/ jueves 7 de enero de 2021

II. Un extraño en el camino

“Hay una triste hipocresía cuando la impunidad del delito, del uso de las instituciones para el provecho personal o corporativo y otros males que no logramos desterrar, se unen a una permanente descalificación de todo, a la constante siembra de sospecha”

Papa Francisco

Sin duda esta encíclica FratelliTutti, del Papa Francisco ha incomodado a más uno de quienes ostentan una dinámica de poder como dominio sobre los más necesitados de la Tierra, a quienes sistemáticamente han hecho prevalecer sus intereses mezquinos sobre la vulnerabilidad y los sin fin de padecimientos que experimenta la gran mayoría del pueblo de Dios. En este segundo capítulo a la luz del pasaje bíblico del buen samaritano, el obispo de Roma nos interpela a tomar posicionamiento ético frente a este cuerpo civilizatorio hurtado, herido a muerte y excluido.

Aunque el Papa es sencillo en su lenguaje porque desea que su mensaje sea comprendido por todos, no por ello deja de estar en el fondo una reflexión político-teológica de gran hondura. Ha escogido simbólicamente un texto que devela los discursos sociales que han hecho de la injustica una banalidad más de la maldad humana. No se detiene a reflexionar en el crimen del asalto, pero lapidariamente se atreve a denunciar a los responsables: “Los conocemos”, explicando que Jesús “No hace que nos detengamos a lamentar el hecho, no dirige la mirada hacia los salteadores. Los conocemos. Hemos visto avanzar en el mundo las densas sombras del abandono, la violencia utilizada con mezquinos intereses de poder, acumulación y división” Claro, que los conocemos.

La invitación es a reaccionar: ser cómplices silenciosos e indiferentes o por lo contrario, optar por hacernos cargo de las posibilidades de ayudar al necesitado. La tragedia e infortunio de muchos es real, y cara a cara con dicha realidad indiscutible que nos cuestiona, tenemos que decidirnos a actuar en consecuencia, no podemos argumentar únicamente que eso le corresponde hacerse cargo a otras instituciones competentes.

Hemos de apropiarnos de nuestra capacidad política como servicio loable, generoso y desinteresado hacia los más necesitados “No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas (…) en vez de acentuar odios y resentimientos” Como bien decía Adorno, “el sufrimiento es la condición de toda verdad”; es en esta hora, la que nos ha tocado vivir, que sabremos sin engaño alguno, quién es quién “En efecto, nuestras múltiples máscaras, nuestras etiquetas y nuestros disfraces se caen: es la hora de la verdad”.

El Papa en toda la encíclica mantendrá su sentido profético de anuncio evangélico de las escrituras y del magisterio de la iglesia, pero no cesará en su constante denuncia de las injusticas de un sistema-mundo con sus dinamismos destructivos y sus juegos de poder “la lógica de los violentos, de los que sólo se ambicionan a sí mismos, difusores de la confusión y la mentira” Es un Papa que nos habla con los pies descalzos, sintiendo nuestras alegrías y tristezas, por eso también está consciente que “Nos sentimos también desamparados por nuestras instituciones desarmadas y desprovistas, o dirigidas al servicio de los intereses de unos pocos, de afuera y de adentro” pero nunca nos deja de alentar a que seamos samaritanos anónimos que no busquemos hacer el bien por el reconocimiento o un falso altruismo, que siempre la proximidad sincera hacia esa periferia necesitada sea nuestro auténtico servicio.

A pesar de que los poderosos harán todos lo posible de utilizar sus artimañas seductoras y totalitarias, para convencernos de que “nada se puede hacer” por los que sufren, porque pretenden “Hundir a un pueblo en el desaliento, es el cierre de un círculo perverso perfecto: así obra la dictadura invisible de los verdaderos intereses ocultos, que se adueñaron de los recursos y de la capacidad de opinar y pensar”, el Papa apela a la sensibilidad del corazón de la humanidad para recapacitar y no dejarnos hipnotizar por esa medusa monstruosa de miles de cabezas infames.

“Hay una triste hipocresía cuando la impunidad del delito, del uso de las instituciones para el provecho personal o corporativo y otros males que no logramos desterrar, se unen a una permanente descalificación de todo, a la constante siembra de sospecha”

Papa Francisco

Sin duda esta encíclica FratelliTutti, del Papa Francisco ha incomodado a más uno de quienes ostentan una dinámica de poder como dominio sobre los más necesitados de la Tierra, a quienes sistemáticamente han hecho prevalecer sus intereses mezquinos sobre la vulnerabilidad y los sin fin de padecimientos que experimenta la gran mayoría del pueblo de Dios. En este segundo capítulo a la luz del pasaje bíblico del buen samaritano, el obispo de Roma nos interpela a tomar posicionamiento ético frente a este cuerpo civilizatorio hurtado, herido a muerte y excluido.

Aunque el Papa es sencillo en su lenguaje porque desea que su mensaje sea comprendido por todos, no por ello deja de estar en el fondo una reflexión político-teológica de gran hondura. Ha escogido simbólicamente un texto que devela los discursos sociales que han hecho de la injustica una banalidad más de la maldad humana. No se detiene a reflexionar en el crimen del asalto, pero lapidariamente se atreve a denunciar a los responsables: “Los conocemos”, explicando que Jesús “No hace que nos detengamos a lamentar el hecho, no dirige la mirada hacia los salteadores. Los conocemos. Hemos visto avanzar en el mundo las densas sombras del abandono, la violencia utilizada con mezquinos intereses de poder, acumulación y división” Claro, que los conocemos.

La invitación es a reaccionar: ser cómplices silenciosos e indiferentes o por lo contrario, optar por hacernos cargo de las posibilidades de ayudar al necesitado. La tragedia e infortunio de muchos es real, y cara a cara con dicha realidad indiscutible que nos cuestiona, tenemos que decidirnos a actuar en consecuencia, no podemos argumentar únicamente que eso le corresponde hacerse cargo a otras instituciones competentes.

Hemos de apropiarnos de nuestra capacidad política como servicio loable, generoso y desinteresado hacia los más necesitados “No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas (…) en vez de acentuar odios y resentimientos” Como bien decía Adorno, “el sufrimiento es la condición de toda verdad”; es en esta hora, la que nos ha tocado vivir, que sabremos sin engaño alguno, quién es quién “En efecto, nuestras múltiples máscaras, nuestras etiquetas y nuestros disfraces se caen: es la hora de la verdad”.

El Papa en toda la encíclica mantendrá su sentido profético de anuncio evangélico de las escrituras y del magisterio de la iglesia, pero no cesará en su constante denuncia de las injusticas de un sistema-mundo con sus dinamismos destructivos y sus juegos de poder “la lógica de los violentos, de los que sólo se ambicionan a sí mismos, difusores de la confusión y la mentira” Es un Papa que nos habla con los pies descalzos, sintiendo nuestras alegrías y tristezas, por eso también está consciente que “Nos sentimos también desamparados por nuestras instituciones desarmadas y desprovistas, o dirigidas al servicio de los intereses de unos pocos, de afuera y de adentro” pero nunca nos deja de alentar a que seamos samaritanos anónimos que no busquemos hacer el bien por el reconocimiento o un falso altruismo, que siempre la proximidad sincera hacia esa periferia necesitada sea nuestro auténtico servicio.

A pesar de que los poderosos harán todos lo posible de utilizar sus artimañas seductoras y totalitarias, para convencernos de que “nada se puede hacer” por los que sufren, porque pretenden “Hundir a un pueblo en el desaliento, es el cierre de un círculo perverso perfecto: así obra la dictadura invisible de los verdaderos intereses ocultos, que se adueñaron de los recursos y de la capacidad de opinar y pensar”, el Papa apela a la sensibilidad del corazón de la humanidad para recapacitar y no dejarnos hipnotizar por esa medusa monstruosa de miles de cabezas infames.