/ lunes 15 de mayo de 2023

Luego de su abandono, Xochicalco recuperó su esplendor

Fíjense queridos lectores que cuando los dos investigadores franceses se adentran en Xochicalco, encuentran en la parte central de la acrópolis una pieza de más de una tonelada que aún no sabían quién o qué era. Al ver que no contaban con los elementos para trasladarla, ahí la dejaron, rota, hasta que el arqueólogo mexicano Leopoldo Batres se da cuenta de lo valioso de la piedra.

Su intención era llevarla al Salón de Monolitos del entonces Museo Nacional de Antropología, que se encontraba en el Centro Histórico de la CDMX, donde no existía ninguna pieza de lo que él, aun sin investigación al respecto denominaba “cultura Tlahuica”. Fue una lucha continua la que entabló Batres con la comunidad para que la donaran a la Nación por lo que el pueblo de Tetlama (Tetlamac en Náhuatl, de Tetl, piedra y Maiti o Mana mano el de la mano de piedra), recelosos de su intención, con la ayuda de 60 pobladores por el gran peso que cargarían, la terminan de bajar y la trasladan al pueblo para ocultarla en el atrio de la iglesia de San Agustín Tetlama, muy cerca de Xochicalco, refiere su bisnieta Elvira Pruneda.

Y aunque Batres, continuaba con la gestión para lograr su traslado le fue imposible convencerlos. Fallece en 1926 y no fue sino hasta 1930 que durante el gobierno del morelense don Vicente Estrada Cajigal, los pobladores permiten su traslado a Cuernavaca que esta a solo 38 kms. de la zona. Tiempo después, la gran escultura, ya identificada como la deidad Xochiquetzal, llega al Palacio de Gobierno, hoy Museo Regional de los Pueblos de Morelos en el Palacio de Cortés. Cuando se renueva el inmueble, estamos hablando de la primera mitad del siglo XX, salen de ahí las oficinas del Ejecutivo y se convierte el lugar en Museo, es entonces cuando se traslada la diosa Xochiquetzal a la planta baja del Museo, en la sección de Xochicalco.

La deidad, también conocida como Ichpöchtli, dentro de la cultura y la mitología prehispánicas, es considerada como la diosa del amor, la belleza, la sexualidad, las flores, patrona de los jóvenes y de los partos, por tanto se le atribuyen poderes con respecto a la fertilidad de la naturaleza.

Y verán queridos lectores, el viernes pasado, hace tres días, en la Sala Juan Dubernard del Palacio de Cortés, la directora de la Revista Arqueología Mexicana, Ma. Nieves Noriega de Autrey, (publicación que inició en 1993 con la finalidad de dar a conocer el quehacer científico de los arqueólogos), disertó acerca de la publicación número 179, dedicada a Xochicalco. Dentro del evento, los arqueólogos Eduardo Corona Morales y Claudia Alvarado León coordinadora de la edición, Genevieve Lucet, investigadora de la UNAM así como Cuauhtli Medina, director del Museo de Sitio, resaltaron la importancia de esa zona arqueológica construida a más de mil 300 metros sobre el nivel del mar en el que los xochicalcas edificaron una de las ciudades prehispánicas de mayor densidad arquitectónica y con edificios de alta complejidad como el Observatorio que si hubiera seguido la empresa canadiense con su plan de abrir la mina a tajo o a cielo abierto, lo hubieran destruido las explosiones en la tierra. Cabe resaltar que se considera que la acrópolis tiene una extensión de 707 hectáreas y tan solo 14 han sido exploradas e investigadas.

Cuauhtli Medina refirió que el Museo de Sitio construido e inaugurado en 1996 por el Arq. Rolando Dada, es reconocido como un hito arquitectónico de nuestros tiempos ya que es totalmente sustentable en cuanto a servicios hídricos, de electricidad y drenaje se refiere. El lugar que fue declarado en 1999 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco surge tras el abandono de Teotihuacan y viene a ocupar el vacío de poder económico y político provocado por ese hecho. Se desarrollo durante el período llamado Epiclásico (650-900 d.de C.) y se recordó a dos grandes investigadores de Xochicalco, los arqueólogos Norberto González y Silvia Garza Tarazona quienes dedicaron toda su vida a la investigación del sitio. “Fueron grandes astrónomos”, asegura Silvia Garza, “construyeron su propio centro de observación astronómica”. El lugar fue reunión de sabios mesoamericanos donde al dar a conocer sus descubrimientos lograron un intercambio cultural que quedó plasmado en la pirámide de Quetzalcóatl: ahí aparece el ajuste del calendario a 365 días, se dio a conocer el cero y el Pi: 3.1416. Qué tal la importancia y belleza de la Acrópolis de Xochicalco. Y bueno, hasta el próximo lunes.

Fíjense queridos lectores que cuando los dos investigadores franceses se adentran en Xochicalco, encuentran en la parte central de la acrópolis una pieza de más de una tonelada que aún no sabían quién o qué era. Al ver que no contaban con los elementos para trasladarla, ahí la dejaron, rota, hasta que el arqueólogo mexicano Leopoldo Batres se da cuenta de lo valioso de la piedra.

Su intención era llevarla al Salón de Monolitos del entonces Museo Nacional de Antropología, que se encontraba en el Centro Histórico de la CDMX, donde no existía ninguna pieza de lo que él, aun sin investigación al respecto denominaba “cultura Tlahuica”. Fue una lucha continua la que entabló Batres con la comunidad para que la donaran a la Nación por lo que el pueblo de Tetlama (Tetlamac en Náhuatl, de Tetl, piedra y Maiti o Mana mano el de la mano de piedra), recelosos de su intención, con la ayuda de 60 pobladores por el gran peso que cargarían, la terminan de bajar y la trasladan al pueblo para ocultarla en el atrio de la iglesia de San Agustín Tetlama, muy cerca de Xochicalco, refiere su bisnieta Elvira Pruneda.

Y aunque Batres, continuaba con la gestión para lograr su traslado le fue imposible convencerlos. Fallece en 1926 y no fue sino hasta 1930 que durante el gobierno del morelense don Vicente Estrada Cajigal, los pobladores permiten su traslado a Cuernavaca que esta a solo 38 kms. de la zona. Tiempo después, la gran escultura, ya identificada como la deidad Xochiquetzal, llega al Palacio de Gobierno, hoy Museo Regional de los Pueblos de Morelos en el Palacio de Cortés. Cuando se renueva el inmueble, estamos hablando de la primera mitad del siglo XX, salen de ahí las oficinas del Ejecutivo y se convierte el lugar en Museo, es entonces cuando se traslada la diosa Xochiquetzal a la planta baja del Museo, en la sección de Xochicalco.

La deidad, también conocida como Ichpöchtli, dentro de la cultura y la mitología prehispánicas, es considerada como la diosa del amor, la belleza, la sexualidad, las flores, patrona de los jóvenes y de los partos, por tanto se le atribuyen poderes con respecto a la fertilidad de la naturaleza.

Y verán queridos lectores, el viernes pasado, hace tres días, en la Sala Juan Dubernard del Palacio de Cortés, la directora de la Revista Arqueología Mexicana, Ma. Nieves Noriega de Autrey, (publicación que inició en 1993 con la finalidad de dar a conocer el quehacer científico de los arqueólogos), disertó acerca de la publicación número 179, dedicada a Xochicalco. Dentro del evento, los arqueólogos Eduardo Corona Morales y Claudia Alvarado León coordinadora de la edición, Genevieve Lucet, investigadora de la UNAM así como Cuauhtli Medina, director del Museo de Sitio, resaltaron la importancia de esa zona arqueológica construida a más de mil 300 metros sobre el nivel del mar en el que los xochicalcas edificaron una de las ciudades prehispánicas de mayor densidad arquitectónica y con edificios de alta complejidad como el Observatorio que si hubiera seguido la empresa canadiense con su plan de abrir la mina a tajo o a cielo abierto, lo hubieran destruido las explosiones en la tierra. Cabe resaltar que se considera que la acrópolis tiene una extensión de 707 hectáreas y tan solo 14 han sido exploradas e investigadas.

Cuauhtli Medina refirió que el Museo de Sitio construido e inaugurado en 1996 por el Arq. Rolando Dada, es reconocido como un hito arquitectónico de nuestros tiempos ya que es totalmente sustentable en cuanto a servicios hídricos, de electricidad y drenaje se refiere. El lugar que fue declarado en 1999 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco surge tras el abandono de Teotihuacan y viene a ocupar el vacío de poder económico y político provocado por ese hecho. Se desarrollo durante el período llamado Epiclásico (650-900 d.de C.) y se recordó a dos grandes investigadores de Xochicalco, los arqueólogos Norberto González y Silvia Garza Tarazona quienes dedicaron toda su vida a la investigación del sitio. “Fueron grandes astrónomos”, asegura Silvia Garza, “construyeron su propio centro de observación astronómica”. El lugar fue reunión de sabios mesoamericanos donde al dar a conocer sus descubrimientos lograron un intercambio cultural que quedó plasmado en la pirámide de Quetzalcóatl: ahí aparece el ajuste del calendario a 365 días, se dio a conocer el cero y el Pi: 3.1416. Qué tal la importancia y belleza de la Acrópolis de Xochicalco. Y bueno, hasta el próximo lunes.