Hace precisamente un año (enero 17 de 2018), en este mismo espacio, publiqué “Huachicoleros electorales”. Hoy, el tema ha escalado a niveles insospechados. Entonces, comenté de este neologismo, aplicado a quienes se dedican al robo de combustible, “ordeñando” tuberías de PEMEX que transportan y distribuyen hidrocarburos. Chupa ductos. Originalmente, la palabra huachicol era utilizada para describir al producto derivado de adulterar brandy, wiskis o rones con alcohol de caña.
Por ello, Pemex registra quebrantos económicos severos: la Secretaría de Hacienda congeló 15 cuentas bancarias relacionadas con lavado de dinero producto de la venta de gasolina robada. Santiago Nieto, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la SHCP, dijo que entre los 24 implicados a los que se investiga están empresarios, un exdiputado local, un exalcalde, y 3 exfuncionarios de Pemex. Éstos operaban gasolineras con mayores montos de ventas que los de compra de combustible. Se presume vendían huachicol.
Las primeras denuncias en Morelos son de abril del 2016, por vecinos de la Colonia Tulipanes, por donde cruza la red por la que PEMEX abastece su centro de distribución de combustible en Cuernavaca. Luego se detectaron perforaciones en Huitzilac, el panteón de Chamilpa, colonias como Ampliación Maravillas, Paraíso Montessori, Milpillas y 2 en las torres de alta tensión de la UAEM. Afectados han resultado habitantes de las colonias de Ocotepec, enfrentando el desabasto de agua, por tuberías contaminadas por hidrocarburo.
En el negocio del huachicol participan familias enteras: hombres, mujeres, niños y ancianos; autoridades municipales, estatales, federales y empresarios, de todos los ramos. Y es un negocio de tal rentabilidad e impunidad que los criminales organizados lo prefieren por sobre otros negocios como el secuestro o la venta de drogas. Hasta rebasa en utilidades “al negocio” de la política misma. Porque, en rigor, algunos partidos, sus dueños y dirigentes son verdaderos huachicoleros de la política, que “succionan” dinero público y privado a través de la perforación de las cañerías del poder.
AMLO, habrá que reconocerlo, le entró de frente al fenómeno, justo cuando el escándalo de la muerte de los Moreno Valle le impactaba. Hoy, todavía con la opinión pública a favor, pese al “Gansolinazo” del desabasto del combustible, nos ha regresado a 1930 con pipas que recorrerán cientos de kilómetros, llevando el progreso a todos los rincones del país. Pero como siempre, cita sonriente la encuesta de los “reverendos hipócritas” del Reforma.
Y dice que el Wall Street Journal no actuó con “profesionalismo” al publicar que México redujo en 45% la importación de gasolina de EU en medio de crisis por desabasto. A ver si de veras va contra Romero Deschamps, líder del sindicato petrolero al que en campaña no se cansó de llamar corrupto, pero para el que hoy no aplica ni un renglón de su Cartilla Moral.
El huachicolero es aquel criminal dedicado al robo de combustible. Y lo han denominado así, quizá por el surco o “huacho” que debe hacer (mucho más profundo por supuesto) para ordeñar los conductos de Petróleos Mexicanos.
Huachiculeros (esos son otros) abundan. Como el alcalde de Juárez, Nuevo León, Heriberto Treviño que fue con policías judiciales a casa de una ciudadana que le hizo un comentario en Facebook que no le gustó. O misóginos (pregúntenle a Belinda) como el diputado federal del PES, Jorge Argüelles Victorero. O los que matan niños de 4 años sin respetar los antiguos “códigos” entre criminales, secuestran universitarias, saquean los poderes del estado o los ayuntamientos. Y claro, estúpidos como Gabriel Quadri que dijo: “Si México no tuviera que cargar con Guerrero, Oaxaca y Chiapas, sería un país de desarrollo medio y potencia emergente”. No, bueno.
Fernando Savater lo sintetizó así: “En una sociedad de consumo, de ofertas, de tentaciones, la idea del saqueo puede transformarse en una gran fiesta”.
Hasta la próxima entrega, donde podrán seguir leyendo lo que hay en mi mente.
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