México está virtualmente en recesión y podría convertirse en real en las próximas semanas, según establece el reporte de Bank of America-Merrill Lynch , que basa sus conclusiones en los datos de crecimiento negativo en el país para los dos primeros trimestres del año.
En traducción experta, cualquier economía que acumule dos trimestres con crecimiento negativo padece, por definición, una recesión. El reporte definitivo de recesión se daría cuando la liberación de todos los indicadores económicos confirme la contracción de la economía en el segundo trimestre (lo que podría ocurrir esta misma semana).
Si los números se confirman, el anuncio de recesión puede depreciar el peso y forzar aún más recortes presupuestales, asegura el reporte que prevé una presión aún mayor para que el Banco de México ajuste a la baja las tasas de interés como una manera de ayudar a la economía, aunque los analistas dudan de que la banca central mexicana vaya a ceder a la presión. Igualmente, prevé, habría más atención sobre la respuesta de Andrés Manuel López Obrador, que podría incluir, advierten, el aumento en el gasto gubernamental.
Los datos que analiza el reporte, han servido para concluir que el país crecería a un ritmo aún más bajo de lo programado, 0.7% en 2019 y alrededor de 1.2% el año entrante); como efectos de la primera recesión no ligada a la economía estadounidense desde la llamada Tequila Crisis, cuando Ernesto Zedillo gobernaba México a mediados de los noventa. Dato adicional, el control inflacionario no le permite al país mucho margen de maniobra en materia monetaria, por lo que se espera incluso una acción moderada del Banco de México.
El reporte de Merryll Lynch atribuye la recesión en el país a cinco factores, la falta de certeza en materia de comercio internacional derivada de las presiones impuestas por el gobierno de los Estados Unidos; la falta de certeza también sobre las política interna y su implementación (situación que provocó la dimisión del Secretario de Hacienda como efecto más notorio, pero que mantiene a los inversionistas ex extremo cautelosos; la política fiscal del país, que mantiene los recortes presupuestales y un débil crecimiento en las retribuciones; la política monetaria que sigue concentrada en el control sobre la inflación sacrificando el crecimiento económico, y sometida a presiones de calificadoras internacionales que reducen la confianza para invertir; y la caída ya del 10.7% en la producción petrolera.
Con estos números, es difícil ser optimista sobre el futuro de la economía nacional, por lo que urge emprender soluciones locales. Una de ellas, aunque parezca aún limitada, puede ser la inciiativa de Cuauhtémoc Blanco Bravo remitida al Congreso del Estado para permitir los contratos mixtos, con los que las inversiones bipartitas entre el gobierno y la sociedad civil podrían convertirse en realidades. Frente a expectativas económicas complejas (por decir lo menos) en los planos nacional e internacional, las regiones deben empezar a fortalecerse y las alianzas que pudieran gestarse en Morelos son una atractiva posibilidad.
Los problemas de la economía local, advertimos, no van a solucionarse de forma rápida ni por arte de magia, pero es necesario que el gobierno genere condiciones de confianza para atraer inversiones y promueva la creación de alianzas productivas y de capital para dinamizar la actividad productiva que no ha podido crecer al ritmo necesario desde hace muchos años.
Lejos de promover el escándalo y el reparto de culpas, es tiempo de ponerse a trabajar, todos juntos, para que el efecto de crisis en la economía nacional no golpee gravemente a Morelos. Las inversiones en el campo, en el turismo, en la industria, deben también fortalecerse junto a alternativas poco exploradas como las energías limpias y las industrias y gobiernos inteligentes.