/ viernes 29 de mayo de 2020

Las Gorditas del Pasillo… aún en tiempos de pandemia

Superando la adversidad y la pandemia, en uno de los rinconcitos más inadvertidos de Cuernavaca, pero con un exquisito sabor y consistencia que me hacían falta encontrar, están las que he decidido llamar “Las Gorditas del Pasillo”.

Es que hábilmente y cumpliendo con todas las normas establecidas por la Jornada Nacional de Sana Distancia, las gorditas de este pasillo mitigan la necesidad de desayuno en las inmediaciones de la iglesia de El Calvario, sobre la Avenida Morelos en la esquina que se forma con Virginia Fábregas, frente al histórico Hotel Canarios.

En la entrada del pasillito está el comal, que se calienta y enfría si la doñita de las gordas activa la válvula de entrada de aire: una piedra de río que le da altura a la rendija y que así como son los principios básicos de la vida, cumple y de manera sorprendente con su función.

Bajo esta mecánica, las gorditas se cuecen poco a poco, con un chorrito de aceite, sin dorarse, al contrario, parece que se ablandan y quedan más suavecitas. Y la verdad es que no tengo una predilecta, porque los chales, frijolitos o requesón están deliciosos.

Pero si más allá de esta ricura quieres agregarle un toque especial a tu gordita, la doña abre los discos por su lateral, les clava un cuchillo por la panza pues, y las abre para nutrirlas con tinga de puerco, pollo, queso, champiñones o chicharrón.

También ofrece quesadillas y aunque no están en la carta, la otra vez me preparó unas picaditas bien ricas, con la misma consistencia y sabor. Además también tiene unos chilaquiles perrones, de esos como los que vendían en las primarias: básicos pero irresistibles. Vi que ofrecen enchiladas y un par de cosas más, pero las excursiones obligadas que me hacen romper la cuarentena, no han sido suficientes como para calarle a todo.

Entre otras de las cualidades de los antojitos de las Gorditas del Pasillo, está que abre desde las 8 de la mañana y vende más o menos hasta la 1, y que su precio es muy pero muy accesible.

Si van a buscarlas no esperen ver un local, no. Es apenas un pasillito del que se asoma el pico del comal, pero que como decía, esconde el descubrimiento más satisfactorio que he tenido estos días.

No salgan sin protegerse, por cierto.

Superando la adversidad y la pandemia, en uno de los rinconcitos más inadvertidos de Cuernavaca, pero con un exquisito sabor y consistencia que me hacían falta encontrar, están las que he decidido llamar “Las Gorditas del Pasillo”.

Es que hábilmente y cumpliendo con todas las normas establecidas por la Jornada Nacional de Sana Distancia, las gorditas de este pasillo mitigan la necesidad de desayuno en las inmediaciones de la iglesia de El Calvario, sobre la Avenida Morelos en la esquina que se forma con Virginia Fábregas, frente al histórico Hotel Canarios.

En la entrada del pasillito está el comal, que se calienta y enfría si la doñita de las gordas activa la válvula de entrada de aire: una piedra de río que le da altura a la rendija y que así como son los principios básicos de la vida, cumple y de manera sorprendente con su función.

Bajo esta mecánica, las gorditas se cuecen poco a poco, con un chorrito de aceite, sin dorarse, al contrario, parece que se ablandan y quedan más suavecitas. Y la verdad es que no tengo una predilecta, porque los chales, frijolitos o requesón están deliciosos.

Pero si más allá de esta ricura quieres agregarle un toque especial a tu gordita, la doña abre los discos por su lateral, les clava un cuchillo por la panza pues, y las abre para nutrirlas con tinga de puerco, pollo, queso, champiñones o chicharrón.

También ofrece quesadillas y aunque no están en la carta, la otra vez me preparó unas picaditas bien ricas, con la misma consistencia y sabor. Además también tiene unos chilaquiles perrones, de esos como los que vendían en las primarias: básicos pero irresistibles. Vi que ofrecen enchiladas y un par de cosas más, pero las excursiones obligadas que me hacen romper la cuarentena, no han sido suficientes como para calarle a todo.

Entre otras de las cualidades de los antojitos de las Gorditas del Pasillo, está que abre desde las 8 de la mañana y vende más o menos hasta la 1, y que su precio es muy pero muy accesible.

Si van a buscarlas no esperen ver un local, no. Es apenas un pasillito del que se asoma el pico del comal, pero que como decía, esconde el descubrimiento más satisfactorio que he tenido estos días.

No salgan sin protegerse, por cierto.

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