/ viernes 22 de abril de 2022

La importancia de una oposición

Los partidos políticos, según Giovanni Sartori, funcionan como canal de expresión; mediante estos se vota a los representantes y a su vez se encargan de los procesos que permiten crear iniciativas y negociar con otros partidos. La variedad de partidos en realidad es una variedad del pluralismo en la sociedad, o se supone que debe ser así.

Podemos decir que los partidos políticos compiten entre sí por el poder para representar a sus votantes. En ocasiones las personas se preguntan a qué obedece la existencia de diferentes partidos, si a fin de cuentas, su misión es la misma: velar por el bienestar del país. Y es verdad a fines prácticos, pero el trasfondo es más complejo: no todos creen que existe una sola forma de hacerlo.

Cuando los individuos piensan diferente y reconocen el derecho de disentir, nace la necesidad de un partido político. Y es cuando comienza la división entre los mismos; algunos promueven valores diferentes, perspectivas diversas y necesidades prioritarias. Hay veces que se reconocen profundamente liberales, conservadores o incluso quienes se posicionan en término medio. Las personas eligen el partido que reconocen por similitud de valores, posicionamiento ideológico y visión sobre las ideas.

El espacio público revela las partes con las que se compone una sociedad: diferentes partidos para diferentes personas. El problema comienza cuando los partidos no representan verdaderamente las demandas y necesidades de la sociedad, y normalmente, el ciudadano tiene que votar por otros que logren un contrapeso sobre los que no son afines.

Los partidos compiten por una fuerza electoral mayor y muchas veces se orillan a hacer coaliciones o pactos, que a fines prácticos, suelen socavar sus valores e ideología. Eso es algo común en la escena mexicana, por ejemplo, cuando pequeños partidos se unen para lograr el máximo de fuerza electoral, que se traduce en fuerza dentro del congreso.

Todo se vuelve problemático cuando partidos tan diferentes se unen solamente para crear una oposición, a veces variopinta e incongruente, y no representan su visión ni valores, deslegitimándose y volviendo más confusa la dimensión ideológica. Por eso las coaliciones deben lograrse con partidos que posean ideologías afines, porque de no hacerlo crean una terrible confusión; no se sabe dónde comienza la derecha, izquierda o el centro.

No es que no se deba priorizar la competencia electoral, ya que sin esta pueden extinguirse varios partidos. La cuestión es que la identidad de los partidos se tambalea y en consecuencia, la proyección hacia los ciudadanos se pierde; ya no reconocen los valores del partido que los representa ni tampoco si las ideas que proclaman prosiguen. Sin identidad, sin una definición propia, no hay una verdadera oposición.

Precisamente a eso se refería Umberto Eco cuando decía que un enemigo ayuda a definir la identidad y el sistema de valores, agregando cohesión a la comunidad y certidumbre en momentos de crisis. En el espacio político los partidos de oposición tienen el mismo efecto; les brindan a la sociedad canales de expresión en el que puedan identificarse para desarrollar el diálogo y crear acuerdos.

Pero cuando los partidos hacen coalición con otros, opuestos a su ideología y valores, entonces se comienza a cuestionar no sólo la identidad sino su calidad como canal de expresión. En eso se basa la importancia de una oposición: saber lo que se quiere para saber dónde se está.

Los partidos políticos, según Giovanni Sartori, funcionan como canal de expresión; mediante estos se vota a los representantes y a su vez se encargan de los procesos que permiten crear iniciativas y negociar con otros partidos. La variedad de partidos en realidad es una variedad del pluralismo en la sociedad, o se supone que debe ser así.

Podemos decir que los partidos políticos compiten entre sí por el poder para representar a sus votantes. En ocasiones las personas se preguntan a qué obedece la existencia de diferentes partidos, si a fin de cuentas, su misión es la misma: velar por el bienestar del país. Y es verdad a fines prácticos, pero el trasfondo es más complejo: no todos creen que existe una sola forma de hacerlo.

Cuando los individuos piensan diferente y reconocen el derecho de disentir, nace la necesidad de un partido político. Y es cuando comienza la división entre los mismos; algunos promueven valores diferentes, perspectivas diversas y necesidades prioritarias. Hay veces que se reconocen profundamente liberales, conservadores o incluso quienes se posicionan en término medio. Las personas eligen el partido que reconocen por similitud de valores, posicionamiento ideológico y visión sobre las ideas.

El espacio público revela las partes con las que se compone una sociedad: diferentes partidos para diferentes personas. El problema comienza cuando los partidos no representan verdaderamente las demandas y necesidades de la sociedad, y normalmente, el ciudadano tiene que votar por otros que logren un contrapeso sobre los que no son afines.

Los partidos compiten por una fuerza electoral mayor y muchas veces se orillan a hacer coaliciones o pactos, que a fines prácticos, suelen socavar sus valores e ideología. Eso es algo común en la escena mexicana, por ejemplo, cuando pequeños partidos se unen para lograr el máximo de fuerza electoral, que se traduce en fuerza dentro del congreso.

Todo se vuelve problemático cuando partidos tan diferentes se unen solamente para crear una oposición, a veces variopinta e incongruente, y no representan su visión ni valores, deslegitimándose y volviendo más confusa la dimensión ideológica. Por eso las coaliciones deben lograrse con partidos que posean ideologías afines, porque de no hacerlo crean una terrible confusión; no se sabe dónde comienza la derecha, izquierda o el centro.

No es que no se deba priorizar la competencia electoral, ya que sin esta pueden extinguirse varios partidos. La cuestión es que la identidad de los partidos se tambalea y en consecuencia, la proyección hacia los ciudadanos se pierde; ya no reconocen los valores del partido que los representa ni tampoco si las ideas que proclaman prosiguen. Sin identidad, sin una definición propia, no hay una verdadera oposición.

Precisamente a eso se refería Umberto Eco cuando decía que un enemigo ayuda a definir la identidad y el sistema de valores, agregando cohesión a la comunidad y certidumbre en momentos de crisis. En el espacio político los partidos de oposición tienen el mismo efecto; les brindan a la sociedad canales de expresión en el que puedan identificarse para desarrollar el diálogo y crear acuerdos.

Pero cuando los partidos hacen coalición con otros, opuestos a su ideología y valores, entonces se comienza a cuestionar no sólo la identidad sino su calidad como canal de expresión. En eso se basa la importancia de una oposición: saber lo que se quiere para saber dónde se está.