/ jueves 13 de febrero de 2020

La esperanza del martirio

(…)He venido a Roma, Benedicto, para pedirte que en tu visita a México lo abraces, antes que nadie, como el Padre abrazó el cuerpo adolorido y asesinado de Cristo, para que lo lleves en tus brazos y lo consueles; para que nos hagas sentir la respuesta de la resurrección frente a la muerte y el dolor de los criminales, un Estado fracturado y administrado por gobiernos y partidos corruptos y una Iglesia jerárquica que casi siempre responde por sus intereses políticos, nos han impuesto(…)

Carta de Javier Sicilia al Papa Benedicto XVI

La lógica del mundo ha quebrantado nuestras categorías espirituales, con la pretensión de inhabilitarnos o distraernos de Dios. Una sociedad que desgarra nuestro espíritu y nos instrumentaliza para vaciarnos unos a otros de Dios, lo único que ha generado es la decadencia de nuestra humanidad, donde actitudes infrahumanas que jamás pudiéramos haber imaginado en nuestro país, aparecen desde la salida del sol y no cesan en el anochecer.

Estremecidos como los apóstoles, impactados de tanta maldad, de cómo crucifican nuestros sueños, nuestras familias, nuestros hijos, nuestra patria. Duele hasta el tuétano, y uno se embravece, pero parece pesar más el miedo, y decidimos escapar, evadir como sea posible esta realidad. Huir como los apóstoles con el corazón desahuciado, con los ojos entristecidos, cabizbajos mirando al suelo, decepcionados por ver muertas nuestras esperanzas. ¿Qué nos queda por hacer?

Devenir de la redención

Cuando damos por hecho la victoria del mal sobre el bien, cuando frente a nuestros ojos vemos cómo los planes de los malvados prosperan y nuestros esfuerzos parecen ser solo buenas intenciones o proyectos sin importancia. Es cuando entonces, tenemos que contemplar la ascensión.

La ascensión nos remite a un itinerario de redención. Porque la muerte no tiene la última palabra, porque la noche oscura, tan sólo es el reflejo del nuevo amanecer. Sólo la palabra de Dios, nos abrirá el entendimiento para saber qué hacer. En ella encontraremos el camino a seguir: Cristo (Jn 14, 6)

Desde la lógica humana, poco podemos hacer frente a un mal que viene del corazón. Sólo la palabra de Dios, nos ayudara a que nuestros gritos de justicia suban como incienso a Dios. Tú y yo que tenemos la oportunidad de alimentarnos de la sagrada escritura, estamos obligados por corresponsabilidad cristiana, a ser testigos del nombre que esta sobre todo nombre.

Por eso Jesús nos enseña que la muerte no vencerá; siempre y cuando se sepa porque morir. “Nadie me quita la vida yo la doy” (Jn.10,18) “porque hay más amor en dar la vida por sus amigos” (Jn.15,13) Se tiene que descender para ser levantados, se tiene que enfrentar la muerte misma. El poder del mal tiene su fin en la muerte, el poder del bien tiene su fin en la glorificación. Los mártires de las primeras comunidades cristianas, así lo entendieron y así lo entendió el C.V.II “Urge al cristiano la necesidad y el deber de luchar, con muchas tribulaciones, contra el demonio, e incluso de padecer la muerte. Pero, asociado al misterio pascual, configurado con la muerte de Cristo, llegará, corroborado por la esperanza, a la resurrección” (G.S 22)

(…)He venido a Roma, Benedicto, para pedirte que en tu visita a México lo abraces, antes que nadie, como el Padre abrazó el cuerpo adolorido y asesinado de Cristo, para que lo lleves en tus brazos y lo consueles; para que nos hagas sentir la respuesta de la resurrección frente a la muerte y el dolor de los criminales, un Estado fracturado y administrado por gobiernos y partidos corruptos y una Iglesia jerárquica que casi siempre responde por sus intereses políticos, nos han impuesto(…)

Carta de Javier Sicilia al Papa Benedicto XVI

La lógica del mundo ha quebrantado nuestras categorías espirituales, con la pretensión de inhabilitarnos o distraernos de Dios. Una sociedad que desgarra nuestro espíritu y nos instrumentaliza para vaciarnos unos a otros de Dios, lo único que ha generado es la decadencia de nuestra humanidad, donde actitudes infrahumanas que jamás pudiéramos haber imaginado en nuestro país, aparecen desde la salida del sol y no cesan en el anochecer.

Estremecidos como los apóstoles, impactados de tanta maldad, de cómo crucifican nuestros sueños, nuestras familias, nuestros hijos, nuestra patria. Duele hasta el tuétano, y uno se embravece, pero parece pesar más el miedo, y decidimos escapar, evadir como sea posible esta realidad. Huir como los apóstoles con el corazón desahuciado, con los ojos entristecidos, cabizbajos mirando al suelo, decepcionados por ver muertas nuestras esperanzas. ¿Qué nos queda por hacer?

Devenir de la redención

Cuando damos por hecho la victoria del mal sobre el bien, cuando frente a nuestros ojos vemos cómo los planes de los malvados prosperan y nuestros esfuerzos parecen ser solo buenas intenciones o proyectos sin importancia. Es cuando entonces, tenemos que contemplar la ascensión.

La ascensión nos remite a un itinerario de redención. Porque la muerte no tiene la última palabra, porque la noche oscura, tan sólo es el reflejo del nuevo amanecer. Sólo la palabra de Dios, nos abrirá el entendimiento para saber qué hacer. En ella encontraremos el camino a seguir: Cristo (Jn 14, 6)

Desde la lógica humana, poco podemos hacer frente a un mal que viene del corazón. Sólo la palabra de Dios, nos ayudara a que nuestros gritos de justicia suban como incienso a Dios. Tú y yo que tenemos la oportunidad de alimentarnos de la sagrada escritura, estamos obligados por corresponsabilidad cristiana, a ser testigos del nombre que esta sobre todo nombre.

Por eso Jesús nos enseña que la muerte no vencerá; siempre y cuando se sepa porque morir. “Nadie me quita la vida yo la doy” (Jn.10,18) “porque hay más amor en dar la vida por sus amigos” (Jn.15,13) Se tiene que descender para ser levantados, se tiene que enfrentar la muerte misma. El poder del mal tiene su fin en la muerte, el poder del bien tiene su fin en la glorificación. Los mártires de las primeras comunidades cristianas, así lo entendieron y así lo entendió el C.V.II “Urge al cristiano la necesidad y el deber de luchar, con muchas tribulaciones, contra el demonio, e incluso de padecer la muerte. Pero, asociado al misterio pascual, configurado con la muerte de Cristo, llegará, corroborado por la esperanza, a la resurrección” (G.S 22)