/ lunes 19 de julio de 2021

La muerte del periodista que me enseñó a escribir

Cómo podría decirte, querido Tico Medina, en estos momentos en que me entero de tu partida desde mi entrañable ciudad de Cuernavaca, que yo empecé mi labor como reportera y entrevistadora casi de la mano contigo y sin tú saberlo.

Verás por qué lo digo. Sin lugar a dudas, coincido con Julio Iglesias que dijo que tú has sido el más grande reportero español en la historia moderna. Y rumiando acerca de cómo poder despedirme de ti, lo haré recordando tus momentos cumbres. Recuerdo uno, bueno, muchos de tus reportajes como el que hiciste a favor de la defensa de las tortugas marinas, revelando que de cien huevos solo cinco llegan a ser tortugas debido a la infame depredación humana.

Tú me enseñaste, Tico, que en el quehacer periodístico a veces hay que mezclar entre las historias reales, algunos pasajes imaginarios para llegar al fondo de un tema y con ello alcanzar el corazón de un lector. Te confieso que te comencé a leer cuando escribías en la redacción del gran periódico español, el ABC, decano de la prensa de tu país. Luego te seguí cuando entraste a la revista ¡Hola!, a pesar de que eras jefe editorial, ahí buscaba con ahinco tus entrevistas pintadas de sol y plata al referirte a grandes toreros o a la misma Duquesa de Alba. Comunicador, guionista, escritor…tu exitosa trayectoria profesional te llevó a recibir innumerables premios.

Tu entrevista a Fidel Castro, -la primera que se le hizo al Comandante en la Sierra Maestra- o a un excéntrico, pero genial Salvador Dalí; también tú te llevaste la primicia en entrevistas a tan sigular personaje. O a la Madre Teresa de Calcuta, a Paulo VI, a un Richard Nixon destruido tras su destitución o al mítico guerrillero, el Che Guevara. Tus miles de entrevistas y reportajes que realizaste a lo largo de tu vida te envuelven hoy ya en el sudario de la leyenda. Hasta Hemingway se rindió a tus pies cuando dijo de tí: “Es el periodista capaz de hacer de la pequeña noticia, la gran noticia”.

Fuiste un contador de historias desde que a los siete años escribiste un poema a un ciprés que había en el huerto familiar. Tu elegante y sólida prosa influenciada por los grandes amigos que tuviste primero en tu natal Granada y después en el mundo entero, entre ellos, Federico García Lorca y los buenos libros que siempre leíste te hicieron manejar una prosa narrativa estupenda. Leíste tanto que llegaste a ser algo así como la biblioteca de Alejandría, un pozo de cultura y lo mejor es que te encantaba difundir los conocimientos que adquirías a todos lus leales lectores. Por eso, te seguíamos a donde fuera que escribieras. Maestro de periodistas, en ocasiones divertido, otras veces irónico, sólo la muerte te pudo jubilar a tus 86 años que alcanzaste cuando ya tu corazón dejó de resistir más a tus achaques crecientes de salud. Era tanto lo que tú viviste y sentiste en cada uno de tus trabajos periodísticos que ahora sé que en realidad te preparabas para convertirte en un ejemplo de lo que todo excelente periodista logra. Estoy de acuerdo en que tú perteneces a esa raza de periodistas que sólo la muerte jubila.

Y fíjate lo que es la vida querido Tico, cuando era yo solo una aprendiz de periodista, matriculada en un principio en las calles donde hubiera algo que contar, eso sí con un bagaje de buena lectura que adquirí desde los ocho años de edad, cuando descubrí una de tus crónicas-entrevistas-reportajes, ya no pude dejar de leerte. Contigo aprendí las lides de que una buena entrevista marca la diferencia de una plática cualquiera. Y aún más, que a pesar de que perseguías a grandes personajes, no te olvidabas de que detrás de los seres a los que podemos calificar como “comunes y corrientes”, hay siempre personajes de oro y plata en los que encuentras historias de interés que dar a conocer.

Tú me enseñaste a la distancia a marcar un estilo y eso querido periodista siempre ayuda a nunca apartarte del blanco cuando sabes que estás cerca de alcanzar una “nota”. Leí en uno de tus blogs que tú te describiste a ti mismo, diciendo: “Soy un viejo druida sin historia personal. Porque lo único que hice en mi vida fue eso, contar las historias de los demás. En todos los medios. Adoro pasar desapercibido, pero es una pena. Ya no puedo. He conocido personajes formidables, históricos, aunque a la hora de hacer recuento, creo que han sido más los histéricos. Escribo, claro, mis memorias, pero aunque quiero, no puedo. ¡He vivido tanto, tanto! ¡Pero también he contado tanto…!”.

Y hasta el próximo lunes queridos lectores.

Cómo podría decirte, querido Tico Medina, en estos momentos en que me entero de tu partida desde mi entrañable ciudad de Cuernavaca, que yo empecé mi labor como reportera y entrevistadora casi de la mano contigo y sin tú saberlo.

Verás por qué lo digo. Sin lugar a dudas, coincido con Julio Iglesias que dijo que tú has sido el más grande reportero español en la historia moderna. Y rumiando acerca de cómo poder despedirme de ti, lo haré recordando tus momentos cumbres. Recuerdo uno, bueno, muchos de tus reportajes como el que hiciste a favor de la defensa de las tortugas marinas, revelando que de cien huevos solo cinco llegan a ser tortugas debido a la infame depredación humana.

Tú me enseñaste, Tico, que en el quehacer periodístico a veces hay que mezclar entre las historias reales, algunos pasajes imaginarios para llegar al fondo de un tema y con ello alcanzar el corazón de un lector. Te confieso que te comencé a leer cuando escribías en la redacción del gran periódico español, el ABC, decano de la prensa de tu país. Luego te seguí cuando entraste a la revista ¡Hola!, a pesar de que eras jefe editorial, ahí buscaba con ahinco tus entrevistas pintadas de sol y plata al referirte a grandes toreros o a la misma Duquesa de Alba. Comunicador, guionista, escritor…tu exitosa trayectoria profesional te llevó a recibir innumerables premios.

Tu entrevista a Fidel Castro, -la primera que se le hizo al Comandante en la Sierra Maestra- o a un excéntrico, pero genial Salvador Dalí; también tú te llevaste la primicia en entrevistas a tan sigular personaje. O a la Madre Teresa de Calcuta, a Paulo VI, a un Richard Nixon destruido tras su destitución o al mítico guerrillero, el Che Guevara. Tus miles de entrevistas y reportajes que realizaste a lo largo de tu vida te envuelven hoy ya en el sudario de la leyenda. Hasta Hemingway se rindió a tus pies cuando dijo de tí: “Es el periodista capaz de hacer de la pequeña noticia, la gran noticia”.

Fuiste un contador de historias desde que a los siete años escribiste un poema a un ciprés que había en el huerto familiar. Tu elegante y sólida prosa influenciada por los grandes amigos que tuviste primero en tu natal Granada y después en el mundo entero, entre ellos, Federico García Lorca y los buenos libros que siempre leíste te hicieron manejar una prosa narrativa estupenda. Leíste tanto que llegaste a ser algo así como la biblioteca de Alejandría, un pozo de cultura y lo mejor es que te encantaba difundir los conocimientos que adquirías a todos lus leales lectores. Por eso, te seguíamos a donde fuera que escribieras. Maestro de periodistas, en ocasiones divertido, otras veces irónico, sólo la muerte te pudo jubilar a tus 86 años que alcanzaste cuando ya tu corazón dejó de resistir más a tus achaques crecientes de salud. Era tanto lo que tú viviste y sentiste en cada uno de tus trabajos periodísticos que ahora sé que en realidad te preparabas para convertirte en un ejemplo de lo que todo excelente periodista logra. Estoy de acuerdo en que tú perteneces a esa raza de periodistas que sólo la muerte jubila.

Y fíjate lo que es la vida querido Tico, cuando era yo solo una aprendiz de periodista, matriculada en un principio en las calles donde hubiera algo que contar, eso sí con un bagaje de buena lectura que adquirí desde los ocho años de edad, cuando descubrí una de tus crónicas-entrevistas-reportajes, ya no pude dejar de leerte. Contigo aprendí las lides de que una buena entrevista marca la diferencia de una plática cualquiera. Y aún más, que a pesar de que perseguías a grandes personajes, no te olvidabas de que detrás de los seres a los que podemos calificar como “comunes y corrientes”, hay siempre personajes de oro y plata en los que encuentras historias de interés que dar a conocer.

Tú me enseñaste a la distancia a marcar un estilo y eso querido periodista siempre ayuda a nunca apartarte del blanco cuando sabes que estás cerca de alcanzar una “nota”. Leí en uno de tus blogs que tú te describiste a ti mismo, diciendo: “Soy un viejo druida sin historia personal. Porque lo único que hice en mi vida fue eso, contar las historias de los demás. En todos los medios. Adoro pasar desapercibido, pero es una pena. Ya no puedo. He conocido personajes formidables, históricos, aunque a la hora de hacer recuento, creo que han sido más los histéricos. Escribo, claro, mis memorias, pero aunque quiero, no puedo. ¡He vivido tanto, tanto! ¡Pero también he contado tanto…!”.

Y hasta el próximo lunes queridos lectores.