/ domingo 11 de julio de 2021

La honestidad no lo es todo

Algo evidente en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, es que mantiene el discurso de la honestidad como central en la conservación política. Con ello ha relevado, o por lo menos subordinado cualquier otro contenido (inseguridad, desarrollo económico, inflación, empleo, calidad de los servicios públicos), a un diálogo sobre la corrupción en que si bien no le ha ido nada bien a los gobiernos de Morena (y aliados); todavía le resulta favorable respecto de los grandes escándalos mediáticos del pasado.

Difícilmente podría decirse que los actuales gobiernos están libres de corrupción. Los datos que se tienen desde diversos think tanks y carpetas de investigación, muestran que la honestidad sigue siendo una virtud por lo menos impopular en los gobiernos de todas las denominaciones políticas. Igual hay escándalos de perversos manejos en actuales administraciones de todos los partidos, incluido Morena; pero los casos no han sido tan escandalosamente manejados como ocurría en los gobiernos anteriores, y probablemente resulten hasta menores en montos a los que conocimos en el pasado.

La habilidad para, a pesar de las evidencias de corrupción en esferas del gobierno federal y en muchos gobiernos locales, poder mantener el discurso de la honestidad, y mucho más que ello, superponerlo al mosaico de temas relevantes para la ciudadanía, como los que pegan en la tranquilidad de las familias (seguridad y economía); le ha significado al gobierno federal la posibilidad de evadir la discusión sobre los temas donde su desempeño es evidentemente peor que el de los gobiernos anteriores.

Pese a la tendencia de los gobiernos locales de mimetizarse con el federal, al gobernador y a los alcaldes de Morelos, no les ha funcionado la estrategia, entre otras cosas porque la comunicación del gobierno federal se ha centralizado en torno a la figura presidencial que en el discurso es la única portadora de virtudes (incluso si hay funcionarios del gabinete federal que son honestos es por la gracia del presidente); pero también porque en el plano local pegan más los temas domésticos como la inflación, la falta de empleo, la inseguridad, la baja calidad de los servicios públicos.

Frente a los recientes escándalos de corrupción en funcionarios del gobierno federal y en hombres que se suponen cercanos al presidente, podría pensarse que el discurso de la honestidad tendría que desgastarse; si es así, probablemente ocurrirá en algún futuro mediato. Lo que hasta ahora se percibe es un esfuerzo notable del gobierno federal por mantener esta línea sobre cualquier otra argumentación. Para el discurso federal, todo se puede interpretar por el discurso de la honestidad; si hay inflación es porque los comerciantes son deshonestos, si hay inseguridad es porque el sistema político en las entidades y los municipios es deshonesto; si hay críticas al presidente es porque los deshonestos quieren desprestigiarlo para seguir siendo deshonestos y para que la corrupción impere.

Pero la evidencia no sugiere que se haya acabado con la deshonestidad en los gobiernos, y tampoco que la causa única del desarrollo sean los gobiernos honestos. Urge abrir la discusión para mejorar diagnóstico y tratamientos.




@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx


Algo evidente en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, es que mantiene el discurso de la honestidad como central en la conservación política. Con ello ha relevado, o por lo menos subordinado cualquier otro contenido (inseguridad, desarrollo económico, inflación, empleo, calidad de los servicios públicos), a un diálogo sobre la corrupción en que si bien no le ha ido nada bien a los gobiernos de Morena (y aliados); todavía le resulta favorable respecto de los grandes escándalos mediáticos del pasado.

Difícilmente podría decirse que los actuales gobiernos están libres de corrupción. Los datos que se tienen desde diversos think tanks y carpetas de investigación, muestran que la honestidad sigue siendo una virtud por lo menos impopular en los gobiernos de todas las denominaciones políticas. Igual hay escándalos de perversos manejos en actuales administraciones de todos los partidos, incluido Morena; pero los casos no han sido tan escandalosamente manejados como ocurría en los gobiernos anteriores, y probablemente resulten hasta menores en montos a los que conocimos en el pasado.

La habilidad para, a pesar de las evidencias de corrupción en esferas del gobierno federal y en muchos gobiernos locales, poder mantener el discurso de la honestidad, y mucho más que ello, superponerlo al mosaico de temas relevantes para la ciudadanía, como los que pegan en la tranquilidad de las familias (seguridad y economía); le ha significado al gobierno federal la posibilidad de evadir la discusión sobre los temas donde su desempeño es evidentemente peor que el de los gobiernos anteriores.

Pese a la tendencia de los gobiernos locales de mimetizarse con el federal, al gobernador y a los alcaldes de Morelos, no les ha funcionado la estrategia, entre otras cosas porque la comunicación del gobierno federal se ha centralizado en torno a la figura presidencial que en el discurso es la única portadora de virtudes (incluso si hay funcionarios del gabinete federal que son honestos es por la gracia del presidente); pero también porque en el plano local pegan más los temas domésticos como la inflación, la falta de empleo, la inseguridad, la baja calidad de los servicios públicos.

Frente a los recientes escándalos de corrupción en funcionarios del gobierno federal y en hombres que se suponen cercanos al presidente, podría pensarse que el discurso de la honestidad tendría que desgastarse; si es así, probablemente ocurrirá en algún futuro mediato. Lo que hasta ahora se percibe es un esfuerzo notable del gobierno federal por mantener esta línea sobre cualquier otra argumentación. Para el discurso federal, todo se puede interpretar por el discurso de la honestidad; si hay inflación es porque los comerciantes son deshonestos, si hay inseguridad es porque el sistema político en las entidades y los municipios es deshonesto; si hay críticas al presidente es porque los deshonestos quieren desprestigiarlo para seguir siendo deshonestos y para que la corrupción impere.

Pero la evidencia no sugiere que se haya acabado con la deshonestidad en los gobiernos, y tampoco que la causa única del desarrollo sean los gobiernos honestos. Urge abrir la discusión para mejorar diagnóstico y tratamientos.




@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx