/ lunes 13 de junio de 2022

La ineptitud no tiene partido

Aparte de ignorar aparentemente cómo construir y dar mantenimiento a los puentes, Morelos es un estado excéntrico, donde dramas, melodramas y tragedias se partidizan con una aterradora facilidad. En el poco más de medio segundo que duró la caída de la plataforma colgante, los cerebros de muchos morelenses (ya sea en el acto o durante sus millones de reproducciones en redes sociales), ya señalaban a funcionarios responsables y los identificaban con uno o varios partidos políticos.

La condición humana nos llevaría a preguntarnos, primero por la gente que tuvo el infortunio de pasar por el puente durante los diez o quince segundos que tomó llenarlo con las específicas 19 personas que fueron víctimas de la falta de mantenimiento, la imprudencia y la gravedad. Uno se preguntaría por el estado de salud de ellos. Pero cientos de morelenses tuvieron una reacción condicionada por años de partidizar la realidad, de señalar a priori culpabilidades, de limitar la solidaridad a sólo los momentos en que cae muy cerca de los nuestros. Olvidados del susto y el dolor que el momento provocó en las víctimas y sus familias, hubo incluso quienes se alegraron de que en el desaguisado cayeran “políticos y no ciudadanos” (como si tal distinción pudiera hacerse).

No es cegarnos a las responsabilidades de cada uno en las tragedias sucedidas, ni en las del pasado ni en las recientes (sólo esta semana los heridos por negligencias, imprudencias y otras infamias suman 39; 18 por el puente desplomado en Cuernavaca, 11 por la explosión de pirotecnia en Tlalnepantla y 10 por el choque de dos colectivos que corrían en Jiutepec), cada una de estas desgracias tiene responsables directos por acciones y omisiones. Pero si algo queda claro en la historia morelense es que la ineptitud y la desvergüenza de funcionarios y la imprudencia de la gente, no tienen patente partidista. A lo mejor esa es la enseñanza más cruel de los años de alternancia que ha vivido un Morelos que han gobernado mal derechas que izquierdas y centros.

Si hay una circunstancia común en cada una de las tragedias que ha padecido Morelos en su historia reciente (a excepción del sismo de septiembre de 2017), es la corrupción que se disfraza de ineptitud, ineficiencia o burocratismo. Cientos de estudios académicos y los datos evidentes para todos, demuestran que los vicios de la administración pública aparecen en sistemas que son independientes de la filiación partidista del gobierno en turno. Esos vicios son siempre censurables, pero cuando provocan afectaciones directas sobre personas inocentes, los paseantes de un puente, los asistentes a una fiesta popular, los pasajeros de un autobús, tienen agravantes especiales.

El retiro de funcionarios ineptos de sus cargos es apenas la primera parte del castigo que tendría que darse a la negligencia criminal. Por eso, y con todo lo oportunista que pudiera parecer a muchos, la intervención de la Fiscalía Anticorrupción en la investigación sobre lo que ocurrió en el puente colgante de Amanalco, y las que tendrían que abrirse por la explosión de pirotecnia en Tlalnepantla y el accidente de colectivos en el Paseo Cuauhnáhuac (permitido por las omisiones de autoridades de transporte y tránsito), tendrían que ser bien vistas en la medida que culminen en sanciones ejemplares para los funcionarios cuya ineptitud derivó en los riesgos que finalmente se confirmaron.

Y frente a la incapacidad de las autoridades para hacer su tarea, pero también de los partidos y grupos políticos para ofrecer plataformas alternas a la realidad que todos padecemos, las declaraciones y propuestas aisladas sobre hechos particulares sustituyen a la urgencia de un proyecto integral que permita paliar los efectos que la corrupción tiene sobre la ciudadanía y las finanzas públicas.

Ofrecer reponer un puente es una ofensa cuando muchas construcciones de Cuernavaca están en riesgo de colapsar por la falta de mantenimiento, o pretender sancionar sólo a los visiblemente responsables de una tragedia impide ver la cadena de omisiones y malas prácticas históricas que permitieron el accidente. La catástrofe debería ser una oportunidad para repensarnos y refundarnos, los parches han sido ya demasiados.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Aparte de ignorar aparentemente cómo construir y dar mantenimiento a los puentes, Morelos es un estado excéntrico, donde dramas, melodramas y tragedias se partidizan con una aterradora facilidad. En el poco más de medio segundo que duró la caída de la plataforma colgante, los cerebros de muchos morelenses (ya sea en el acto o durante sus millones de reproducciones en redes sociales), ya señalaban a funcionarios responsables y los identificaban con uno o varios partidos políticos.

La condición humana nos llevaría a preguntarnos, primero por la gente que tuvo el infortunio de pasar por el puente durante los diez o quince segundos que tomó llenarlo con las específicas 19 personas que fueron víctimas de la falta de mantenimiento, la imprudencia y la gravedad. Uno se preguntaría por el estado de salud de ellos. Pero cientos de morelenses tuvieron una reacción condicionada por años de partidizar la realidad, de señalar a priori culpabilidades, de limitar la solidaridad a sólo los momentos en que cae muy cerca de los nuestros. Olvidados del susto y el dolor que el momento provocó en las víctimas y sus familias, hubo incluso quienes se alegraron de que en el desaguisado cayeran “políticos y no ciudadanos” (como si tal distinción pudiera hacerse).

No es cegarnos a las responsabilidades de cada uno en las tragedias sucedidas, ni en las del pasado ni en las recientes (sólo esta semana los heridos por negligencias, imprudencias y otras infamias suman 39; 18 por el puente desplomado en Cuernavaca, 11 por la explosión de pirotecnia en Tlalnepantla y 10 por el choque de dos colectivos que corrían en Jiutepec), cada una de estas desgracias tiene responsables directos por acciones y omisiones. Pero si algo queda claro en la historia morelense es que la ineptitud y la desvergüenza de funcionarios y la imprudencia de la gente, no tienen patente partidista. A lo mejor esa es la enseñanza más cruel de los años de alternancia que ha vivido un Morelos que han gobernado mal derechas que izquierdas y centros.

Si hay una circunstancia común en cada una de las tragedias que ha padecido Morelos en su historia reciente (a excepción del sismo de septiembre de 2017), es la corrupción que se disfraza de ineptitud, ineficiencia o burocratismo. Cientos de estudios académicos y los datos evidentes para todos, demuestran que los vicios de la administración pública aparecen en sistemas que son independientes de la filiación partidista del gobierno en turno. Esos vicios son siempre censurables, pero cuando provocan afectaciones directas sobre personas inocentes, los paseantes de un puente, los asistentes a una fiesta popular, los pasajeros de un autobús, tienen agravantes especiales.

El retiro de funcionarios ineptos de sus cargos es apenas la primera parte del castigo que tendría que darse a la negligencia criminal. Por eso, y con todo lo oportunista que pudiera parecer a muchos, la intervención de la Fiscalía Anticorrupción en la investigación sobre lo que ocurrió en el puente colgante de Amanalco, y las que tendrían que abrirse por la explosión de pirotecnia en Tlalnepantla y el accidente de colectivos en el Paseo Cuauhnáhuac (permitido por las omisiones de autoridades de transporte y tránsito), tendrían que ser bien vistas en la medida que culminen en sanciones ejemplares para los funcionarios cuya ineptitud derivó en los riesgos que finalmente se confirmaron.

Y frente a la incapacidad de las autoridades para hacer su tarea, pero también de los partidos y grupos políticos para ofrecer plataformas alternas a la realidad que todos padecemos, las declaraciones y propuestas aisladas sobre hechos particulares sustituyen a la urgencia de un proyecto integral que permita paliar los efectos que la corrupción tiene sobre la ciudadanía y las finanzas públicas.

Ofrecer reponer un puente es una ofensa cuando muchas construcciones de Cuernavaca están en riesgo de colapsar por la falta de mantenimiento, o pretender sancionar sólo a los visiblemente responsables de una tragedia impide ver la cadena de omisiones y malas prácticas históricas que permitieron el accidente. La catástrofe debería ser una oportunidad para repensarnos y refundarnos, los parches han sido ya demasiados.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx