/ viernes 3 de diciembre de 2021

Klara, la madre que comía a sus hijos para saciar su culto

Desde pequeña, la niña rubia de ojos azules comenzó a escuchar voces acompañadas de órdenes confusas que la atormentaron durante diversas etapas de su vida.

Klara Mauerova nació en 1975 en Kuřim, un pueblo situado en la República Checa, cuyo territorio anteriormente era conocido como Checoslovaquia. Durante su desarrollo, creció sin que sus padres notaran que la infancia de su hija estaba ceñida de pensamientos que parecían estar desconectados de la realidad.

Años más tarde, con la llegada de su hermana Katerina, se vino a reforzar una de sus creencias más férreas: que había sido elegida por Dios para cumplir una misión especial que le sería revelada en algún punto de su destino.

Se trataba de una alianza poderosa que era alimentada en la fantasía de ambas niñas, quienes soñaban en cómo llegarían a hacer grandes cosas bajo el mandato divino.

Era evidente que tanto Klara como Katerina compartían síntomas inequívocos de esquizofrenia. Sin embargo, esto no impidió que las Mauerova llevaran una vida aparentemente normal.

A pesar de la compleja personalidad, Klara cursó estudios en la universidad. Luego dejó el hogar para formar el propio junto a un hombre con el que se casó y concibió a sus dos hijos: Ondrej y Jakub.

Pero, tarde o temprano surgió la conducta irracional de la mujer. Representada en reacciones violentas contra su marido. Por lo que pronto, el cónyuge huyó de casa para lanzarlos al abandono.

La tristeza de aquella ruptura sentimental introdujo a Klara en una profunda ansiedad. Así que no dudó en invitar a su hermana Katerina a vivir bajo el mismo techo. Y así aprender a sobrellevar su duelo.

Aunque la situación parecía tomar rumbo en sus trayectos. De un momento a otro todo cambió al aparecer Barbora Skrolova, una excompañera universitaria de Katerina, la cual tenía aspecto físico de una niña de 12 años, cuando en realidad tenía 33.

Barbora padecía hipopituitarismo, una enfermedad glandular. En suma, la joven se encontraba sola en el mundo, así que por algunos años estuvo recluida en orfanatos, así como en centros psiquiátricos debido a sus problemas mentales. Circunstancia perfecta para encajar en la dinámica familiar de las Mauerova.

Poco a poco, la convivencia hizo que Barbora se concentrará en sumirlas al llamado “Movimiento del Grial”, una ideología que se esparcía en Gran Bretaña, y que giraba en torno a unos escritos realizados por el alemán Oskar Ernst, que proponía que los fieles solo llegarían al cielo con sus actos buenos durante su estancia en la tierra.

En la actualidad hay presencia de esta agrupación en más de cuarenta países. Y en cada uno de ellos, se integran círculos. Uno de estos, provisto por Barbora se desvió de las enseñanzas esenciales y se convirtió en una secta donde se apoyaba y practicaba la violencia, promiscuidad, el incesto e incluso el canibalismo.

Trabajó en demasía la confianza de las Maureova, al grado de dictarles cuáles actos eran correctos y cuáles no. Las palabras imperantes de Barbora fueron ganando terreno en las mentes de Klara y Katerina, respectivamente, hasta desencadenar una auténtica pesadilla.

// Klara, la madre que hizo realidad su culto caníbal //

Skrolova comenzó a sentir celos del trato que Klara daba a sus hijos, así que se centró en manipular sus emociones al afirmar que por culpa de ellos, su esposo la había dejado al desamparo, y por esa simple razón era justo que los infantes sufrieran una serie de castigos.

Sometida bajo el yugo de Barbora, Klara encerró a los pequeños en una jaula de hierro que estaba alojada en el sótano de la vivienda.

Ondrej, de 8 años y Jakub, de 10, estuvieron sujetos a diversas torturas: quemaduras con cigarrillos, golpes, entre otras vejaciones. Sus cuerpos desnudos permanecieron maniatados y amordazados en ese aterrador calvario. En ocasiones, pasaron durmiendo entre sus propios orines y heces. A veces, recibían visitas de otros “hermanos” adscritos a la misma subversión, supeditándolos a ser objeto de abuso sexual.

Hasta que la estrategia se modificó. Decidieron dar de comer en abundancia a los menores.

Klara instalada en la etapa residual de su enfermedad, bajó al sótano con un cuchillo y le pidió a Ondrej, que sacara una pierna. El inocente entre sollozos cooperó. Entonces Katerina y Barbora lo sujetaron mientras su madre le cortaba trozos de carne. Luego tocó turno a Jakub, a él le arrancó pedazos de un brazo.

Las mujeres paranoides no paraban de reír en medio del llanto y de los gritos pueriles. Era realmente una escena escalofriante y desoladora a la vez.

Así transcurrió un año. Klara arrancaba pedazos de carne a uno de los niños y luego las tres los devoraban. Hasta que el 10 de mayo de 2007, gracias a que en el ático fue instalada una cámara como las que se usan para monitorear a los bebés, un vecino, desde su sistema de vigilancia, observó lo mismo que captaba la filmadora de Klara.

El hombre quedó deslumbrado al percatarse de que esa mujer golpeaba y azotaba a los niños, desnudos y encadenados en una fría prisión. Tomó el teléfono y llamó a la policía para notificar acerca de tal acto atroz.

Al arribo de los oficiales, encontraron a una de las criaturas desmayada en el piso. Al otro en una esquina sumido en un estado de shock y a una pequeña niña con expresión de temor mientras abrazaba fuertemente en sus brazos a un osito de peluche, parada al lado de la jaula, se trataba de Barbora.

Klara y Katerina Mauerova fueron llevadas a juicio. A la madre caníbal le dieron 9 años de prisión. A la hermana le dictaron 10. Y a Barbora Skrolova sólo la condenaron a 5 años. Empero en febrero de 2012, debido a su buen comportamiento, se le concedió su libertad condicional y hoy anda en algún lugar del planeta desperdigando su asfixiante veneno.

Confieso que he leído muchas historias siniestras, pero ninguna como esta. Es increíble que una madre encuentre placer haciendo daño a sus hijos. Que estimule sus impulsos ejecutando las locuras más impensables. Lo único que me dejó feliz es saber que en la actualidad, Ondrej y Jakub son dos jóvenes que tras ser rescatados, lograron resurgir después de haber vivido una de las experiencias más traumáticas de sus vidas. Un evento que seguro nunca podrá borrarse de sus memorias.



Desde pequeña, la niña rubia de ojos azules comenzó a escuchar voces acompañadas de órdenes confusas que la atormentaron durante diversas etapas de su vida.

Klara Mauerova nació en 1975 en Kuřim, un pueblo situado en la República Checa, cuyo territorio anteriormente era conocido como Checoslovaquia. Durante su desarrollo, creció sin que sus padres notaran que la infancia de su hija estaba ceñida de pensamientos que parecían estar desconectados de la realidad.

Años más tarde, con la llegada de su hermana Katerina, se vino a reforzar una de sus creencias más férreas: que había sido elegida por Dios para cumplir una misión especial que le sería revelada en algún punto de su destino.

Se trataba de una alianza poderosa que era alimentada en la fantasía de ambas niñas, quienes soñaban en cómo llegarían a hacer grandes cosas bajo el mandato divino.

Era evidente que tanto Klara como Katerina compartían síntomas inequívocos de esquizofrenia. Sin embargo, esto no impidió que las Mauerova llevaran una vida aparentemente normal.

A pesar de la compleja personalidad, Klara cursó estudios en la universidad. Luego dejó el hogar para formar el propio junto a un hombre con el que se casó y concibió a sus dos hijos: Ondrej y Jakub.

Pero, tarde o temprano surgió la conducta irracional de la mujer. Representada en reacciones violentas contra su marido. Por lo que pronto, el cónyuge huyó de casa para lanzarlos al abandono.

La tristeza de aquella ruptura sentimental introdujo a Klara en una profunda ansiedad. Así que no dudó en invitar a su hermana Katerina a vivir bajo el mismo techo. Y así aprender a sobrellevar su duelo.

Aunque la situación parecía tomar rumbo en sus trayectos. De un momento a otro todo cambió al aparecer Barbora Skrolova, una excompañera universitaria de Katerina, la cual tenía aspecto físico de una niña de 12 años, cuando en realidad tenía 33.

Barbora padecía hipopituitarismo, una enfermedad glandular. En suma, la joven se encontraba sola en el mundo, así que por algunos años estuvo recluida en orfanatos, así como en centros psiquiátricos debido a sus problemas mentales. Circunstancia perfecta para encajar en la dinámica familiar de las Mauerova.

Poco a poco, la convivencia hizo que Barbora se concentrará en sumirlas al llamado “Movimiento del Grial”, una ideología que se esparcía en Gran Bretaña, y que giraba en torno a unos escritos realizados por el alemán Oskar Ernst, que proponía que los fieles solo llegarían al cielo con sus actos buenos durante su estancia en la tierra.

En la actualidad hay presencia de esta agrupación en más de cuarenta países. Y en cada uno de ellos, se integran círculos. Uno de estos, provisto por Barbora se desvió de las enseñanzas esenciales y se convirtió en una secta donde se apoyaba y practicaba la violencia, promiscuidad, el incesto e incluso el canibalismo.

Trabajó en demasía la confianza de las Maureova, al grado de dictarles cuáles actos eran correctos y cuáles no. Las palabras imperantes de Barbora fueron ganando terreno en las mentes de Klara y Katerina, respectivamente, hasta desencadenar una auténtica pesadilla.

// Klara, la madre que hizo realidad su culto caníbal //

Skrolova comenzó a sentir celos del trato que Klara daba a sus hijos, así que se centró en manipular sus emociones al afirmar que por culpa de ellos, su esposo la había dejado al desamparo, y por esa simple razón era justo que los infantes sufrieran una serie de castigos.

Sometida bajo el yugo de Barbora, Klara encerró a los pequeños en una jaula de hierro que estaba alojada en el sótano de la vivienda.

Ondrej, de 8 años y Jakub, de 10, estuvieron sujetos a diversas torturas: quemaduras con cigarrillos, golpes, entre otras vejaciones. Sus cuerpos desnudos permanecieron maniatados y amordazados en ese aterrador calvario. En ocasiones, pasaron durmiendo entre sus propios orines y heces. A veces, recibían visitas de otros “hermanos” adscritos a la misma subversión, supeditándolos a ser objeto de abuso sexual.

Hasta que la estrategia se modificó. Decidieron dar de comer en abundancia a los menores.

Klara instalada en la etapa residual de su enfermedad, bajó al sótano con un cuchillo y le pidió a Ondrej, que sacara una pierna. El inocente entre sollozos cooperó. Entonces Katerina y Barbora lo sujetaron mientras su madre le cortaba trozos de carne. Luego tocó turno a Jakub, a él le arrancó pedazos de un brazo.

Las mujeres paranoides no paraban de reír en medio del llanto y de los gritos pueriles. Era realmente una escena escalofriante y desoladora a la vez.

Así transcurrió un año. Klara arrancaba pedazos de carne a uno de los niños y luego las tres los devoraban. Hasta que el 10 de mayo de 2007, gracias a que en el ático fue instalada una cámara como las que se usan para monitorear a los bebés, un vecino, desde su sistema de vigilancia, observó lo mismo que captaba la filmadora de Klara.

El hombre quedó deslumbrado al percatarse de que esa mujer golpeaba y azotaba a los niños, desnudos y encadenados en una fría prisión. Tomó el teléfono y llamó a la policía para notificar acerca de tal acto atroz.

Al arribo de los oficiales, encontraron a una de las criaturas desmayada en el piso. Al otro en una esquina sumido en un estado de shock y a una pequeña niña con expresión de temor mientras abrazaba fuertemente en sus brazos a un osito de peluche, parada al lado de la jaula, se trataba de Barbora.

Klara y Katerina Mauerova fueron llevadas a juicio. A la madre caníbal le dieron 9 años de prisión. A la hermana le dictaron 10. Y a Barbora Skrolova sólo la condenaron a 5 años. Empero en febrero de 2012, debido a su buen comportamiento, se le concedió su libertad condicional y hoy anda en algún lugar del planeta desperdigando su asfixiante veneno.

Confieso que he leído muchas historias siniestras, pero ninguna como esta. Es increíble que una madre encuentre placer haciendo daño a sus hijos. Que estimule sus impulsos ejecutando las locuras más impensables. Lo único que me dejó feliz es saber que en la actualidad, Ondrej y Jakub son dos jóvenes que tras ser rescatados, lograron resurgir después de haber vivido una de las experiencias más traumáticas de sus vidas. Un evento que seguro nunca podrá borrarse de sus memorias.