/ miércoles 28 de julio de 2021

La promoción de la consulta popular

A sólo cuatro días de la Consulta Popular 2021, el Instituto Nacional Electoral mantiene sus esfuerzos para difundir el ejercicio con información puntual y clara sobre el contenido y los efectos de la misma. Con igual o tal vez mayor ahínco del que ponía en promover el proceso electoral de junio pasado. Para ser justos habrá que decir que la enorme visibilidad que tienen las elecciones radica en sus múltiples promotores -autoridades electorales, partidos políticos, organizaciones ciudadanas y grupos de interés.

En el caso de la consulta el INE está sólo, parte porque la promoción que hacen algunos interesados en promover la participación ciudadana parte mayormente de una desinformación activa que centra la pregunta motivo del ejercicio en un presunto juicio a ex presidentes de la República; otra porque la mayor parte de los Organismos Públicos Locales Electorales carecen ya de recursos suficientes para algo más que cubrir las nóminas y prestaciones de sus trabajadores hasta el final del año, por lo que poco pueden hacer para apoyar los esfuerzos de difusión de la consulta, que sin embargo hacen pero básicamente como solidarios replicadores de lo que difunde el INE; y la última porque es cierto que la mayor parte de la audiencia está ocupada en temas que le parecen mucho más relevantes que la consulta popular y, aplicando un principio de economía de la comunicación “nada más difícil que provocar interés en temas que no lo despiertan por sí mismos”.

La teoría básica de la comunicación enseña desde el siglo pasado que la democracia es un ejercicio difícil de mercadear. Uno acude a las urnas como podría acudir a adquirir cualquier bien o servicio, pero muy a menudo tiene que conformarse con la elección de producto que hacen otros, a diferencia de cualquier otro ejercicio de consumo. Aún así, las elecciones tienen alta participación de mercado, alrededor de la mitad de los inscritos para hacerlo votan en cada proceso electoral. Los procesos electorales con menor participación ciudadana son los intermedios, y algunos de aquellos que se perciben inútiles por diversas causas (opciones poco estimulantes, percepción de que las cosas están resueltas o que poco podría cambiar con el voto del ciudadano, etcétera).

Así, la consulta ciudadana que el INE promueve con ahínco y que consideramos el principio de un irrenunciable derecho ciudadano a involucrarse más directamente con las decisiones trascendentes del poder público, no parece tener mayores argumentos motivadores que esos dos. La promoción por parte de un actor que registra una alta confianza de la ciudadanía; y la posibilidad de ejercer un derecho. Pero en el público, audiencia, consumidores, electorado, ciudadanía, o como se quiera llamar al grupo al que pretende apelarse, la percepción de que aún con la consulta ciudadana no pasará nada luce mucho más poderosa que cualquiera de los argumentos para acudir a las urnas el domingo.

Este fenómeno no habla mal de la consulta ni de sus promotores oficiales, sino de un sistema político que tiene escasa confianza ciudadana, una pregunta que se percibe como inútil, y el enrarecimiento y polarización que suelen quedar inmediatamente después de las elecciones.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx


A sólo cuatro días de la Consulta Popular 2021, el Instituto Nacional Electoral mantiene sus esfuerzos para difundir el ejercicio con información puntual y clara sobre el contenido y los efectos de la misma. Con igual o tal vez mayor ahínco del que ponía en promover el proceso electoral de junio pasado. Para ser justos habrá que decir que la enorme visibilidad que tienen las elecciones radica en sus múltiples promotores -autoridades electorales, partidos políticos, organizaciones ciudadanas y grupos de interés.

En el caso de la consulta el INE está sólo, parte porque la promoción que hacen algunos interesados en promover la participación ciudadana parte mayormente de una desinformación activa que centra la pregunta motivo del ejercicio en un presunto juicio a ex presidentes de la República; otra porque la mayor parte de los Organismos Públicos Locales Electorales carecen ya de recursos suficientes para algo más que cubrir las nóminas y prestaciones de sus trabajadores hasta el final del año, por lo que poco pueden hacer para apoyar los esfuerzos de difusión de la consulta, que sin embargo hacen pero básicamente como solidarios replicadores de lo que difunde el INE; y la última porque es cierto que la mayor parte de la audiencia está ocupada en temas que le parecen mucho más relevantes que la consulta popular y, aplicando un principio de economía de la comunicación “nada más difícil que provocar interés en temas que no lo despiertan por sí mismos”.

La teoría básica de la comunicación enseña desde el siglo pasado que la democracia es un ejercicio difícil de mercadear. Uno acude a las urnas como podría acudir a adquirir cualquier bien o servicio, pero muy a menudo tiene que conformarse con la elección de producto que hacen otros, a diferencia de cualquier otro ejercicio de consumo. Aún así, las elecciones tienen alta participación de mercado, alrededor de la mitad de los inscritos para hacerlo votan en cada proceso electoral. Los procesos electorales con menor participación ciudadana son los intermedios, y algunos de aquellos que se perciben inútiles por diversas causas (opciones poco estimulantes, percepción de que las cosas están resueltas o que poco podría cambiar con el voto del ciudadano, etcétera).

Así, la consulta ciudadana que el INE promueve con ahínco y que consideramos el principio de un irrenunciable derecho ciudadano a involucrarse más directamente con las decisiones trascendentes del poder público, no parece tener mayores argumentos motivadores que esos dos. La promoción por parte de un actor que registra una alta confianza de la ciudadanía; y la posibilidad de ejercer un derecho. Pero en el público, audiencia, consumidores, electorado, ciudadanía, o como se quiera llamar al grupo al que pretende apelarse, la percepción de que aún con la consulta ciudadana no pasará nada luce mucho más poderosa que cualquiera de los argumentos para acudir a las urnas el domingo.

Este fenómeno no habla mal de la consulta ni de sus promotores oficiales, sino de un sistema político que tiene escasa confianza ciudadana, una pregunta que se percibe como inútil, y el enrarecimiento y polarización que suelen quedar inmediatamente después de las elecciones.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx