/ martes 19 de abril de 2022

La derrota de la izquierda genera futuras victorias

La oposición de derecha comenzó un gran festejo el domingo anterior cuando sus diputadas y diputados pudieron impedir que el bloque integrado por Morena-PT-PVEM consiguiera la aprobación del dictamen y, en consecuencia, que se elevara a rango constitucional la Reforma Eléctrica propuesta por AMLO.

El festejo se convirtió en ira y frustración cuando, 24 horas después, abandonaron el salón de sesiones de San Lázaro ante la implacable determinación de la izquierda de aprobar, con su voto mayoritario, la nueva Ley minera que reserva el litio para que sea explotado por una empresa del Estado, en beneficio de todo el pueblo mexicano.

La Reforma Eléctrica que se debatió el domingo 17 de abril fue diseñada por el titular del Poder Ejecutivo para otorgar a la CFE el predominio en el mercado nacional de energía eléctrica. De aprobarse, los inversionistas privados no serían excluidos, y podrían seguir participando en el mercado en una proporción de 46%, mientras la mayoría estaría a cargo de la CFE.

En los hechos, el rechazo de la minoría legislativa de derecha favoreció directamente a las empresas privadas, la mayoría extranjeras, que desde hace tiempo han obtenido jugosas ganancias. Son empresas españolas (Iberdrola) italianas (ENEL) y otras cuyos intereses se entrelazan con grandes empresas industriales y comerciales instaladas en el país, con el fin de beneficiarlas, al tiempo que perjudican a los pequeños consumidores nacionales.

Las reformas constitucionales enviadas por el presidente AMLO podrían haber evitado la pérdida de miles de millones de pesos –cerca de medio billón de pesos al año-- que hoy se canalizan a las arcas de los empresarios privados, mediante procesos fraudulentos, y por lo mismo, impiden que esos recursos puedan utilizarse por la CFE en favor de los pequeños consumidores.

En sus discursos, los prianistas argumentaron contra el monopolio estatal, en favor de la libertad empresarial y amenazaron con que los empresarios privados iban a retirar sus capitales del sector energético. En todo momento argumentaron contra las personas –AMLO, Bartlett—y no contra el proyecto. A nadie impresionaron, pero los coordinadores de sus bancadas al fin consiguieron lo planeado, es decir, pudieron conservar la cohesión de sus grupos.

En la votación del domingo, la mayoría de izquierda solo obtuvo 275 votos –apenas el 55% del total-- que resultaron insuficientes para acreditar una mayoría calificada de dos tercios, o sea que le faltaron 58 votos para conseguirlo. Esta es sin duda una derrota para las fuerzas democráticas, que en cambio ganaron la mayoría simple de los votos camerales y además mostraron en las calles el músculo de las masas en movimiento. El dictamen, sin embargo, fue finalmente rechazado.

De inmediato, el presidente AMLO envió al Congreso una nueva ley minera que solo requiere la aprobación de la mayoría simple para establecer que el litio –el oro blanco actual—sea propiedad de la Nación y solo pueda ser explotado en exclusiva por una empresa del Estado en beneficio de los mexicanos. Los prianistas se retiraron del salón de sesiones indignados e impotentes.

La retirada de la oposición de derecha en este debate fue sorpresiva para todos. Apenas el día anterior habían “ganado” la votación y mostraron su euforia, pero en cuanto percibieron que el lunes su derrota sería total, se retiraron en masa. Lo cual indica que la oposición de derecha solo tiene fuerza para frenar reformas constitucionales, pero carece de capacidad y argumentos para impedir la aprobación de leyes que requieren solo de mayoría simple.

El bloque prianista minoritario había mantenido la cohesión durante toda la jornada dominical. De nada sirvieron los argumentos de una izquierda muy combativa, que va encontrando sus nuevos líderes entre las diversas bancadas. Por el PT Gerardo Fernández Noroña fue designado para asestar duros reclamos a la derecha; por parte de Morena, destacó la joven diputada juarense Andrea Chávez, dinámica e inteligente, que no cejó un solo momento de luchar contra los representantes de la derecha proempresarial.

Quedaron así configurados los dos campos que continuarán el enfrentamiento político en las jornadas de los próximos meses. Por lo pronto, ya comenzaron las campañas políticas en los seis estados donde tendrán lugar en junio elecciones de gobernador: Oaxaca, Quintana Roo, Hidalgo, Tamaulipas, Aguascalientes y Durango.

Hay que tomar en cuenta que AMLO salió muy fortalecido por los últimos acontecimientos, esto es, con la inauguración del Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles” (AIFA) y la votación de millones de mexicanos el 10 de abril para ratificarlo en el cargo, aunque los resultados no hayan resultado vinculatorios.

Por lo pronto, en cuatro de las seis entidades en disputa para el próximo 5 de junio, la coalición de izquierda lleva la ventaja, en algunas ocasiones clara, en otras muy cerrada. Los comentaristas más objetivos dan por descontado el triunfo de la coalición de izquierda en Oaxaca, Quintana Roo, Tamaulipas e Hidalgo, donde la ventaja de esta coalición es prácticamente irrecuperable.

En Durango las encuestas favorecen en algunos casos a la coalición de izquierda, en otros la ponen en duda. Se nota claramente que la victoria en esa entidad dependerá de la intensidad de la campaña que realicen los candidatos, o por otros factores nacionales y regionales. Por ejemplo, cualquier escándalo de corrupción podría acabar con las pretensiones de los aspirantes.

El resultado de las elecciones en Aguascalientes es de pronóstico reservado. Las preferencias marchan muy parejas, con ligera ventaja del PAN. La desventaja estratégica de la coalición de derecha reside en que se encuentra a la defensiva en todo el país. En la votación del domingo anterior, por ejemplo, su estrategia consistió solo en impedir la desbandada, mantener la cohesión e impedir al triunfo de la izquierda por mayoría de dos tercios.

En resumen: los prianistas arrastran a la fecha un fuerte desgaste político. Celebran sus “victorias” como si fueran fruto del empuje, y al día siguiente se desploman ante la adversidad. La verdad sencilla es que en el debate sobre la Reforma Eléctrica tan solo consiguieron limitar los efectos constitucionales de una gran derrota.

La oposición de derecha comenzó un gran festejo el domingo anterior cuando sus diputadas y diputados pudieron impedir que el bloque integrado por Morena-PT-PVEM consiguiera la aprobación del dictamen y, en consecuencia, que se elevara a rango constitucional la Reforma Eléctrica propuesta por AMLO.

El festejo se convirtió en ira y frustración cuando, 24 horas después, abandonaron el salón de sesiones de San Lázaro ante la implacable determinación de la izquierda de aprobar, con su voto mayoritario, la nueva Ley minera que reserva el litio para que sea explotado por una empresa del Estado, en beneficio de todo el pueblo mexicano.

La Reforma Eléctrica que se debatió el domingo 17 de abril fue diseñada por el titular del Poder Ejecutivo para otorgar a la CFE el predominio en el mercado nacional de energía eléctrica. De aprobarse, los inversionistas privados no serían excluidos, y podrían seguir participando en el mercado en una proporción de 46%, mientras la mayoría estaría a cargo de la CFE.

En los hechos, el rechazo de la minoría legislativa de derecha favoreció directamente a las empresas privadas, la mayoría extranjeras, que desde hace tiempo han obtenido jugosas ganancias. Son empresas españolas (Iberdrola) italianas (ENEL) y otras cuyos intereses se entrelazan con grandes empresas industriales y comerciales instaladas en el país, con el fin de beneficiarlas, al tiempo que perjudican a los pequeños consumidores nacionales.

Las reformas constitucionales enviadas por el presidente AMLO podrían haber evitado la pérdida de miles de millones de pesos –cerca de medio billón de pesos al año-- que hoy se canalizan a las arcas de los empresarios privados, mediante procesos fraudulentos, y por lo mismo, impiden que esos recursos puedan utilizarse por la CFE en favor de los pequeños consumidores.

En sus discursos, los prianistas argumentaron contra el monopolio estatal, en favor de la libertad empresarial y amenazaron con que los empresarios privados iban a retirar sus capitales del sector energético. En todo momento argumentaron contra las personas –AMLO, Bartlett—y no contra el proyecto. A nadie impresionaron, pero los coordinadores de sus bancadas al fin consiguieron lo planeado, es decir, pudieron conservar la cohesión de sus grupos.

En la votación del domingo, la mayoría de izquierda solo obtuvo 275 votos –apenas el 55% del total-- que resultaron insuficientes para acreditar una mayoría calificada de dos tercios, o sea que le faltaron 58 votos para conseguirlo. Esta es sin duda una derrota para las fuerzas democráticas, que en cambio ganaron la mayoría simple de los votos camerales y además mostraron en las calles el músculo de las masas en movimiento. El dictamen, sin embargo, fue finalmente rechazado.

De inmediato, el presidente AMLO envió al Congreso una nueva ley minera que solo requiere la aprobación de la mayoría simple para establecer que el litio –el oro blanco actual—sea propiedad de la Nación y solo pueda ser explotado en exclusiva por una empresa del Estado en beneficio de los mexicanos. Los prianistas se retiraron del salón de sesiones indignados e impotentes.

La retirada de la oposición de derecha en este debate fue sorpresiva para todos. Apenas el día anterior habían “ganado” la votación y mostraron su euforia, pero en cuanto percibieron que el lunes su derrota sería total, se retiraron en masa. Lo cual indica que la oposición de derecha solo tiene fuerza para frenar reformas constitucionales, pero carece de capacidad y argumentos para impedir la aprobación de leyes que requieren solo de mayoría simple.

El bloque prianista minoritario había mantenido la cohesión durante toda la jornada dominical. De nada sirvieron los argumentos de una izquierda muy combativa, que va encontrando sus nuevos líderes entre las diversas bancadas. Por el PT Gerardo Fernández Noroña fue designado para asestar duros reclamos a la derecha; por parte de Morena, destacó la joven diputada juarense Andrea Chávez, dinámica e inteligente, que no cejó un solo momento de luchar contra los representantes de la derecha proempresarial.

Quedaron así configurados los dos campos que continuarán el enfrentamiento político en las jornadas de los próximos meses. Por lo pronto, ya comenzaron las campañas políticas en los seis estados donde tendrán lugar en junio elecciones de gobernador: Oaxaca, Quintana Roo, Hidalgo, Tamaulipas, Aguascalientes y Durango.

Hay que tomar en cuenta que AMLO salió muy fortalecido por los últimos acontecimientos, esto es, con la inauguración del Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles” (AIFA) y la votación de millones de mexicanos el 10 de abril para ratificarlo en el cargo, aunque los resultados no hayan resultado vinculatorios.

Por lo pronto, en cuatro de las seis entidades en disputa para el próximo 5 de junio, la coalición de izquierda lleva la ventaja, en algunas ocasiones clara, en otras muy cerrada. Los comentaristas más objetivos dan por descontado el triunfo de la coalición de izquierda en Oaxaca, Quintana Roo, Tamaulipas e Hidalgo, donde la ventaja de esta coalición es prácticamente irrecuperable.

En Durango las encuestas favorecen en algunos casos a la coalición de izquierda, en otros la ponen en duda. Se nota claramente que la victoria en esa entidad dependerá de la intensidad de la campaña que realicen los candidatos, o por otros factores nacionales y regionales. Por ejemplo, cualquier escándalo de corrupción podría acabar con las pretensiones de los aspirantes.

El resultado de las elecciones en Aguascalientes es de pronóstico reservado. Las preferencias marchan muy parejas, con ligera ventaja del PAN. La desventaja estratégica de la coalición de derecha reside en que se encuentra a la defensiva en todo el país. En la votación del domingo anterior, por ejemplo, su estrategia consistió solo en impedir la desbandada, mantener la cohesión e impedir al triunfo de la izquierda por mayoría de dos tercios.

En resumen: los prianistas arrastran a la fecha un fuerte desgaste político. Celebran sus “victorias” como si fueran fruto del empuje, y al día siguiente se desploman ante la adversidad. La verdad sencilla es que en el debate sobre la Reforma Eléctrica tan solo consiguieron limitar los efectos constitucionales de una gran derrota.