/ lunes 5 de noviembre de 2018

La corrupción y Limonchi

Alcalde de Cuernavaca desde el 26 de septiembre, a Juan Manuel Hernández Limonchi le había ido relativamente bien en su encargo hasta hace unas semanas en que, al problema de la falta de agua derivada del conflicto de CFE con SAPAC, se fueron sumando las denuncias por corrupción de sus mandos medios y agentes que van adquiriendo un carácter más bien general. No se puede tapar el sol con un dedo ni la inconformidad ciudadana con reuniones, tampoco se puede utilizar el escaso tiempo que el alcalde estará (por ley debe dejar el cargo el 31 de diciembre próximo) para hacer a un lado las quejas de los miles de ciudadanos con un “denme chance porque ya voy de salida”. Sabemos que Juan Manuel no tiene esa intención, pero es probable que entre quienes le rodean haya los que hayan decidido hacer de éste una especie de trimestre de Hidalgo, ya que el año no les alcanzó, y busquen cómo allegarse minifortunas en las pocas semanas que quedan. Eso explicaría la voracidad con que agentes de gobernación y de tránsito se han lanzado sobre los ciudadanos a últimas fechas. Y claro que aunque no es culpa de Hernández Limonchi, siendo el alcalde, es su responsabilidad frenar los actos de corrupción en contra de los ciudadanos, y evitar que sigan ocurriendo.

El problema es que si bien las conductas de los funcionarios señalados por empresarios, dirigentes de colonias, y ciudadanos comunes, no han sido corruptas sólo a partir de la llegada del nuevo alcalde, también es cierto que se han exacerbado en las últimas semanas ante la indolencia de muchos mandos medios que fomentan o permiten el ejercicio de actos abusivos en contra de los ciudadanos. Y mientras Hernández Limonchi trata de que su tiempo en la alcaldía sea significativo, que logre dejar algo mejor para Cuernavaca, la mayor parte de sus subalternos parecen ver el ejercicio de la administración citadina como una mera chambita a la que deben exprimirse todos los beneficios posibles.

Las justificadas quejas de ciudadanos y empresarios contra la cínica voracidad de los funcionarios del ayuntamiento de Cuernavaca no debieran ser descalificadas pretendiendo que se trata de una urdimbre de los opositores al alcalde. Ese tipo de respuestas de los gabinetes han provocado cientos de miles de damnificados políticos en la historia de la ciudad, del estado, y del país. Y los damnificados políticos hemos sido todos. Esa gama de descalificaciones a la crítica ha perpetuado la corrupción, el autoritarismo, las infamias cometidas por regímenes que todo tienen menos la calidad de ciudadanos.

Después de las manifestaciones de hoy, Hernández Limonchi podría empezar a rectificar el camino. Exigir honestidad absoluta y la sensibilidad social que parecen extraviar por treparse, sus subalternos, a tabiques que les parecen muy altos. Porque queda poco tiempo para cambiar Cuernavaca, es cierto, pero la inconformidad social prende mucho más rápido que la capacidad de dar soluciones en los aletargadísimos gobiernos llenos de burocracia, de intereses, de conflictos internos. Porque un detalle lamentabilísimo es que las denuncias de actos de corrupción, salvo en el caso de la Policía Vial, corresponden todas a espacios en que el alcalde nombró a los mandos superiores. Asumiendo que todos esos nombramientos hayan recaído en personajes honestos y sensibles, tendría que identificarse una profunda falta de control sobre las dependencias que les han sido confiadas. El alcalde debería tener más cuidado, a final de cuentas, a quien le reclaman, a quien critican, de quien se habla, es de él, no de quienes le acompañan. Así de triste es la centralidad del poder.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Alcalde de Cuernavaca desde el 26 de septiembre, a Juan Manuel Hernández Limonchi le había ido relativamente bien en su encargo hasta hace unas semanas en que, al problema de la falta de agua derivada del conflicto de CFE con SAPAC, se fueron sumando las denuncias por corrupción de sus mandos medios y agentes que van adquiriendo un carácter más bien general. No se puede tapar el sol con un dedo ni la inconformidad ciudadana con reuniones, tampoco se puede utilizar el escaso tiempo que el alcalde estará (por ley debe dejar el cargo el 31 de diciembre próximo) para hacer a un lado las quejas de los miles de ciudadanos con un “denme chance porque ya voy de salida”. Sabemos que Juan Manuel no tiene esa intención, pero es probable que entre quienes le rodean haya los que hayan decidido hacer de éste una especie de trimestre de Hidalgo, ya que el año no les alcanzó, y busquen cómo allegarse minifortunas en las pocas semanas que quedan. Eso explicaría la voracidad con que agentes de gobernación y de tránsito se han lanzado sobre los ciudadanos a últimas fechas. Y claro que aunque no es culpa de Hernández Limonchi, siendo el alcalde, es su responsabilidad frenar los actos de corrupción en contra de los ciudadanos, y evitar que sigan ocurriendo.

El problema es que si bien las conductas de los funcionarios señalados por empresarios, dirigentes de colonias, y ciudadanos comunes, no han sido corruptas sólo a partir de la llegada del nuevo alcalde, también es cierto que se han exacerbado en las últimas semanas ante la indolencia de muchos mandos medios que fomentan o permiten el ejercicio de actos abusivos en contra de los ciudadanos. Y mientras Hernández Limonchi trata de que su tiempo en la alcaldía sea significativo, que logre dejar algo mejor para Cuernavaca, la mayor parte de sus subalternos parecen ver el ejercicio de la administración citadina como una mera chambita a la que deben exprimirse todos los beneficios posibles.

Las justificadas quejas de ciudadanos y empresarios contra la cínica voracidad de los funcionarios del ayuntamiento de Cuernavaca no debieran ser descalificadas pretendiendo que se trata de una urdimbre de los opositores al alcalde. Ese tipo de respuestas de los gabinetes han provocado cientos de miles de damnificados políticos en la historia de la ciudad, del estado, y del país. Y los damnificados políticos hemos sido todos. Esa gama de descalificaciones a la crítica ha perpetuado la corrupción, el autoritarismo, las infamias cometidas por regímenes que todo tienen menos la calidad de ciudadanos.

Después de las manifestaciones de hoy, Hernández Limonchi podría empezar a rectificar el camino. Exigir honestidad absoluta y la sensibilidad social que parecen extraviar por treparse, sus subalternos, a tabiques que les parecen muy altos. Porque queda poco tiempo para cambiar Cuernavaca, es cierto, pero la inconformidad social prende mucho más rápido que la capacidad de dar soluciones en los aletargadísimos gobiernos llenos de burocracia, de intereses, de conflictos internos. Porque un detalle lamentabilísimo es que las denuncias de actos de corrupción, salvo en el caso de la Policía Vial, corresponden todas a espacios en que el alcalde nombró a los mandos superiores. Asumiendo que todos esos nombramientos hayan recaído en personajes honestos y sensibles, tendría que identificarse una profunda falta de control sobre las dependencias que les han sido confiadas. El alcalde debería tener más cuidado, a final de cuentas, a quien le reclaman, a quien critican, de quien se habla, es de él, no de quienes le acompañan. Así de triste es la centralidad del poder.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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