/ miércoles 9 de septiembre de 2020

La sociedad y la crisis política

Una característica del discurso del gobernador, Cuauhtémoc Blanco, es el afán autoidentitario que imprime siempre con figuras que pretenden distinguirlo de los otros. En su lógica, para el gobernador los hechos son irrelevantes mientras él siga siendo distinto a quienes le antecedieron. Sin gran éxito, Blanco intenta dividir al estado, el país y la humanidad entera entre los que están con él y los otros, que seguramente tienen intereses políticos o se han confabulado para destruirlo. Esta lógica es mucho más grave que las fallas en matemáticas que ha presumido recientemente por partida triple, pues imposibilita diálogo, acuerdos, consenso y, por supuesto, elimina la necesaria autocrítica, es decir, anula la política.

En este contexto, la repetida frase “no soy político” que gusta al gobernador, deja de ser un aliento y se convierte en antecedente de incapacidad en la tarea que el estado más necesita de sus gobernantes: la práctica de la política ideal que pasa por el ejercicio del diálogo, la construcción de acuerdos mínimos, de grandes consensos a partir de la autocrítica que reconozca las debilidades de un régimen. No ser como los anteriores gobernadores del estado probablemente sea un buen inicio, pero no se traduce, necesariamente, en ser mejor pues también siendo peor se es diferente. Es decir, la crisis política de Morelos probablemente no tenga su origen en el comportamiento del gobernador, pero el mismo no ayuda a superarla.

Tampoco ayudan las contrapartes. También concentradas en decir que no son como quien hoy gobierna, empeñados en resucitar aunque sea en el discurso a un gobierno que parece totalmente replegado en algunos sectores y apenas reactivo en otros rubros. La ausencia de propuestas aterra a una sociedad que poco a poco se convence de la urgencia por autoorganizarse, por marginar a las autoridades en todos los sentidos, el amago más notorio es el recurrente discurso por las autodefensas en algunos municipios de la región oriente, con todo el riesgo que esa figura de organización social reviste, pero en prácticamente todos los sectores se están generando grupos ciudadanos que sustituyen la actividad gubernamental, vigilancia vecinal, apoyo a las clases en línea, reactivación económica a través de uniones empresariales, asociaciones de profesionales que reviven, en fin, un universo de gestión y trabajo alterno a las ambiciones políticas. Lo que aparece ahora es parecido a la organización social post desastres naturales, pero parece tener mucho más largo alcance porque sus orígenes principales, la pandemia por Covid-19 y el alejamiento entre la clase política-gubernamental y la ciudadanía también parecen destinados a durar muchos meses más.

A menos de un año del proceso electoral que, según todo apunta seguirá marcado por la pandemia, los desencuentros políticos, la inseguridad y los discursos lejanos de la sociedad, el escenario luce sumamente esperanzador, si uno cree en las disrupciones verdaderas. Si la sociedad fortalece su capacidad de organización en un ambiente político que parece inmutable, podremos ver cosas muy interesantes.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Una característica del discurso del gobernador, Cuauhtémoc Blanco, es el afán autoidentitario que imprime siempre con figuras que pretenden distinguirlo de los otros. En su lógica, para el gobernador los hechos son irrelevantes mientras él siga siendo distinto a quienes le antecedieron. Sin gran éxito, Blanco intenta dividir al estado, el país y la humanidad entera entre los que están con él y los otros, que seguramente tienen intereses políticos o se han confabulado para destruirlo. Esta lógica es mucho más grave que las fallas en matemáticas que ha presumido recientemente por partida triple, pues imposibilita diálogo, acuerdos, consenso y, por supuesto, elimina la necesaria autocrítica, es decir, anula la política.

En este contexto, la repetida frase “no soy político” que gusta al gobernador, deja de ser un aliento y se convierte en antecedente de incapacidad en la tarea que el estado más necesita de sus gobernantes: la práctica de la política ideal que pasa por el ejercicio del diálogo, la construcción de acuerdos mínimos, de grandes consensos a partir de la autocrítica que reconozca las debilidades de un régimen. No ser como los anteriores gobernadores del estado probablemente sea un buen inicio, pero no se traduce, necesariamente, en ser mejor pues también siendo peor se es diferente. Es decir, la crisis política de Morelos probablemente no tenga su origen en el comportamiento del gobernador, pero el mismo no ayuda a superarla.

Tampoco ayudan las contrapartes. También concentradas en decir que no son como quien hoy gobierna, empeñados en resucitar aunque sea en el discurso a un gobierno que parece totalmente replegado en algunos sectores y apenas reactivo en otros rubros. La ausencia de propuestas aterra a una sociedad que poco a poco se convence de la urgencia por autoorganizarse, por marginar a las autoridades en todos los sentidos, el amago más notorio es el recurrente discurso por las autodefensas en algunos municipios de la región oriente, con todo el riesgo que esa figura de organización social reviste, pero en prácticamente todos los sectores se están generando grupos ciudadanos que sustituyen la actividad gubernamental, vigilancia vecinal, apoyo a las clases en línea, reactivación económica a través de uniones empresariales, asociaciones de profesionales que reviven, en fin, un universo de gestión y trabajo alterno a las ambiciones políticas. Lo que aparece ahora es parecido a la organización social post desastres naturales, pero parece tener mucho más largo alcance porque sus orígenes principales, la pandemia por Covid-19 y el alejamiento entre la clase política-gubernamental y la ciudadanía también parecen destinados a durar muchos meses más.

A menos de un año del proceso electoral que, según todo apunta seguirá marcado por la pandemia, los desencuentros políticos, la inseguridad y los discursos lejanos de la sociedad, el escenario luce sumamente esperanzador, si uno cree en las disrupciones verdaderas. Si la sociedad fortalece su capacidad de organización en un ambiente político que parece inmutable, podremos ver cosas muy interesantes.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx