/ jueves 18 de octubre de 2018

La inexactitud de la lluvia…

El problema con la lluvia es que no moja a todos, a algunos apenas salpica y aunque se intente controlar, la inexactitud del goteo movido por fuerzas ajenas al control humano puede resultar francamente decepcionante como maniobra de precisión. A lo mejor por eso la metáfora de la lluvia de demandas contra ex funcionarios públicos y ex representantes populares resulta tan incómoda para cualquier espíritu racional. A lo mejor quedaría mejor aquello de “a cada capillita le llega su fiestecita”, o “a todo mundo se le aparece el diablo”; pero se prefirió esa de que caerá una lluvia de demandas y el riesgo enorme de que a la mera hora alguien o muchos, lleven paraguas y se frustren los intentos de llevar a la justicia a quienes en la percepción popular, o en los hechos, traicionaron la confianza ciudadana o cometieron actos de corrupción.

Porque sinceramente, pensar en un chubasco jurídico es una reminiscencia de los tiempos autoritarios en que a cualquiera que resultara salpicado por una gota resultaba afectado jurídicamente de por vida, lo que hoy no parece aplicar por lo menos en la totalidad de los casos en que se acusa a los sin duda malones políticos, que trabajaron desde el 2012 hasta el 2018 en Morelos.

Conste que una cosa es acusar, y otra, muy diferente, es condenar, una diferencia que bien les pueden explicar Graco Ramírez y Juan Salazar, exgobernador y aún fiscal anticorrupción del estado, quienes son, por lo menos, protagonistas de varios desaguisados entre la acusación y la condena. En todo caso, lo lamentable radica en lo que ocurre con el imaginario popular cada que una de esas acusaciones no encuentra sustento jurídico.

Conste que no defendemos a nadie. Graco Ramírez pudo ser mucho mejor gobernador de lo que fue, pero la ganó la soberbia y la lógica de que cualquier crítico era un enemigo que tendría que ser combatido. Muy probablemente, el ex gobernador permitió que muchos de los personajes más cercanos a él, incluso familiares y amigos, fueran indebidamente beneficiados con las contrataciones diversas del gobierno estatal. Podríamos incluso decir que por lo menos a su nombre se cometieron toda suerte de tropelías en la administración pública, incluso contra quienes fueron sus más fervientes aliados. Lo ideal sería que hubiera evidencias de cada una de esas presuntas tropelías. Lo cierto es que si Graco es el hampón que dicen, difícilmente habrá un recibo pequeño en el que se puedan fundar tales acusaciones.

Y claro que lo mismo ocurriría en el caso de los diputados que supuestamente aprendieron de Ramírez. Así que el chubasco anunciado por la actual administración no tendría efectos salvo que, como se establece en las declaraciones, vaya cargado de dardos de precisión, en que se identifique claramente a lo que se asume como un obvio desfalco a las arcas estatales de parte de los ex funcionarios y ex diputados. Y en los que no todos resultarán culpables en tanto la administración estatal habría blindado especialmente a algunos de los colaboradores más cercanos de Graco, en tan sentido, será mucho más fácil que se encuentre responsabilidad jurídica en Francisco Moreno Merino, que en Hortencia Figueroa Peralta, por referir al Congreso del Estado solamente. Aunque en la óptica popular ambos sean censurables, el asunto (que no han sido capaces de comunicar los nuevos gobernantes es, ¿qué se puede probar? Y justo ahí es donde parece el gobierno no tener todas consigo. La pregunta es, ¿qué tan lejos están de cumplir lo prometido? En términos reales, con un 39 por ciento que lograran en términos jurídicos, estarían muy cerca de recuperar el entusiasmo popular. Lo que se ve, sin embargo, es que aún siguen lejos del 10 por ciento de lo que prometieron.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

El problema con la lluvia es que no moja a todos, a algunos apenas salpica y aunque se intente controlar, la inexactitud del goteo movido por fuerzas ajenas al control humano puede resultar francamente decepcionante como maniobra de precisión. A lo mejor por eso la metáfora de la lluvia de demandas contra ex funcionarios públicos y ex representantes populares resulta tan incómoda para cualquier espíritu racional. A lo mejor quedaría mejor aquello de “a cada capillita le llega su fiestecita”, o “a todo mundo se le aparece el diablo”; pero se prefirió esa de que caerá una lluvia de demandas y el riesgo enorme de que a la mera hora alguien o muchos, lleven paraguas y se frustren los intentos de llevar a la justicia a quienes en la percepción popular, o en los hechos, traicionaron la confianza ciudadana o cometieron actos de corrupción.

Porque sinceramente, pensar en un chubasco jurídico es una reminiscencia de los tiempos autoritarios en que a cualquiera que resultara salpicado por una gota resultaba afectado jurídicamente de por vida, lo que hoy no parece aplicar por lo menos en la totalidad de los casos en que se acusa a los sin duda malones políticos, que trabajaron desde el 2012 hasta el 2018 en Morelos.

Conste que una cosa es acusar, y otra, muy diferente, es condenar, una diferencia que bien les pueden explicar Graco Ramírez y Juan Salazar, exgobernador y aún fiscal anticorrupción del estado, quienes son, por lo menos, protagonistas de varios desaguisados entre la acusación y la condena. En todo caso, lo lamentable radica en lo que ocurre con el imaginario popular cada que una de esas acusaciones no encuentra sustento jurídico.

Conste que no defendemos a nadie. Graco Ramírez pudo ser mucho mejor gobernador de lo que fue, pero la ganó la soberbia y la lógica de que cualquier crítico era un enemigo que tendría que ser combatido. Muy probablemente, el ex gobernador permitió que muchos de los personajes más cercanos a él, incluso familiares y amigos, fueran indebidamente beneficiados con las contrataciones diversas del gobierno estatal. Podríamos incluso decir que por lo menos a su nombre se cometieron toda suerte de tropelías en la administración pública, incluso contra quienes fueron sus más fervientes aliados. Lo ideal sería que hubiera evidencias de cada una de esas presuntas tropelías. Lo cierto es que si Graco es el hampón que dicen, difícilmente habrá un recibo pequeño en el que se puedan fundar tales acusaciones.

Y claro que lo mismo ocurriría en el caso de los diputados que supuestamente aprendieron de Ramírez. Así que el chubasco anunciado por la actual administración no tendría efectos salvo que, como se establece en las declaraciones, vaya cargado de dardos de precisión, en que se identifique claramente a lo que se asume como un obvio desfalco a las arcas estatales de parte de los ex funcionarios y ex diputados. Y en los que no todos resultarán culpables en tanto la administración estatal habría blindado especialmente a algunos de los colaboradores más cercanos de Graco, en tan sentido, será mucho más fácil que se encuentre responsabilidad jurídica en Francisco Moreno Merino, que en Hortencia Figueroa Peralta, por referir al Congreso del Estado solamente. Aunque en la óptica popular ambos sean censurables, el asunto (que no han sido capaces de comunicar los nuevos gobernantes es, ¿qué se puede probar? Y justo ahí es donde parece el gobierno no tener todas consigo. La pregunta es, ¿qué tan lejos están de cumplir lo prometido? En términos reales, con un 39 por ciento que lograran en términos jurídicos, estarían muy cerca de recuperar el entusiasmo popular. Lo que se ve, sin embargo, es que aún siguen lejos del 10 por ciento de lo que prometieron.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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