/ lunes 21 de junio de 2021

Jonás: Analogías de muchos -supuestos- bíblicos

El día de hoy les platicaré de una historia que se encuentra en el libro que incluye escritos del Antiguo Testamento (AT). Este pasaje está relacionado con Jonás, un obstinado profeta considerado, a quién -supuestamente- Dios tuvo que enseñarle algunas lecciones duras. Y no lo escribo acerca de esto porque yo sea (o no) un devoto de la religión católica, sino porque yo creo que algunos escritos de la biblia (por ejemplo) tienen mucho que aportarnos a los seres humanos.

Nínive, dentro de la actual Mosul en Irak, era una gran ciudad de Asiria en donde la gente era muy mala y -supuestamente- Dios -supuestamente- quería destruirla a causa de esto. Aunque, en realidad, Jonás no quería que la población recibiera el mensaje de arrepentimiento y sentencia divina de amonestación para obtener la misericordia y perdón de Dios, pues pensaba que era inútil. Cualquiera pensaría que este profeta obedecería inmediatamente el mandato divino, pero Jonás no lo hizo. Es más, -supuestamente- él tomó un barco que partía a Tarsis con el fin de huir del mandato y la presencia de Dios. Así, Jonás no quería llevar ningún mensaje para que la gente de Nínive se arrepintiera, pues él pensaba que el pueblo malo merecía ser destruido, sin advertencia. Por esto, a causa de su desobediencia -supuestamente- se vino una gran tormenta en medio del mar. El capitán del barco no pudo controlar el barco. Al temer todos a la muerte, comenzaron a aclamar a sus dioses por protección, pero la tormenta se hacía aún más fuerte. Durante todo este tiempo de confusión a causa de la tormenta, Jonás estaba durmiendo y el dueño de la nave lo despertó. Al enterarse de que Jonás estaba huyendo de Dios, le preguntaron qué hacer. Jonás les pidió que lo arrojaran al mar para que así el mar se calmara. Los tripulantes no quisieron hacerlo, pero después de mucho esfuerzo, sin ningún resultado y un mar más violento, cedieron y lo hicieron.

Jonás era tan obstinado y sentía tanto desprecio por la gente de Nínive, que incluso no le importó morir en el mar, aunque Dios tenía otros planes. Él (Dios) preparó un gran pez para “tragar” a Jonás. Dios también amaba a Jonás, y ésta fue una oportunidad para que él se arrepintiera. Supuestamente, Jonás pasó tres días y tres noches en el vientre del gran pez, y finalmente oró a Dios y se arrepintió, en ese momento. Dios escuchó la oración de Jonás y mandó al pez a “vomitarlo” en la orilla. Después de esto, Jonás fue y predicó en Nínive. Los ciudadanos de Nínive, incluyendo a su Rey, se arrepintieron, y Dios los perdonó y no destruyó su ciudad. En vez de que Jonás se alegrara con el resultado positivo, paradójicamente, Jonás se molestó muchísimo. Así Dios -supuestamente- le tuvo que mandar una nueva lección en cuanto a su comprensión por las muchas almas en este pueblo.

Pero ¿qué podemos aprender de la historia de Jonás? Número uno, cuando alguien “importante” nos manda hacer algo, debemos obedecer. Supuestamente, él o ella, bien intencionado(a) conoce nuestra mente y corazón, y sabe si atendemos con disposición y conoce y ve todo, y no podemos escapar de él o ella como Jonás no pudo. La desobediencia frecuentemente conlleva consecuencias negativas. Supuestamente, Jonás fue echado al mar y terminó en el vientre de un gran pez. La desobediencia no solamente tiene consecuencias presentes, sino también eternas. Si queremos hacer lo bueno, debemos corregir nuestros errores y hacer lo que es pertinente. Jonás hizo eso al predicar el arrepentimiento en la ciudad de Nínive. La razón principal de esta actitud de Jonás, tiene que ver originalmente con que él pensaba que era justo y lógico lo que se le pedía a la gente de Nínive, pero no estaba de acuerdo con exigirles esto, porque ellos y ellas no se lo merecían, ya que ese proceder no era adecuado.

Pero ¿qué relación tiene la historia de Jonás con la conservación ecológica? Lo que hemos sabido desde hace mucho tiempo es que muchas de las cosas que nos han dicho (y de diferentes formas lo hemos sabido) una y otra vez, normalmente son ciertas, pero no queremos aceptarlo como SH. Sabemos que el planeta se está calentando, que se están derritiendo los glaciares del norte, que la presencia de pandemias, se estimulan -de sobremanera- con la deforestación y con la continua pérdida de la biodiversidad.

No obstante, nuestra terquedad puede causar sufrimiento, no solamente a nosotros, sino también a otros. Todos los tripulantes de este barco (llamado Tierra) sufren desesperación y angustia, incluso sus propias vidas están en peligro debido a lo mal que nos hemos portado con la “canica” azul. Por lo tanto, debemos creer que incluso los malos se pueden salvar, tal y como ocurrió a la gente de Nínive. Jonás (en el AT), inicialmente pudo no haber aprendido (en algún momento) de las lecciones de su propia historia, pero nosotros debemos aprender a escuchar y obedecer a la Naturaleza… ya es tiempo, ¿no cree amable lector?

El día de hoy les platicaré de una historia que se encuentra en el libro que incluye escritos del Antiguo Testamento (AT). Este pasaje está relacionado con Jonás, un obstinado profeta considerado, a quién -supuestamente- Dios tuvo que enseñarle algunas lecciones duras. Y no lo escribo acerca de esto porque yo sea (o no) un devoto de la religión católica, sino porque yo creo que algunos escritos de la biblia (por ejemplo) tienen mucho que aportarnos a los seres humanos.

Nínive, dentro de la actual Mosul en Irak, era una gran ciudad de Asiria en donde la gente era muy mala y -supuestamente- Dios -supuestamente- quería destruirla a causa de esto. Aunque, en realidad, Jonás no quería que la población recibiera el mensaje de arrepentimiento y sentencia divina de amonestación para obtener la misericordia y perdón de Dios, pues pensaba que era inútil. Cualquiera pensaría que este profeta obedecería inmediatamente el mandato divino, pero Jonás no lo hizo. Es más, -supuestamente- él tomó un barco que partía a Tarsis con el fin de huir del mandato y la presencia de Dios. Así, Jonás no quería llevar ningún mensaje para que la gente de Nínive se arrepintiera, pues él pensaba que el pueblo malo merecía ser destruido, sin advertencia. Por esto, a causa de su desobediencia -supuestamente- se vino una gran tormenta en medio del mar. El capitán del barco no pudo controlar el barco. Al temer todos a la muerte, comenzaron a aclamar a sus dioses por protección, pero la tormenta se hacía aún más fuerte. Durante todo este tiempo de confusión a causa de la tormenta, Jonás estaba durmiendo y el dueño de la nave lo despertó. Al enterarse de que Jonás estaba huyendo de Dios, le preguntaron qué hacer. Jonás les pidió que lo arrojaran al mar para que así el mar se calmara. Los tripulantes no quisieron hacerlo, pero después de mucho esfuerzo, sin ningún resultado y un mar más violento, cedieron y lo hicieron.

Jonás era tan obstinado y sentía tanto desprecio por la gente de Nínive, que incluso no le importó morir en el mar, aunque Dios tenía otros planes. Él (Dios) preparó un gran pez para “tragar” a Jonás. Dios también amaba a Jonás, y ésta fue una oportunidad para que él se arrepintiera. Supuestamente, Jonás pasó tres días y tres noches en el vientre del gran pez, y finalmente oró a Dios y se arrepintió, en ese momento. Dios escuchó la oración de Jonás y mandó al pez a “vomitarlo” en la orilla. Después de esto, Jonás fue y predicó en Nínive. Los ciudadanos de Nínive, incluyendo a su Rey, se arrepintieron, y Dios los perdonó y no destruyó su ciudad. En vez de que Jonás se alegrara con el resultado positivo, paradójicamente, Jonás se molestó muchísimo. Así Dios -supuestamente- le tuvo que mandar una nueva lección en cuanto a su comprensión por las muchas almas en este pueblo.

Pero ¿qué podemos aprender de la historia de Jonás? Número uno, cuando alguien “importante” nos manda hacer algo, debemos obedecer. Supuestamente, él o ella, bien intencionado(a) conoce nuestra mente y corazón, y sabe si atendemos con disposición y conoce y ve todo, y no podemos escapar de él o ella como Jonás no pudo. La desobediencia frecuentemente conlleva consecuencias negativas. Supuestamente, Jonás fue echado al mar y terminó en el vientre de un gran pez. La desobediencia no solamente tiene consecuencias presentes, sino también eternas. Si queremos hacer lo bueno, debemos corregir nuestros errores y hacer lo que es pertinente. Jonás hizo eso al predicar el arrepentimiento en la ciudad de Nínive. La razón principal de esta actitud de Jonás, tiene que ver originalmente con que él pensaba que era justo y lógico lo que se le pedía a la gente de Nínive, pero no estaba de acuerdo con exigirles esto, porque ellos y ellas no se lo merecían, ya que ese proceder no era adecuado.

Pero ¿qué relación tiene la historia de Jonás con la conservación ecológica? Lo que hemos sabido desde hace mucho tiempo es que muchas de las cosas que nos han dicho (y de diferentes formas lo hemos sabido) una y otra vez, normalmente son ciertas, pero no queremos aceptarlo como SH. Sabemos que el planeta se está calentando, que se están derritiendo los glaciares del norte, que la presencia de pandemias, se estimulan -de sobremanera- con la deforestación y con la continua pérdida de la biodiversidad.

No obstante, nuestra terquedad puede causar sufrimiento, no solamente a nosotros, sino también a otros. Todos los tripulantes de este barco (llamado Tierra) sufren desesperación y angustia, incluso sus propias vidas están en peligro debido a lo mal que nos hemos portado con la “canica” azul. Por lo tanto, debemos creer que incluso los malos se pueden salvar, tal y como ocurrió a la gente de Nínive. Jonás (en el AT), inicialmente pudo no haber aprendido (en algún momento) de las lecciones de su propia historia, pero nosotros debemos aprender a escuchar y obedecer a la Naturaleza… ya es tiempo, ¿no cree amable lector?