/ martes 29 de septiembre de 2020

La piñata partidista

Es cierto, 20 partidos para un estado de dos millones de habitantes es un exceso, pero también lo es que el pacto político de Morelos supone la repartición de muy pocos cargos políticos entre muchos grupos de interés, muy pocos de ellos con alguna consistencia ideológica o siquiera un programa de gobierno. Porfirio Muñoz Ledo hace un símil interesante del sistema de partidos en Morelos con una piñata; cada grupo logra una parte del objeto pero al final todos reciben algo, es lo maravilloso del contenedor decorado, quienes se lanzan a rasparse las rodillas obtienen siempre algo, aunque sea un tejocote medio pisado.

La atomización del sistema político favoreció la transición de ideologías y programas de gobierno a una serie de agendas personales que permiten acceder a fracciones de presupuesto y de poder a muchos sujetos que aseguran ser políticos pero acaban, salvo algunas excepciones, convertidos en burócratas de lujo. La fragmentación aludida encarece además la gestión parlamentaria, los acuerdos cuestan mucho porque hay que pactar con muchas personas, además de con los naturales grupos de interés temático y fuerzas ciudadanas. Maicear a regidores y legisladores parece una práctica tristemente común y no se reduce solamente a la grosería de dar maletas llenas de dinero, como se cuenta, sino también a la entrega de cargos y credenciales para obtener los favores de las facciones de una clase gobernante que hace años dejó de ser política.

Bajo esta lógica, la construcción de una alternativa luce francamente lejana. Las ideologías, necesarias como marco de operación para el diseño de tratamientos a los problemas sociales, carecen de esperanzas para renacer en un ambiente dominado por facciones. Este acercamiento explica muchos fenómenos de la política local, como los tránsfugas, las alianzas coyunturales, lo personales de los discursos, y otros vicios que se arraigan en quienes ostentan y detentan el poder, sin embargo, no ayuda a la corrección de nada, definir no es entender y tampoco tratar.

El descrédito de la política en Morelos paradójicamente se podría reconocer en el abandono de la práctica política, es decir, de la construcción mediante el diálogo de tratamientos a los problemas comunes de la sociedad. De hecho, no son la oposición ni la derecha las “moralmente derrotadas”, como alega el discurso partisano de izquierda, es toda la clase en el poder, que ha dejado de ser política para convertirse en una suerte de administradores de desgracias presupuestales.

Pocos son los que se salvan y hasta hace unos meses, sus discursos parecían irrelevantes en la marea de intercambios insultantes entre burócratas de lujo. La crisis generalizada que padece Morelos, seguridad, economía, salud, educación, desarrollo social, ha vuelto urgente la recuperación de la política y que los sujetos que creen en ella tomen un papel de mayor relevancia, desde sus posiciones ideológicas y con la participación de la sociedad. El modelo de piñata se ha agotado y urge construir alternativas que rescaten la política.

Lo peor que puede ocurrir a Morelos es seguir por el mismo camino.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Es cierto, 20 partidos para un estado de dos millones de habitantes es un exceso, pero también lo es que el pacto político de Morelos supone la repartición de muy pocos cargos políticos entre muchos grupos de interés, muy pocos de ellos con alguna consistencia ideológica o siquiera un programa de gobierno. Porfirio Muñoz Ledo hace un símil interesante del sistema de partidos en Morelos con una piñata; cada grupo logra una parte del objeto pero al final todos reciben algo, es lo maravilloso del contenedor decorado, quienes se lanzan a rasparse las rodillas obtienen siempre algo, aunque sea un tejocote medio pisado.

La atomización del sistema político favoreció la transición de ideologías y programas de gobierno a una serie de agendas personales que permiten acceder a fracciones de presupuesto y de poder a muchos sujetos que aseguran ser políticos pero acaban, salvo algunas excepciones, convertidos en burócratas de lujo. La fragmentación aludida encarece además la gestión parlamentaria, los acuerdos cuestan mucho porque hay que pactar con muchas personas, además de con los naturales grupos de interés temático y fuerzas ciudadanas. Maicear a regidores y legisladores parece una práctica tristemente común y no se reduce solamente a la grosería de dar maletas llenas de dinero, como se cuenta, sino también a la entrega de cargos y credenciales para obtener los favores de las facciones de una clase gobernante que hace años dejó de ser política.

Bajo esta lógica, la construcción de una alternativa luce francamente lejana. Las ideologías, necesarias como marco de operación para el diseño de tratamientos a los problemas sociales, carecen de esperanzas para renacer en un ambiente dominado por facciones. Este acercamiento explica muchos fenómenos de la política local, como los tránsfugas, las alianzas coyunturales, lo personales de los discursos, y otros vicios que se arraigan en quienes ostentan y detentan el poder, sin embargo, no ayuda a la corrección de nada, definir no es entender y tampoco tratar.

El descrédito de la política en Morelos paradójicamente se podría reconocer en el abandono de la práctica política, es decir, de la construcción mediante el diálogo de tratamientos a los problemas comunes de la sociedad. De hecho, no son la oposición ni la derecha las “moralmente derrotadas”, como alega el discurso partisano de izquierda, es toda la clase en el poder, que ha dejado de ser política para convertirse en una suerte de administradores de desgracias presupuestales.

Pocos son los que se salvan y hasta hace unos meses, sus discursos parecían irrelevantes en la marea de intercambios insultantes entre burócratas de lujo. La crisis generalizada que padece Morelos, seguridad, economía, salud, educación, desarrollo social, ha vuelto urgente la recuperación de la política y que los sujetos que creen en ella tomen un papel de mayor relevancia, desde sus posiciones ideológicas y con la participación de la sociedad. El modelo de piñata se ha agotado y urge construir alternativas que rescaten la política.

Lo peor que puede ocurrir a Morelos es seguir por el mismo camino.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx