/ lunes 20 de abril de 2020

La fragilidad de la investigación ante el Covid-19

La crisis sanitaria impuesta por la pandemia de COVID-19 ha cambiado nuestras vidas. Más de mil millones de personas en todo el mundo estamos confinados, la economía paralizada, la producción de alimentos en riesgo, los sistemas de salud colapsados.

Todo esto genera un panorama de incertidumbre y nos deprime. La demanda por acciones tendientes a contender con esta situación es universal y cada país está respondiendo lo mejor que puede a este reto.

Por la naturaleza del virus, su infectividad y su virulencia, es necesario entender que ninguna de estas acciones tendrá éxito mientras no nos libremos de él. Los virus circulan en las poblaciones por años hasta que se agotan por falta de individuos que los hospeden. Esto puede ocurrir naturalmente mediante la infección masiva y la generación de inmunidad de rebaño pero llevará años y costará millones de vidas. La alternativa es generar un proceso acelerado de inmunidad mediante el uso de vacunas.

Las vacunas aprovechan las capacidades naturales de los animales para generar inmunidad. Las primeras vacunas utilizaban agentes infecciosos, virus o bacterias, atenuados mediante métodos físicos como la aplicación de calor. El sistema inmunológico reconocía estas partículas y generaba anticuerpos que quedaban en reserva para responder a una infección real. Hoy en día los métodos son más sofisticados pero comparten el principio básico, presentar una versión no infecciosa del agente al organismo para que éste genere los anticuerpos específicos.

El proceso para desarrollar una vacuna desde identificar al agente infeccioso hasta que tenerla disponible en los consultorios es largo. La pandemia de influenza H1N1 del 2009 provocó que se desarrollaran métodos más eficientes y que se redujera este proceso a un año. En estos momentos nuestros centros e institutos de investigación en Morelos están trabajando sin descanso en desarrollarla y resultaría lógico apoyarlos.

En este sentido resulta absolutamente contradictorio que cuando, más que nunca, el futuro de la humanidad está en las manos de los científicos, se tomen decisiones apresuradas que ponen en riesgo la viabilidad misma de la investigación. A nivel estatal el único apoyo es una convocatoria que pone como requisito que el producto de la investigación esté disponible en el mercado en cuatro meses. Imposible y poco útil.

A nivel nacional la situación es todavía peor. Bajo la lógica de requisar de manera indiscriminada los recursos depositados en los fideicomisos para la atención de la crisis de COVID-19 se ha decidido extinguir también aquellos dedicados al financiamiento de la investigación científica. Peor aún, existe la preocupación de que la extinción de los fideicomisos lleve a la desaparición de los fondos con lo que se cerrarían prácticamente todas las opciones viables de financiamiento público a la investigación.

Entre estos fondos desaparecerán el Fondo Mixto Conacyt-Morelos, el Fondo Sectorial de Investigación en Salud y Seguridad Social y el Fondo SEP-Conacyt para Ciencia Básica, justo los que necesitaríamos activar en estos momentos para financiar la investigación por la vacuna.

Desde que se anunció la extinción de los fideicomisos se ha solicitado de manera sistemática al Conacyt que nos informe sobre el destino de los fondos sin que a la fecha tengamos respuesta. Este vacío genera confusión y, sobre todo, incertidumbre entre los investigadores que han estado aprovechando los pocos recursos disponibles dentro de las instituciones para el desarrollo de las investigaciones, pero no falta mucho para que se agoten.

La vacuna es importante pero no es lo único, se requiere también desarrollar investigación en otras áreas como ciencias médicas, exactas y sociales para acelerar la transición a la nueva normalidad. Sin los fondos esto será imposible y habremos desperdiciado 50 años de investigación científica y desarrollo tecnológico justo cuando más falta nos hace.


Información adicional de éste y otros temas de interés http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

La crisis sanitaria impuesta por la pandemia de COVID-19 ha cambiado nuestras vidas. Más de mil millones de personas en todo el mundo estamos confinados, la economía paralizada, la producción de alimentos en riesgo, los sistemas de salud colapsados.

Todo esto genera un panorama de incertidumbre y nos deprime. La demanda por acciones tendientes a contender con esta situación es universal y cada país está respondiendo lo mejor que puede a este reto.

Por la naturaleza del virus, su infectividad y su virulencia, es necesario entender que ninguna de estas acciones tendrá éxito mientras no nos libremos de él. Los virus circulan en las poblaciones por años hasta que se agotan por falta de individuos que los hospeden. Esto puede ocurrir naturalmente mediante la infección masiva y la generación de inmunidad de rebaño pero llevará años y costará millones de vidas. La alternativa es generar un proceso acelerado de inmunidad mediante el uso de vacunas.

Las vacunas aprovechan las capacidades naturales de los animales para generar inmunidad. Las primeras vacunas utilizaban agentes infecciosos, virus o bacterias, atenuados mediante métodos físicos como la aplicación de calor. El sistema inmunológico reconocía estas partículas y generaba anticuerpos que quedaban en reserva para responder a una infección real. Hoy en día los métodos son más sofisticados pero comparten el principio básico, presentar una versión no infecciosa del agente al organismo para que éste genere los anticuerpos específicos.

El proceso para desarrollar una vacuna desde identificar al agente infeccioso hasta que tenerla disponible en los consultorios es largo. La pandemia de influenza H1N1 del 2009 provocó que se desarrollaran métodos más eficientes y que se redujera este proceso a un año. En estos momentos nuestros centros e institutos de investigación en Morelos están trabajando sin descanso en desarrollarla y resultaría lógico apoyarlos.

En este sentido resulta absolutamente contradictorio que cuando, más que nunca, el futuro de la humanidad está en las manos de los científicos, se tomen decisiones apresuradas que ponen en riesgo la viabilidad misma de la investigación. A nivel estatal el único apoyo es una convocatoria que pone como requisito que el producto de la investigación esté disponible en el mercado en cuatro meses. Imposible y poco útil.

A nivel nacional la situación es todavía peor. Bajo la lógica de requisar de manera indiscriminada los recursos depositados en los fideicomisos para la atención de la crisis de COVID-19 se ha decidido extinguir también aquellos dedicados al financiamiento de la investigación científica. Peor aún, existe la preocupación de que la extinción de los fideicomisos lleve a la desaparición de los fondos con lo que se cerrarían prácticamente todas las opciones viables de financiamiento público a la investigación.

Entre estos fondos desaparecerán el Fondo Mixto Conacyt-Morelos, el Fondo Sectorial de Investigación en Salud y Seguridad Social y el Fondo SEP-Conacyt para Ciencia Básica, justo los que necesitaríamos activar en estos momentos para financiar la investigación por la vacuna.

Desde que se anunció la extinción de los fideicomisos se ha solicitado de manera sistemática al Conacyt que nos informe sobre el destino de los fondos sin que a la fecha tengamos respuesta. Este vacío genera confusión y, sobre todo, incertidumbre entre los investigadores que han estado aprovechando los pocos recursos disponibles dentro de las instituciones para el desarrollo de las investigaciones, pero no falta mucho para que se agoten.

La vacuna es importante pero no es lo único, se requiere también desarrollar investigación en otras áreas como ciencias médicas, exactas y sociales para acelerar la transición a la nueva normalidad. Sin los fondos esto será imposible y habremos desperdiciado 50 años de investigación científica y desarrollo tecnológico justo cuando más falta nos hace.


Información adicional de éste y otros temas de interés http://reivindicandoapluton.blogspot.mx