/ jueves 21 de octubre de 2021

Inseguridad: el tamaño de la crisis

No se puede alumbrar la oscuridad con un cerillo, ni con pequeñas obras de pavimentación, ni con dudosas cifras sobre la recuperación económica. Las evidencias diarias de la inseguridad que sigue agobiando a Morelos son múltiples y el silencio o dilación en las reacciones de las autoridades responsables de la seguridad, y la procuración y administración de justicia se ha vuelto insultante. Tampoco ayuda el que desde el gobierno estatal se anuncie la intención de mantener la estrategia de seguridad que, dicen, es la misma que la del gobierno federal; esa que ha permitido sobrepasar los cien mil homicidios dolosos y feminicidios en lo que va del sexenio.

Cada vez más morelenses reconocen haber cambiado sus hábitos (esos que permitían relajarse, hacer amigos, caminar por la calle) por temor a una creciente inseguridad que campea entre declaraciones y pleitos de la clase política y la aparente inoperancia de los cuerpos policíacos.

El Secretariado Ejecutivo de Seguridad reporta que en septiembre de 2021, se reportaron en Morelos 3 mil 385 delitos; una cifra aparentemente manejable, pero el INEGI advierte que en promedio, el 97% de los crímenes cometidos en Morelos no se denuncian, lo que supondría una cifra total de más de 48 mil 300. Es decir, en el estado se habrían cometido durante septiembre, mil 611 delitos; alrededor de 67 por hora; más de uno por minuto.

De enero a septiembre de 2021, se han registrado en en el estado 746 homicidios dolosos, 22 femicidios, 16 secuestros, 357 violaciones, 11 mil 26 robos, 3 mil 733 hechos de violencia familiar. Y la autoridad ha presumido la captura y sentencia de alrededor de una decena de capos durante ese período (a lo mejor son más los detenidos y sentenciados, pero sin duda no corresponden siquiera al 10 por ciento de los delitos cometidos).

Con la enorme cantidad de delitos cometidos, la indignación social aumenta con los hechos recientes, el robo frustrado que culminó con un balazo en la cabeza de una joven de 17 años, el hallazgo de la fosa clandestina en Yecapixtla, el dolor de los familiares de desaparecidos, los asaltos en las carreteras, los robos a casas habitación y negocios. Allá por enero de 2019, cuando apenas empezaba el gobierno de Cuauhtémoc Blanco y se iniciaban las reuniones diarias de la mesa de seguridad, el entonces responsable del cónclave, José Manuel Sanz, llamaba a los morelenses a no tener miedo. Menos de tres años después, Morelos teme y se nota en episodios de violencia colectiva que se han presentado en Huitzilac y Jantetelco, pero también en los cambios de hábitos y de paisajes; casas enrejadas, calles vacías, locales que bajan sus cortinas.

A lo mejor por ceguera de gabinete, las autoridades piensan que van bien, les salen una o dos de las cosas que planean diario. Bien por su optimismo, pero el problema es mucho mayor que sus esfuerzos y la insuficiencia de su trabajo llega al insulto.

El mando policiaco coordinado probablemente está viendo sus últimos días, esperemos que la estrategia que lo reemplace ofrezca mucho mejores resultados. Hasta ahora, sólo el alcalde electo de Cuernavaca, José Luis Urióstegui, ha bocetado algo diferente a partir de enero. Urge ponerse a trabajar.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

No se puede alumbrar la oscuridad con un cerillo, ni con pequeñas obras de pavimentación, ni con dudosas cifras sobre la recuperación económica. Las evidencias diarias de la inseguridad que sigue agobiando a Morelos son múltiples y el silencio o dilación en las reacciones de las autoridades responsables de la seguridad, y la procuración y administración de justicia se ha vuelto insultante. Tampoco ayuda el que desde el gobierno estatal se anuncie la intención de mantener la estrategia de seguridad que, dicen, es la misma que la del gobierno federal; esa que ha permitido sobrepasar los cien mil homicidios dolosos y feminicidios en lo que va del sexenio.

Cada vez más morelenses reconocen haber cambiado sus hábitos (esos que permitían relajarse, hacer amigos, caminar por la calle) por temor a una creciente inseguridad que campea entre declaraciones y pleitos de la clase política y la aparente inoperancia de los cuerpos policíacos.

El Secretariado Ejecutivo de Seguridad reporta que en septiembre de 2021, se reportaron en Morelos 3 mil 385 delitos; una cifra aparentemente manejable, pero el INEGI advierte que en promedio, el 97% de los crímenes cometidos en Morelos no se denuncian, lo que supondría una cifra total de más de 48 mil 300. Es decir, en el estado se habrían cometido durante septiembre, mil 611 delitos; alrededor de 67 por hora; más de uno por minuto.

De enero a septiembre de 2021, se han registrado en en el estado 746 homicidios dolosos, 22 femicidios, 16 secuestros, 357 violaciones, 11 mil 26 robos, 3 mil 733 hechos de violencia familiar. Y la autoridad ha presumido la captura y sentencia de alrededor de una decena de capos durante ese período (a lo mejor son más los detenidos y sentenciados, pero sin duda no corresponden siquiera al 10 por ciento de los delitos cometidos).

Con la enorme cantidad de delitos cometidos, la indignación social aumenta con los hechos recientes, el robo frustrado que culminó con un balazo en la cabeza de una joven de 17 años, el hallazgo de la fosa clandestina en Yecapixtla, el dolor de los familiares de desaparecidos, los asaltos en las carreteras, los robos a casas habitación y negocios. Allá por enero de 2019, cuando apenas empezaba el gobierno de Cuauhtémoc Blanco y se iniciaban las reuniones diarias de la mesa de seguridad, el entonces responsable del cónclave, José Manuel Sanz, llamaba a los morelenses a no tener miedo. Menos de tres años después, Morelos teme y se nota en episodios de violencia colectiva que se han presentado en Huitzilac y Jantetelco, pero también en los cambios de hábitos y de paisajes; casas enrejadas, calles vacías, locales que bajan sus cortinas.

A lo mejor por ceguera de gabinete, las autoridades piensan que van bien, les salen una o dos de las cosas que planean diario. Bien por su optimismo, pero el problema es mucho mayor que sus esfuerzos y la insuficiencia de su trabajo llega al insulto.

El mando policiaco coordinado probablemente está viendo sus últimos días, esperemos que la estrategia que lo reemplace ofrezca mucho mejores resultados. Hasta ahora, sólo el alcalde electo de Cuernavaca, José Luis Urióstegui, ha bocetado algo diferente a partir de enero. Urge ponerse a trabajar.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx