/ miércoles 14 de abril de 2021

La organización social

Más allá de sus políticos y de la triste tendencia al cinismo político, que tantas veces la ha alejado de tomar decisiones responsables en momentos críticos, como las elecciones, la ciudadanía morelense es extraordinariamente noble, exquisitamente amable y profundamente solidaria.

Más tiempo ha tardado el fuego en extenderse en Malinalapa, más tardaron las autoridades en ponerse de acuerdo en la forma de combatir el incendio, que los ciudadanos y empresarios en organizar colectas, improvisar albergues en casas y hoteles, y programar una respuesta ciudadana integral para apoyar a las comunidades afectadas por el fuego.

No siempre es así, dirán algunos recordando los recientes episodios de irresponsabilidad social frente a la pandemia por Covid-19, pero se trata de catástrofes diferentes. En el caso de la pandemia, la permanencia del mal, su extensión y los efectos psicosociales de la misma, han generado una colección de padecimientos emocionales que van desde la depresión y ansiedad hasta la anhedonia, y que vuelven profundamente complicada la interacción social en las relacionadas con la pandemia y la salud pública en general. Así, la dificultad de ver comportamientos responsables y solidarios relacionados con la crisis sanitaria es enorme.

En cambio, el incendio forestal que mientras escribimos esto ha consumido ya 310 hectáreas de encinos y pino y cuyos efectos podrían comprometer la seguridad y salud de los habitantes de las comunidades cercanas, es un problema focalizado en un tiempo y espacio limitados frente al que socialmente parece mucho más sencillo socialmente. Mientras los políticos y el gobierno estatal mantienen su atención en sus campañas electorales que para los ayuntamientos y el congreso del estado iniciarán el lunes próximo, y en lo que puedan figurar dentro de la campaña de vacunación contra Covid-19; el enfoque de un sector importante de morelenses se ha centrado en el incendio y sus efectos. La acción gubernamental en Tepoztlán se ha reducido a coordinar el combate al incendio en el que participan brigadas estatales, federales y del municipio, la organización social que se ha gestado en paralelo pero con un origen independiente, ha superado lo que el poder se ha vuelto incapaz de prever, el impacto social de los acontecimientos.

Así, la gente lleva agua y alimentos a los brigadistas, se apresta para colaborar en especie en caso de que se determine mover a la gente de las comunidades cercanas, aunque el gobierno del estado ha negado que tal escenario esté cercano, en comportamientos que llenan las tareas que el gobierno ha dejado a la deriva de forma ejemplar en tanto demuestran calidad humana, capacidad de organización, generosidad y todas las cosas que hacen falta frente a catástrofes como el incendio y que podrían ser extrapoladas para enfrentar otros desastres, mucho más permanentes como la política en todos sus niveles y esferas.

La capacidad de organización social de los morelenses frente a catástrofes naturales sin duda es una fortaleza, pero esa respuesta es inconsistente para otros problemas a los que parece resignarse. Así el respeto que los políticos deberían tener a la ciudadanía local se diluye hasta volverse abuso.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Más allá de sus políticos y de la triste tendencia al cinismo político, que tantas veces la ha alejado de tomar decisiones responsables en momentos críticos, como las elecciones, la ciudadanía morelense es extraordinariamente noble, exquisitamente amable y profundamente solidaria.

Más tiempo ha tardado el fuego en extenderse en Malinalapa, más tardaron las autoridades en ponerse de acuerdo en la forma de combatir el incendio, que los ciudadanos y empresarios en organizar colectas, improvisar albergues en casas y hoteles, y programar una respuesta ciudadana integral para apoyar a las comunidades afectadas por el fuego.

No siempre es así, dirán algunos recordando los recientes episodios de irresponsabilidad social frente a la pandemia por Covid-19, pero se trata de catástrofes diferentes. En el caso de la pandemia, la permanencia del mal, su extensión y los efectos psicosociales de la misma, han generado una colección de padecimientos emocionales que van desde la depresión y ansiedad hasta la anhedonia, y que vuelven profundamente complicada la interacción social en las relacionadas con la pandemia y la salud pública en general. Así, la dificultad de ver comportamientos responsables y solidarios relacionados con la crisis sanitaria es enorme.

En cambio, el incendio forestal que mientras escribimos esto ha consumido ya 310 hectáreas de encinos y pino y cuyos efectos podrían comprometer la seguridad y salud de los habitantes de las comunidades cercanas, es un problema focalizado en un tiempo y espacio limitados frente al que socialmente parece mucho más sencillo socialmente. Mientras los políticos y el gobierno estatal mantienen su atención en sus campañas electorales que para los ayuntamientos y el congreso del estado iniciarán el lunes próximo, y en lo que puedan figurar dentro de la campaña de vacunación contra Covid-19; el enfoque de un sector importante de morelenses se ha centrado en el incendio y sus efectos. La acción gubernamental en Tepoztlán se ha reducido a coordinar el combate al incendio en el que participan brigadas estatales, federales y del municipio, la organización social que se ha gestado en paralelo pero con un origen independiente, ha superado lo que el poder se ha vuelto incapaz de prever, el impacto social de los acontecimientos.

Así, la gente lleva agua y alimentos a los brigadistas, se apresta para colaborar en especie en caso de que se determine mover a la gente de las comunidades cercanas, aunque el gobierno del estado ha negado que tal escenario esté cercano, en comportamientos que llenan las tareas que el gobierno ha dejado a la deriva de forma ejemplar en tanto demuestran calidad humana, capacidad de organización, generosidad y todas las cosas que hacen falta frente a catástrofes como el incendio y que podrían ser extrapoladas para enfrentar otros desastres, mucho más permanentes como la política en todos sus niveles y esferas.

La capacidad de organización social de los morelenses frente a catástrofes naturales sin duda es una fortaleza, pero esa respuesta es inconsistente para otros problemas a los que parece resignarse. Así el respeto que los políticos deberían tener a la ciudadanía local se diluye hasta volverse abuso.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx