/ domingo 26 de julio de 2020

La respuesta de la ciencia

Siete meses ya desde que se reportó el primer caso de COVID-19 en el mundo. Al día de hoy se acumulan más de 650 mil muertes por todo el mundo de las que México aporta el 6%. El abrupto deterioro de la economía abre la puerta a la descomposición social y a la violencia. Darle seguimiento a la pandemia nos genera ansiedad y nos resulta desesperadamente lenta su evolución. Pero, con todo lo preocupante de la situación, ha habido avances notables y es importante conocerlos.

El reporte oficial sobre un brote de neumonía atípica localizado en la ciudad de Wuhan, China, se da el 31 de diciembre de 2019. Ya para ese momento se había identificado al agente causal como un coronavirus. En solo 12 días se hizo pública la secuencia genética del virus con lo cual se activaron las investigaciones en todo el mundo para el seguimiento, diagnóstico, prevención, diseño de fármacos y desarrollo de vacunas, prácticamente al mismo tiempo que se detecta el primer caso fuera de China.

Rápidamente se determinó que la transmisión era persona a persona por contacto estrecho por lo que se emite el primer paquete de medidas preventivas entre las que se encuentran el lavado de manos y la distancia social. Para los primero días de febrero ya se había reunido el Comité de Emergencia de la Organización Mundial de la Salud emitiendo un Plan Internacional de Preparación dirigido principalmente a países con sistema de salud débiles.

Gracias al estudio de grupos de infectados aislados en barcos se logró identificar que la proporción de pacientes asintomáticos era superior al 40%. A esto se debe que las primeras medidas de contención dirigidas a la identificación de personas con fiebre y síntomas respiratorios resultó insuficiente para evitar la dispersión mundial del contagio.

Para principios de marzo la Organización Mundial de la Salud declara el brote de COVID-19 como pandémico. A partir de este momento lo único que se pudo hacer para desacelerar la transmisión del virus fue reforzar la aplicación de distancia social y el uso de cubrebocas. En aquellas ciudades donde la transmisión se saliera de control se recomendó el confinamiento obligatorio.

Lo que originalmente se catalogó como una enfermedad respiratoria muy pronto dio visos de ser algo más complejo identificando como grupos de alto riesgo a personas con hipertensión, obesidad y diabetes. Estrategias convencionales como el uso de respiradores se vieron rápidamente superadas ante la alta frecuencia de infartos y otros problemas cardiovasculares. Igualmente se comenzó a reportar la muerte súbita de pacientes recuperados de COVID-19.

Para el mes de abril y gracias a los resultados de las primera autopsias se caracteriza este último cuadro como una tormenta de citosinas, una alteración del sistema inmune que al ser activado por el virus provoca la inflamación de órganos vitales. Comienzan a aplicarse moduladores del sistema inmune del tipo de la hidroxicloroquina en pacientes graves.

Mientras se desarrollan compuestos específicos para el coronavirus se detona el estudio sistemático de diferentes fármacos ya existentes resultando potencialmente útiles 21 fórmulas entre las que se encuentra el Remdesivir, un antiviral desarrollado contra el Ébola que obtuvo un registro de emergencia de las autoridades sanitarias para su utilización clínica.

Igualmente comenzó la carrera por la vacuna. Tan pronto se liberó la secuencia genética del virus los diferentes grupos de investigación competentes comenzaron a adaptar sus plataformas. De momento hay 166 proyectos registrados de los cuales 25 se encuentran en pruebas clínicas siendo los más avanzados tres Chinos basados virus desactivados y el de Astra-Zeneca y la Universidad de Oxford basado en un vector viral no infeccioso. El siguiente en la lista es el de la empresa Moderna que debiera pasar a fase 3 en los próximos días y el cual consiste en una vacuna basada en ácidos nucléicos. El escenario más optimista indica que se requerirá de un año más para que alguna o algunas de las vacunas actualmente en experimentación y que resulten ser efectivas pueden ser producidas y distribuidas.

Desde el principio supimos que la respuesta a la pandemia debía ser científica. Aquellos países que así lo hicieron han tenido una mejor contención mientras que aquellos que decidieron dar una respuesta política lideran la tabla de casos y de muertes sin que haya, a la fecha, tendencia descendente.


Información adicional de éste y otros temas de interés visiten:

http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

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Siete meses ya desde que se reportó el primer caso de COVID-19 en el mundo. Al día de hoy se acumulan más de 650 mil muertes por todo el mundo de las que México aporta el 6%. El abrupto deterioro de la economía abre la puerta a la descomposición social y a la violencia. Darle seguimiento a la pandemia nos genera ansiedad y nos resulta desesperadamente lenta su evolución. Pero, con todo lo preocupante de la situación, ha habido avances notables y es importante conocerlos.

El reporte oficial sobre un brote de neumonía atípica localizado en la ciudad de Wuhan, China, se da el 31 de diciembre de 2019. Ya para ese momento se había identificado al agente causal como un coronavirus. En solo 12 días se hizo pública la secuencia genética del virus con lo cual se activaron las investigaciones en todo el mundo para el seguimiento, diagnóstico, prevención, diseño de fármacos y desarrollo de vacunas, prácticamente al mismo tiempo que se detecta el primer caso fuera de China.

Rápidamente se determinó que la transmisión era persona a persona por contacto estrecho por lo que se emite el primer paquete de medidas preventivas entre las que se encuentran el lavado de manos y la distancia social. Para los primero días de febrero ya se había reunido el Comité de Emergencia de la Organización Mundial de la Salud emitiendo un Plan Internacional de Preparación dirigido principalmente a países con sistema de salud débiles.

Gracias al estudio de grupos de infectados aislados en barcos se logró identificar que la proporción de pacientes asintomáticos era superior al 40%. A esto se debe que las primeras medidas de contención dirigidas a la identificación de personas con fiebre y síntomas respiratorios resultó insuficiente para evitar la dispersión mundial del contagio.

Para principios de marzo la Organización Mundial de la Salud declara el brote de COVID-19 como pandémico. A partir de este momento lo único que se pudo hacer para desacelerar la transmisión del virus fue reforzar la aplicación de distancia social y el uso de cubrebocas. En aquellas ciudades donde la transmisión se saliera de control se recomendó el confinamiento obligatorio.

Lo que originalmente se catalogó como una enfermedad respiratoria muy pronto dio visos de ser algo más complejo identificando como grupos de alto riesgo a personas con hipertensión, obesidad y diabetes. Estrategias convencionales como el uso de respiradores se vieron rápidamente superadas ante la alta frecuencia de infartos y otros problemas cardiovasculares. Igualmente se comenzó a reportar la muerte súbita de pacientes recuperados de COVID-19.

Para el mes de abril y gracias a los resultados de las primera autopsias se caracteriza este último cuadro como una tormenta de citosinas, una alteración del sistema inmune que al ser activado por el virus provoca la inflamación de órganos vitales. Comienzan a aplicarse moduladores del sistema inmune del tipo de la hidroxicloroquina en pacientes graves.

Mientras se desarrollan compuestos específicos para el coronavirus se detona el estudio sistemático de diferentes fármacos ya existentes resultando potencialmente útiles 21 fórmulas entre las que se encuentra el Remdesivir, un antiviral desarrollado contra el Ébola que obtuvo un registro de emergencia de las autoridades sanitarias para su utilización clínica.

Igualmente comenzó la carrera por la vacuna. Tan pronto se liberó la secuencia genética del virus los diferentes grupos de investigación competentes comenzaron a adaptar sus plataformas. De momento hay 166 proyectos registrados de los cuales 25 se encuentran en pruebas clínicas siendo los más avanzados tres Chinos basados virus desactivados y el de Astra-Zeneca y la Universidad de Oxford basado en un vector viral no infeccioso. El siguiente en la lista es el de la empresa Moderna que debiera pasar a fase 3 en los próximos días y el cual consiste en una vacuna basada en ácidos nucléicos. El escenario más optimista indica que se requerirá de un año más para que alguna o algunas de las vacunas actualmente en experimentación y que resulten ser efectivas pueden ser producidas y distribuidas.

Desde el principio supimos que la respuesta a la pandemia debía ser científica. Aquellos países que así lo hicieron han tenido una mejor contención mientras que aquellos que decidieron dar una respuesta política lideran la tabla de casos y de muertes sin que haya, a la fecha, tendencia descendente.


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