/ lunes 19 de julio de 2021

La encrucijada

En mi colaboración de esta semana, quiero dar paso a este artículo del Maestrante en Derecho, por la UAEM, Juan Cuevas, para analizar la legitimidad del gobierno, a días de la consulta popular del 1 de agosto:

“Quien no recuerda la historia está condenado a repetirla”, sin duda hay miles de pasajes de hazañas y anécdotas, todas dotadas de grados de verdad que sirven de consejo, moraleja o enseñanza.

A veces solemos decir: cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Y es la legitimidad, un elemento generado de la sociedad hacia sus gobernantes; de acuerdo con Max Weber, se trata de la cualidad o característica que gozan o revisten ciertas personas.

La legitimidad supone el funcionamiento de instituciones políticas justas, válidas, razonables para los “dominados” es decir, en el transcurrir del tiempo una dominación se sostiene, y si lo hace hay obediencia; las personas le dan un fundamento legítimo, aceptan esa dominación por motivos diversos, como obtener beneficio de esto.

Pero ¿Qué sucede cuando esa legitimidad se pierde? Sin duda la desestabilidad de un gobierno comienza a cobrar facturas. La legitimidad no depende únicamente de la cabeza del Estado o gobierno en cualquier parte del mundo, pues se extiende a su equipo de secretarios, servidores y representantes populares, quienes ocupan cargos en cualquier parte del sistema gubernamental y por ende una cara completa, pero también parcial del gobierno en cualquier momento o época.

Y es aquí donde entra esta parte de la historia que se asemeja a nuestra realidad actual.

Existe una historia con matices bíblicos sobre Gedeón y sus 300 hombres. Un guerrero de la antigüedad, se dice que este hombre debía pelear contra un pueblo poderoso; para ese entonces Gedeón solo contaba con 32 mil hombres israelitas (considerando además que muchos de éstos no eran aptos para la guerra); contra más de 135 mil hombres madianitas, así lo cita Bernardo Stamateas, en Gente tóxica:

Al comunicarle la información a su jefe, éste le dijo: «Despide a los que tienen miedo», a lo que Gedeón respondió: «Señor, ¿por qué? El ejército enemigo es muy poderoso en número y armamento». Entonces su superior le dijo: «Porque cuando vayas a la guerra te abandonarán». Entonces Gedeón hizo sus averiguaciones y, tras sus acciones, quedaron en su ejército sólo unos miles de soldados. Entonces su jefe le volvió a hablar y le dijo: «Con éstos tampoco podrás ir a la guerra porque la mayoría es cobarde. Diles que tomen agua. Los que lo hagan como soldados, serán los valientes que irán contigo; los que la beban como perros, deberán volverse a casa». Entonces Gedeón dio la indicación y despidió a los que bebieron como perros. En su ejército quedaron sólo trescientos hombres. A la guerra fue sólo con ellos y ganó.

Lejos del tamiz bíblico, podemos encontrar en las concepciones de Weber y en las historias antiguas, un cúmulo de conocimientos que nos sirven para equipáralo con la vida actual.

Entonces con base en la primera lección weberiana, podemos afirmar que el pueblo mexicano se ha vuelto más crítico, individualiza responsabilidades, y busca información, que fomente su capacidad de discernimiento (este es un efecto positivo que han generado las redes sociales hasta cierto punto), y por esta razón muchos políticos y personajes públicos han perdido la credibilidad de su pueblo, es decir, han dejado de ser legítimos para sus gobernados.

Estamos a la mitad de las administraciones, les restan tres años precisamente para hacer los ajustes necesarios que permitan dar mejores resultados; si bien la aprobación del gobierno federal se mantiene, es prioritario dar resultados a la altura de ese respaldo popular.

De la segunda lección sobre el pasaje épico histórico, surge una conexión interesante, en la gran maquinaria llamada Estado o para Hobbes el Leviatán, existen una serie de actores políticos, representantes populares y servidores que le dan vida; algunos “cobardes o achicados” como en el pasaje de Gedeón; otros ladrones e ignorantes; unos más pasivos e inoperantes. No obstante los mejores jueces de este suceso seremos los mexicanos; recordemos que Gedeón sacó adelante a su nación con 300 hombres, así que la calidad se antepone a la cantidad y más estando legitimados por su pueblo.

Y no nos sorprenda que solo unos cuantos mexicanos y políticos valientes ponen el ejemplo para hacer de este país una mejor nación, más sensible a las causas comunes, para consagrar los ideales de la justicia social y progreso, hacia el sano equilibrio entre las clases sociales, acortar las líneas extremas en donde en un país se tienen personas exorbitantemente ricas y otras extremadamente pobres.

Los dos enfoques, el weberiano e histórico permiten vislumbrar el futuro de nuestra nación, no solo bastan los efectos del marketing para definir una elección, la sociedad pide hechos como lo dijo el sabio Demóstenes: “Las palabras que no van seguidas de los hechos no sirven para nada”. Y entonces saltan a la mente las siguientes preguntas ¿Cómo está el ánimo del pueblo? ¿Cómo valorar y evaluar el trabajo de los políticos? ¿Imperan los hechos o las palabras?

En mi colaboración de esta semana, quiero dar paso a este artículo del Maestrante en Derecho, por la UAEM, Juan Cuevas, para analizar la legitimidad del gobierno, a días de la consulta popular del 1 de agosto:

“Quien no recuerda la historia está condenado a repetirla”, sin duda hay miles de pasajes de hazañas y anécdotas, todas dotadas de grados de verdad que sirven de consejo, moraleja o enseñanza.

A veces solemos decir: cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Y es la legitimidad, un elemento generado de la sociedad hacia sus gobernantes; de acuerdo con Max Weber, se trata de la cualidad o característica que gozan o revisten ciertas personas.

La legitimidad supone el funcionamiento de instituciones políticas justas, válidas, razonables para los “dominados” es decir, en el transcurrir del tiempo una dominación se sostiene, y si lo hace hay obediencia; las personas le dan un fundamento legítimo, aceptan esa dominación por motivos diversos, como obtener beneficio de esto.

Pero ¿Qué sucede cuando esa legitimidad se pierde? Sin duda la desestabilidad de un gobierno comienza a cobrar facturas. La legitimidad no depende únicamente de la cabeza del Estado o gobierno en cualquier parte del mundo, pues se extiende a su equipo de secretarios, servidores y representantes populares, quienes ocupan cargos en cualquier parte del sistema gubernamental y por ende una cara completa, pero también parcial del gobierno en cualquier momento o época.

Y es aquí donde entra esta parte de la historia que se asemeja a nuestra realidad actual.

Existe una historia con matices bíblicos sobre Gedeón y sus 300 hombres. Un guerrero de la antigüedad, se dice que este hombre debía pelear contra un pueblo poderoso; para ese entonces Gedeón solo contaba con 32 mil hombres israelitas (considerando además que muchos de éstos no eran aptos para la guerra); contra más de 135 mil hombres madianitas, así lo cita Bernardo Stamateas, en Gente tóxica:

Al comunicarle la información a su jefe, éste le dijo: «Despide a los que tienen miedo», a lo que Gedeón respondió: «Señor, ¿por qué? El ejército enemigo es muy poderoso en número y armamento». Entonces su superior le dijo: «Porque cuando vayas a la guerra te abandonarán». Entonces Gedeón hizo sus averiguaciones y, tras sus acciones, quedaron en su ejército sólo unos miles de soldados. Entonces su jefe le volvió a hablar y le dijo: «Con éstos tampoco podrás ir a la guerra porque la mayoría es cobarde. Diles que tomen agua. Los que lo hagan como soldados, serán los valientes que irán contigo; los que la beban como perros, deberán volverse a casa». Entonces Gedeón dio la indicación y despidió a los que bebieron como perros. En su ejército quedaron sólo trescientos hombres. A la guerra fue sólo con ellos y ganó.

Lejos del tamiz bíblico, podemos encontrar en las concepciones de Weber y en las historias antiguas, un cúmulo de conocimientos que nos sirven para equipáralo con la vida actual.

Entonces con base en la primera lección weberiana, podemos afirmar que el pueblo mexicano se ha vuelto más crítico, individualiza responsabilidades, y busca información, que fomente su capacidad de discernimiento (este es un efecto positivo que han generado las redes sociales hasta cierto punto), y por esta razón muchos políticos y personajes públicos han perdido la credibilidad de su pueblo, es decir, han dejado de ser legítimos para sus gobernados.

Estamos a la mitad de las administraciones, les restan tres años precisamente para hacer los ajustes necesarios que permitan dar mejores resultados; si bien la aprobación del gobierno federal se mantiene, es prioritario dar resultados a la altura de ese respaldo popular.

De la segunda lección sobre el pasaje épico histórico, surge una conexión interesante, en la gran maquinaria llamada Estado o para Hobbes el Leviatán, existen una serie de actores políticos, representantes populares y servidores que le dan vida; algunos “cobardes o achicados” como en el pasaje de Gedeón; otros ladrones e ignorantes; unos más pasivos e inoperantes. No obstante los mejores jueces de este suceso seremos los mexicanos; recordemos que Gedeón sacó adelante a su nación con 300 hombres, así que la calidad se antepone a la cantidad y más estando legitimados por su pueblo.

Y no nos sorprenda que solo unos cuantos mexicanos y políticos valientes ponen el ejemplo para hacer de este país una mejor nación, más sensible a las causas comunes, para consagrar los ideales de la justicia social y progreso, hacia el sano equilibrio entre las clases sociales, acortar las líneas extremas en donde en un país se tienen personas exorbitantemente ricas y otras extremadamente pobres.

Los dos enfoques, el weberiano e histórico permiten vislumbrar el futuro de nuestra nación, no solo bastan los efectos del marketing para definir una elección, la sociedad pide hechos como lo dijo el sabio Demóstenes: “Las palabras que no van seguidas de los hechos no sirven para nada”. Y entonces saltan a la mente las siguientes preguntas ¿Cómo está el ánimo del pueblo? ¿Cómo valorar y evaluar el trabajo de los políticos? ¿Imperan los hechos o las palabras?