/ lunes 8 de noviembre de 2021

La inestabilidad africana

Mientras las principales potencias del mundo se reúnen en Roma o en Glasgow para debatir sobre los acuerdos medioambientales y de desarrollo económico que deben impulsar las naciones más industrializadas del orbe, existe una región que se ha mantenido olvidada desde tiempos inmemorables y que solo ha sido utilizada en beneficio de las grandes potencias históricas, que más que valerse de sus recursos, les ha utilizado como mano de obra para potencializar la industrialización en otros continentes, menos en el propio: me refiero a África.

De hecho, a pesar de que 1960 fue el año en que se independizaron 17 naciones africanas y que más de la mitad del continente quedó descolonizado, no ha sido una tarea fácil para las nuevas naciones que han buscado, desesperadamente, la estabilidad política que les saque del letargo social y económico en el que se encuentran desde aquella lejana fecha.

Para ello, África ha buscado -en este periodo de tiempo- acuerdos, así como negociaciones internas y externas que le permitan mejorar las paupérrimas condiciones económicas en las que se encuentra, ya que, por poner un ejemplo, las diez naciones con menor PIB per cápita del mundo son africanas; es entonces que los esfuerzos que se han centrado en el desarrollo de integraciones económicas y comerciales, tales como la Comunidad Económica y Monetaria de África Central, el Mercado Común de África Austral y Oriental, Comunidad del África del Oeste, Unión Económica y Monetaria del África del Oeste o la Unión Africana han sido un parteaguas para comenzar con acuerdos que beneficien a todos los involucrados.

Sin embargo, a pesar de que la Unión Africana ha integrado a 55 naciones de aquel continente, la inestabilidad política no ha permitido que se alcancen verdaderos acuerdos para favorecer el desarrollo del continente, primero porque hay una división evidente entre la llamada África blanca y la África negra, que, para efectos de este análisis, tienen los mismos problemas. Luego, para entender un poco el por qué el continente no ha encontrado esa estabilidad hay que referirse a los más de 200 alzamientos e intentos de golpes de estado acontecidos desde 1960, siendo la mitad fallidos y la mitad con éxito; es así que tanto en la parte norte, como en la subsahariana han existido estos problemas y para ello podremos referirnos a los acontecimientos más recientes en dos partes:

Los que tienen que ver con la primavera árabe en la década pasada donde se vieron involucradas naciones como Túnez, Argelia, Libia y Egipto.

Los que tienen que ver con la África subsahariana, donde tan solo en este año han existido golpes de estado en Sudán, Mali, Guinea, Chad y Níger aunados a los vividos apenas unos años atrás en Zimbabue o Mali.

Se puede entender que los gobiernos al norte del Sahara fueron depuestos por problemas emanados desde sus dirigencias, es más, es hasta cierto punto lógico que los gobernantes que llevaban más de 30 años al frente de cada nación fueran expulsados y hasta asesinados o encarcelados, pero ¿por qué en la África al sur del Sahara siguen pasando este tipo de golpes de estado si ahí se había recuperado la democracia en un sentido más amplio que al norte en las últimas dos décadas?

La respuesta es que los nuevos gobernantes, aquellos que han llegado a los puestos de poder a través de la vía democrática, no han podido garantizar que los índices económicos y de estabilidad se mantengan y, al contrario, han recurrido a prácticas antidemocráticas que han provocado malestar en la sociedad y en los militares que se han vuelto en su contra.

A toda esta problemática puede sumarse el pésimo manejo de la pandemia y la viveza de los chinos a través de la diplomacia de las mascarillas donde suministró vacunas y equipos médicos al continente africano con la finalidad de que se sigan invirtiendo más de los USD 11,000 millones que permitirán, entre otras cosas, establecer la nueva ruta de la seda y que podría ser solamente un espejismo de crecimiento para una parte del continente, dejando completamente abandonada a la zona subsahariana a pesar de los acuerdos ya establecidos con Namibia o Ruanda, por ejemplo.

Pero regresando al tema de la inestabilidad política, principalmente hablamos de que los presidentes han modificado las leyes para mantenerse en el poder indefinidamente, justo como lo que ocurrió en la parte norte del continente a principios de la década anterior durante la Primavera Árabe o apenas hace algunas décadas en países como Nigeria o Ghana.

Entonces queda para la reflexión esperar si además de los chinos existen otras naciones poderosas que empiecen a voltear a ver económicamente a África y que, por añadidura, coadyuven a la estabilidad política de la región buscando acuerdos para que cesen los golpes de estado y se vea hacia un futuro democrático.

Twitter @fabrecam

Mientras las principales potencias del mundo se reúnen en Roma o en Glasgow para debatir sobre los acuerdos medioambientales y de desarrollo económico que deben impulsar las naciones más industrializadas del orbe, existe una región que se ha mantenido olvidada desde tiempos inmemorables y que solo ha sido utilizada en beneficio de las grandes potencias históricas, que más que valerse de sus recursos, les ha utilizado como mano de obra para potencializar la industrialización en otros continentes, menos en el propio: me refiero a África.

De hecho, a pesar de que 1960 fue el año en que se independizaron 17 naciones africanas y que más de la mitad del continente quedó descolonizado, no ha sido una tarea fácil para las nuevas naciones que han buscado, desesperadamente, la estabilidad política que les saque del letargo social y económico en el que se encuentran desde aquella lejana fecha.

Para ello, África ha buscado -en este periodo de tiempo- acuerdos, así como negociaciones internas y externas que le permitan mejorar las paupérrimas condiciones económicas en las que se encuentra, ya que, por poner un ejemplo, las diez naciones con menor PIB per cápita del mundo son africanas; es entonces que los esfuerzos que se han centrado en el desarrollo de integraciones económicas y comerciales, tales como la Comunidad Económica y Monetaria de África Central, el Mercado Común de África Austral y Oriental, Comunidad del África del Oeste, Unión Económica y Monetaria del África del Oeste o la Unión Africana han sido un parteaguas para comenzar con acuerdos que beneficien a todos los involucrados.

Sin embargo, a pesar de que la Unión Africana ha integrado a 55 naciones de aquel continente, la inestabilidad política no ha permitido que se alcancen verdaderos acuerdos para favorecer el desarrollo del continente, primero porque hay una división evidente entre la llamada África blanca y la África negra, que, para efectos de este análisis, tienen los mismos problemas. Luego, para entender un poco el por qué el continente no ha encontrado esa estabilidad hay que referirse a los más de 200 alzamientos e intentos de golpes de estado acontecidos desde 1960, siendo la mitad fallidos y la mitad con éxito; es así que tanto en la parte norte, como en la subsahariana han existido estos problemas y para ello podremos referirnos a los acontecimientos más recientes en dos partes:

Los que tienen que ver con la primavera árabe en la década pasada donde se vieron involucradas naciones como Túnez, Argelia, Libia y Egipto.

Los que tienen que ver con la África subsahariana, donde tan solo en este año han existido golpes de estado en Sudán, Mali, Guinea, Chad y Níger aunados a los vividos apenas unos años atrás en Zimbabue o Mali.

Se puede entender que los gobiernos al norte del Sahara fueron depuestos por problemas emanados desde sus dirigencias, es más, es hasta cierto punto lógico que los gobernantes que llevaban más de 30 años al frente de cada nación fueran expulsados y hasta asesinados o encarcelados, pero ¿por qué en la África al sur del Sahara siguen pasando este tipo de golpes de estado si ahí se había recuperado la democracia en un sentido más amplio que al norte en las últimas dos décadas?

La respuesta es que los nuevos gobernantes, aquellos que han llegado a los puestos de poder a través de la vía democrática, no han podido garantizar que los índices económicos y de estabilidad se mantengan y, al contrario, han recurrido a prácticas antidemocráticas que han provocado malestar en la sociedad y en los militares que se han vuelto en su contra.

A toda esta problemática puede sumarse el pésimo manejo de la pandemia y la viveza de los chinos a través de la diplomacia de las mascarillas donde suministró vacunas y equipos médicos al continente africano con la finalidad de que se sigan invirtiendo más de los USD 11,000 millones que permitirán, entre otras cosas, establecer la nueva ruta de la seda y que podría ser solamente un espejismo de crecimiento para una parte del continente, dejando completamente abandonada a la zona subsahariana a pesar de los acuerdos ya establecidos con Namibia o Ruanda, por ejemplo.

Pero regresando al tema de la inestabilidad política, principalmente hablamos de que los presidentes han modificado las leyes para mantenerse en el poder indefinidamente, justo como lo que ocurrió en la parte norte del continente a principios de la década anterior durante la Primavera Árabe o apenas hace algunas décadas en países como Nigeria o Ghana.

Entonces queda para la reflexión esperar si además de los chinos existen otras naciones poderosas que empiecen a voltear a ver económicamente a África y que, por añadidura, coadyuven a la estabilidad política de la región buscando acuerdos para que cesen los golpes de estado y se vea hacia un futuro democrático.

Twitter @fabrecam