/ domingo 23 de septiembre de 2018

Las mejores decisiones se toman con ciencia

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) provocó la transformación del orden mundial. Nuevos países, nuevas fronteras pero, sobre todo, nuevas formas de organización, entre ellas la valoración de la ciencia y de los científicos como elementos estratégicos para la soberanía de las naciones.

Al llegar la Paz, las potencias decidieron no desmantelar los equipos científicos que habían generado para resolver los retos del combate sino que los transformaron en instituciones detonando la era de la investigación científica. A partir de entonces se generó la cultura de la toma de decisiones basada en evidencia la cual llegó a su momento cumbre cuando, en reconocimiento de los descubrimientos de expertos entre los que se encuentra el mexicano Mario Molina, los países miembros de las Naciones Unidas firman en 2016 el Acuerdo de París con el objetivo de reducir el calentamiento global.

La firma de este acuerdo marca un hito, pues su cumplimiento implica la reducción en el consumo de energías fósiles, uno de los motores de la economía mundial. Para lograrlo sin desacelerar su desarrollo, los países se sumergieron en una estrategia energética con dos componentes: la transición energética y el impulso a las energías renovables. La primera implica la sustitución de fuentes de energía altamente contaminantes como el carbón y combustóleo a otras más limpias como el gas natural. La segunda, la inversión pública para el desarrollo de tecnologías basadas en el aprovechamiento de la energía del sol, de los vientos, de las mareas, del calor de la corteza terrestre o de la materia orgánica.

Los países firmantes, entre ellos México, se comprometieron a realizar estos cambios que implican grandes retos pero, al existir un compromiso global, con la tranquilidad de que competíamos con el resto del mundo bajo las mismas reglas. La salida de Estados Unidos en 2017 del Acuerdo de París vino a cambiar las condiciones del juego. Desoyendo las evidencias de los científicos, este país decidió volver a posicionar las energías más contaminantes pero más baratas como el motor de su desarrollo, impulsando con recursos públicos las industrias del carbón y del petróleo y reduciendo el subsidio a las energías renovables.

El resto del mundo observó con preocupación esta decisión por el peso de la economía estadounidense y su repunte provocó que otros países comenzaran a valorar el cambio de estrategia. El primer país en rendirse fue Australia que anunció esta semana su salida del Acuerdo de París. Podría haber otros, inclusive México.

Claudicar en la mitigación de las emisiones de gases efecto invernadero traerá múltiples y graves consecuencias, entre ellas el fortalecimiento de fenómenos naturales como los huracanes con devastadoras consecuencias como las que están sufriendo esta misma semana nuestros hermanos de Sinaloa.

La ciencia genera conocimiento, este conocimiento sirve para la toma de decisiones pero solamente cuando existe voluntad política. Sumemos nuestras voces para evitar que nuestro estado y nuestro país abandonen el desarrollo sustentable basado en el conocimiento científico. Todavía estamos a tiempo

Para mayor información y para otros temas los invito a conocer mi blog http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) provocó la transformación del orden mundial. Nuevos países, nuevas fronteras pero, sobre todo, nuevas formas de organización, entre ellas la valoración de la ciencia y de los científicos como elementos estratégicos para la soberanía de las naciones.

Al llegar la Paz, las potencias decidieron no desmantelar los equipos científicos que habían generado para resolver los retos del combate sino que los transformaron en instituciones detonando la era de la investigación científica. A partir de entonces se generó la cultura de la toma de decisiones basada en evidencia la cual llegó a su momento cumbre cuando, en reconocimiento de los descubrimientos de expertos entre los que se encuentra el mexicano Mario Molina, los países miembros de las Naciones Unidas firman en 2016 el Acuerdo de París con el objetivo de reducir el calentamiento global.

La firma de este acuerdo marca un hito, pues su cumplimiento implica la reducción en el consumo de energías fósiles, uno de los motores de la economía mundial. Para lograrlo sin desacelerar su desarrollo, los países se sumergieron en una estrategia energética con dos componentes: la transición energética y el impulso a las energías renovables. La primera implica la sustitución de fuentes de energía altamente contaminantes como el carbón y combustóleo a otras más limpias como el gas natural. La segunda, la inversión pública para el desarrollo de tecnologías basadas en el aprovechamiento de la energía del sol, de los vientos, de las mareas, del calor de la corteza terrestre o de la materia orgánica.

Los países firmantes, entre ellos México, se comprometieron a realizar estos cambios que implican grandes retos pero, al existir un compromiso global, con la tranquilidad de que competíamos con el resto del mundo bajo las mismas reglas. La salida de Estados Unidos en 2017 del Acuerdo de París vino a cambiar las condiciones del juego. Desoyendo las evidencias de los científicos, este país decidió volver a posicionar las energías más contaminantes pero más baratas como el motor de su desarrollo, impulsando con recursos públicos las industrias del carbón y del petróleo y reduciendo el subsidio a las energías renovables.

El resto del mundo observó con preocupación esta decisión por el peso de la economía estadounidense y su repunte provocó que otros países comenzaran a valorar el cambio de estrategia. El primer país en rendirse fue Australia que anunció esta semana su salida del Acuerdo de París. Podría haber otros, inclusive México.

Claudicar en la mitigación de las emisiones de gases efecto invernadero traerá múltiples y graves consecuencias, entre ellas el fortalecimiento de fenómenos naturales como los huracanes con devastadoras consecuencias como las que están sufriendo esta misma semana nuestros hermanos de Sinaloa.

La ciencia genera conocimiento, este conocimiento sirve para la toma de decisiones pero solamente cuando existe voluntad política. Sumemos nuestras voces para evitar que nuestro estado y nuestro país abandonen el desarrollo sustentable basado en el conocimiento científico. Todavía estamos a tiempo

Para mayor información y para otros temas los invito a conocer mi blog http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

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