/ jueves 21 de octubre de 2021

La nostalgia del fin… y la construcción de la esperanza

Estamos cerca de fin de año, casi empieza noviembre, y seguramente comenzamos a hacer un balance de este año tan dramáticamente excepcional que hemos vivido, pero que comenzó desde 2020. Nos hemos sentido cercados por la pandemia, pero también por sus consecuencias, aislados en casa y sin poder ir a trabajar ni poder ir a la escuela. Al principio nos sentimos amenazados y buscábamos la esperanza que llegaría pronto, aunque no sabíamos cómo. El gobierno federal comenzó unos boletines de prensa por televisión, encabezados por el doctor Hugo López Gatel, Ramírez por la madre, por cierto, pero nunca se ha presentado así. Estas conferencias eran vespertinas, creo que a las 7:00 pm, y todos los días, aunque fuera sábado o domingo. Pronto, estas informaciones nos agobiaron tanto como la pandemia y pronto también se convirtieron en parte del cerco que vivíamos por la pandemia. Desafortunadamente, muchas de nuestras precauciones en el aislamiento y el cerco fueron insuficientes, además de que la autoridad sanitaria encabezada por López Gatel Ramírez, pronosticaba que no nos ilusionáramos con la vacuna que seguramente la vacuna tardaría años. En el transcurso de estos dos años tristemente algún conocido, algún familiar, vecino, amigo, colega se contagió y más triste aun, perdería la vida. Esto a pesar de que la vacuna comenzó a ser aplicada principalmente a principios de este año y creímos que la pesadilla comenzaba a terminarse,.Algo de eso fue cierto, pero no todo, pues algunas de la gente cercana que perdimos, sorprendentemente estaba vacunada.

Entonces, resultó muy sorpresiva la desgracia. ¿Y entonces? A seguirnos cuidando, con el ‘che cubrebocas, aquel que con mucha necedad López Gatel Ramírez decía una y otra vez en televisión nacional que no había evidencia científica de su utilidad, casi seguro por su “disciplina” con su jefe, el presidente de la República que era muy renuente a usarlo, parecía que la política política se imponía sobre la política de salud pública, pues en muchos países, y desde luego en el propio país vecino, los Estados Unidos en donde otro presidente se negaba a utilizar el cubrebocas, a pesar de que la autoridad sanitaria de su país recomendaba su uso porque disminuía la probabilidad de contagio hasta en un 60% o un poco más. Así se recomendaba en todo el mundo.

El otro cerco que hemos vivido ha sido desde que llegó López Obrador a la presidencia de la República. Un cambio de régimen que había sido pospuesto ilegítimamente y muy probablemente de manera ilícita por una maraña de la propia corrupción de esa clase política y una élite económica que se había apropiado del cambio político. Como ha ocurrido en otros gobiernos latinoamericanos, una vez que ha llegado al poder presidencial una verdadera oposición de “izquierda”, esa elite económica y política ha respondido y se ha generado esa discusión pública no solo polarizada, sino de odio. Desafortunadamente, no solo por esa elite, sino también por el propio presidente de la República: ambos grupos y sus simpatizantes con provocaciones y agresiones cotidianas; ambos utilizando la fuerza, más que la argumentación razonada, desde su propia posición de poder; ambos buscando influir en los procesos electorales para mantener o recuperar su posición política; ambos con un uso ilegítimo; ambos utilizando insultos y mentiras; ambos abusando del poder que tienen, sean autoridad o no, pero con poder.

Y nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes desde cada una las ciudades y municipios en que vivimos atrapados y cercados otra vez de estas redes de discusión pública de odio, pero además sin enfrentar efectivamente el otro cerco que vivimos, la inseguridad y la corrupción manifestada y concretada en los lugares donde vivimos, con las calles, varios de los servicios básicos tomados y capturados por esos grupos en nuestra ciudad y en muchos lugares del país; en parte porque ese tráfico del poder político y la corrupción ha debilitado tanto a nuestros gobiernos que han deteriorado la calidad de vida y la vida cotidiana que nos sentimos cercado, agobiados y avasallados.

Hace algunos años, un científico de Medellín decidió enfrentar estos cercos, aunque sin pandemia, y luchar por arrebatarle a estos personajes la vida de su ciudad y comenzó a hacer política decidió enfrentarlos. No tuvo éxito al principio, pero después llego finamente a la alcaldía y luego a la gubernatura de su estado, bueno hasta fue candidato a la vicepresidencia de la República de Colombia. En ese proceso y ese camino escribió un libro que tituló Del Miedo a la Esperanza. Ni modo, ante estos cercos hay que hacer política, no es toda la solución, pero puede ser el inicio del rompimiento de estos cercos y nadie más va a venir a hacerlo por nosotros. Hoy pensé esto cuando platiqué con algunos representantes políticos de Cuautla que me compartieron lo mal que está Cuautla, tanto como Cuernavaca y creo yo muchos lugares de Morelos por ese tráfico de poder político y corrupción.

Estamos cerca de fin de año, casi empieza noviembre, y seguramente comenzamos a hacer un balance de este año tan dramáticamente excepcional que hemos vivido, pero que comenzó desde 2020. Nos hemos sentido cercados por la pandemia, pero también por sus consecuencias, aislados en casa y sin poder ir a trabajar ni poder ir a la escuela. Al principio nos sentimos amenazados y buscábamos la esperanza que llegaría pronto, aunque no sabíamos cómo. El gobierno federal comenzó unos boletines de prensa por televisión, encabezados por el doctor Hugo López Gatel, Ramírez por la madre, por cierto, pero nunca se ha presentado así. Estas conferencias eran vespertinas, creo que a las 7:00 pm, y todos los días, aunque fuera sábado o domingo. Pronto, estas informaciones nos agobiaron tanto como la pandemia y pronto también se convirtieron en parte del cerco que vivíamos por la pandemia. Desafortunadamente, muchas de nuestras precauciones en el aislamiento y el cerco fueron insuficientes, además de que la autoridad sanitaria encabezada por López Gatel Ramírez, pronosticaba que no nos ilusionáramos con la vacuna que seguramente la vacuna tardaría años. En el transcurso de estos dos años tristemente algún conocido, algún familiar, vecino, amigo, colega se contagió y más triste aun, perdería la vida. Esto a pesar de que la vacuna comenzó a ser aplicada principalmente a principios de este año y creímos que la pesadilla comenzaba a terminarse,.Algo de eso fue cierto, pero no todo, pues algunas de la gente cercana que perdimos, sorprendentemente estaba vacunada.

Entonces, resultó muy sorpresiva la desgracia. ¿Y entonces? A seguirnos cuidando, con el ‘che cubrebocas, aquel que con mucha necedad López Gatel Ramírez decía una y otra vez en televisión nacional que no había evidencia científica de su utilidad, casi seguro por su “disciplina” con su jefe, el presidente de la República que era muy renuente a usarlo, parecía que la política política se imponía sobre la política de salud pública, pues en muchos países, y desde luego en el propio país vecino, los Estados Unidos en donde otro presidente se negaba a utilizar el cubrebocas, a pesar de que la autoridad sanitaria de su país recomendaba su uso porque disminuía la probabilidad de contagio hasta en un 60% o un poco más. Así se recomendaba en todo el mundo.

El otro cerco que hemos vivido ha sido desde que llegó López Obrador a la presidencia de la República. Un cambio de régimen que había sido pospuesto ilegítimamente y muy probablemente de manera ilícita por una maraña de la propia corrupción de esa clase política y una élite económica que se había apropiado del cambio político. Como ha ocurrido en otros gobiernos latinoamericanos, una vez que ha llegado al poder presidencial una verdadera oposición de “izquierda”, esa elite económica y política ha respondido y se ha generado esa discusión pública no solo polarizada, sino de odio. Desafortunadamente, no solo por esa elite, sino también por el propio presidente de la República: ambos grupos y sus simpatizantes con provocaciones y agresiones cotidianas; ambos utilizando la fuerza, más que la argumentación razonada, desde su propia posición de poder; ambos buscando influir en los procesos electorales para mantener o recuperar su posición política; ambos con un uso ilegítimo; ambos utilizando insultos y mentiras; ambos abusando del poder que tienen, sean autoridad o no, pero con poder.

Y nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes desde cada una las ciudades y municipios en que vivimos atrapados y cercados otra vez de estas redes de discusión pública de odio, pero además sin enfrentar efectivamente el otro cerco que vivimos, la inseguridad y la corrupción manifestada y concretada en los lugares donde vivimos, con las calles, varios de los servicios básicos tomados y capturados por esos grupos en nuestra ciudad y en muchos lugares del país; en parte porque ese tráfico del poder político y la corrupción ha debilitado tanto a nuestros gobiernos que han deteriorado la calidad de vida y la vida cotidiana que nos sentimos cercado, agobiados y avasallados.

Hace algunos años, un científico de Medellín decidió enfrentar estos cercos, aunque sin pandemia, y luchar por arrebatarle a estos personajes la vida de su ciudad y comenzó a hacer política decidió enfrentarlos. No tuvo éxito al principio, pero después llego finamente a la alcaldía y luego a la gubernatura de su estado, bueno hasta fue candidato a la vicepresidencia de la República de Colombia. En ese proceso y ese camino escribió un libro que tituló Del Miedo a la Esperanza. Ni modo, ante estos cercos hay que hacer política, no es toda la solución, pero puede ser el inicio del rompimiento de estos cercos y nadie más va a venir a hacerlo por nosotros. Hoy pensé esto cuando platiqué con algunos representantes políticos de Cuautla que me compartieron lo mal que está Cuautla, tanto como Cuernavaca y creo yo muchos lugares de Morelos por ese tráfico de poder político y corrupción.