.

No a la legalización de estupefacientes. No a su cultivo y a su importación como sustituto de la migración ilegal y la importación y uso indiscriminado de armas.

Con el historiador arriba mencionado, H. A. L. Fisher, cabe señalar que sólo una mente enferma, en el caso una sociedad enferma, requiera de la ingesta de narcóticos.


http://federicoosorioaltuzar.blogspot.mx

Flota en el ambiente la idea de legalizar los narcóticos en nuestro país. Sin ser una terminante novedad, las propuestas al respectono dejan de ser una verdadera amenaza a la seguridad, un reto al principio de vivir en armonía y en un ambiente de paz social.

Sólo unas mentes enfermas con todo el poder para decidir y ejecutar serían capaces de llevar a la debacle a una nación en apuros económicos, sin sedicente vocación moral y en medio de estrecheces de toda índole, a su derrumbe total.

En las primeras páginas de su “Historia Universal”, H. A. L. Fisher

dejó escrito: “Un hombre sano no necesita narcóticos”. Luego haría la siguiente reflexión en el sentido de que sólo podría suceder así:“Cuando se hubiese roto la espina dorsal de un pueblo…”

La pregunta que antes de incurrir en lo que parecería ser una aberración y la ruina de nuestro tambaleante estado democrático, o en vías de serlo, sería en primera y última instancia, si la nuestra es o no una sociedad enferma, al borde de ello, en camino de la extremidad como para caer en la ansiedad o estado de perturbación fatal.

La crecida violencia y la desenfadada criminalidad en que vivimos no es pretexto válido para incurrir en una resolución fatídica como para que los cirujanos mayores dictaminaran el uso y hasta el abuso de las drogas para contener la ola de crímenes, los feminicidios y la trata de seres humanos.

Regular la siembra, permitir la ingesta de narcóticos y saciar las ansias de vecinos imprudentes sería el mayor absurdo en el que podíamos caer junto con nuestras condescendientes autoridades.

Por fortuna existen medicamentos eficaces para corregir males comunes y fuentes de placeres sanos como el teatro o la música para obtener la sanidad o el anhelado estado de bienestar en vez de tener que acudir a los narcóticos para resolver situaciones fuera de lo común.

Asimismo, el comercio de lo que hasta ahora es prohibitivo y objeto de sanciones penales no es la panacea para nuestro déficit

en los ingresos públicos y una forma de cubrir los aranceles que se traten de imponer por las vías autoritarias de los imperialismos en boga.

Por largo tiempo hemos sido víctimas de los abusos del exterior como para dar puertas abiertas a los poderosos de fuera.

Desde el punto de vista del comercio internacional, tampoco es un alivioduradero el sustituir a los braceros de antaño y a los partidarios del llamado “sueño” en beneficio de los opulentos.

No es cuestión de legalizar el libre comercio de los estupefacientes, promover la exportación hacia sociedades contagiadas de “ansiedad” por las cosechas de narcóticos como antes lo hubo de alimentos y mano de obra, de fuerza humana en condiciones ventajosas y nada equitativas.

Legalizar el cultivo, el uso y la exportación de droga será, en todo caso, para beneficio de la criminalidad, de los traficantes de estupefacientes y de los hacedores de fortuna con recursos mal habidos. Por fortuna quedan márgenes de tiempo para recapacitar, con el propósito de evitar y hasta impedir la comisión de males peores de los que nos ha tocado sobrellevar.

No a la legalización de estupefacientes. No a su cultivo y a su importación como sustituto de la migración ilegal y la importación y uso indiscriminado de armas.

Con el historiador arriba mencionado, H. A. L. Fisher, cabe señalar que sólo una mente enferma, en el caso una sociedad enferma, requiera de la ingesta de narcóticos.


http://federicoosorioaltuzar.blogspot.mx

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