/ lunes 15 de noviembre de 2021

Hoy, día de celebración, es también de recuerdos

Sí, queridos lectores. Esta última columna semanal que inicié este año que está a punto de concluir, a invitación del director el periodista Daniel Martínez, celebra este día su entrega número 100, espero seguirme con muchas más entregas porque estoy encantada de participar en un medio que por una parte recibe mis escritos con una sonrisa y trato súper amable y por otra parte, con unos lectores de lujo como son todos ustedes, que me escriben y me comparten sus mucho muy agradables comentarios y todo esto, la verdad, es para celebrar. Así es que haré un rápido repaso contándoles, aquí entre nos, cómo además de la Historia, le tomé tanto cariño al Periodismo. Recuerdo que como reportera, hará hace más de tres décadas, ay caray, ya casi llego a las cuatro, mi entonces director Efraín Pacheco Cedillo, me pidió cubrír una interesante gira local con el Embajador de China en México de aquel entonces que por cierto hablaba perfecto español. Y luego que terminaron de entrevistarlo otros colegas, al retirarse todos le pregunté acerca del programa nuclear de su país. Recuerdo que me miró fijamente detrás de los espejuelos de sus lentes como pensando si valdría la pena que ahí en un recorrido estatal, dar esa nota. Y me la dio. Al llegar feliz a mi periódico, le mostré la nota a mi director quien me dijo que esa información no era para un medio local, que hablara yo a Excélsior y la ofreciera porque sabía que no tenían corresponsal. Hablé. La pasé. Era tal mi emoción que al día siguiente, con un compañero que me llevó a la CDMX, llegamos entre cuatro y cinco de la mañana donde todos los repartidores salían con sus atados de periódicos para el reparto de ese día. Compré uno y ahí estaba mi nota. Regresé a Cuernavaca feliz y en la tarde ya tenía yo una llamada del área de Corresponsales de Excélsior preguntándome qué cuál era mi Menú, (así lo llamaban) para ese día. Y así me seguí participando con información tanto a nivel estatal como nacional en las tres ediciones: la de la mañana, las Últimas Noticias del medio día y las de la tarde. No descansaba yo ni un día y todo era felicidad, menos en el área del gobernador de aquel entonces, porque tenían a ese periódico fuera de su control. Y bueno, con los diferentes felices momentos, pero también con diversos avatares (o contratiempos) como todo en la vida, me inicié en el plano nacional. Y durante todo este tiempo, de una forma u otra, he continuado mi labor dentro del periodismo con ligeras pausas, como fueron los ocho años que trabajé para tres gobernadores y que también fueron super interesantes y es que en mi labor de periodista efectivamente como me dijo el gran periodista institucional Rolando Ortega, me faltaba cubrir el aspecto precisamente institucional como por ejemplo, vivir el secuestro del entonces gobernador de Morelos Antonio Riva Palacio López en Jonacatepec en agosto de 1993 cuando el pueblo se negaba a dejarlo ir sin que el gobierno les entregara a los policías que habían ocasionado un zafarrancho por lo que los querían linchar. Imagínense lo que viví ese día rodeada de camionetas policiacas incendiadas, todo un pueblo alzado y cerrado, el helicóptero de Televisa sobrevolando y pasando información que enfurecía cada vez más a los habitantes del lugar cuando veían las notas televisivas, con un procurador estatal Tomás Flores Allende al que habían rociado de gasolina e intentaron incendiar en vano, -cuando a uno no le toca, es por demás-, diabéticos, encerrado sin medicamentos desde la madrugada, ni alimentos y acostado sobre paja en un pequeño cubículo al que le entraba humo de chiles quemados y con el gobernador Riva Palacio López de un lado al otro, aparentemente tranquilo tratando de apaciguar a la población hasta que al fin, luego de un día de infructuosos intentos por resolver la situación y viendo que comenzaba a anochecer. Se paró y le dijo al grupo vociferante: “Si los mando traer ¿me prometen no matarlos? -la respuesta fue un rotundo ¡No!. A lo que les respondió: “No me pidan que se los de para que los maten, soy abogado y su gobernador, si me prometen respetar su vida los mando traer. Y así fue, finalmente aceptaron. Yo al lado de don Antonio, aunque escuchaba de repente alguna voz diciéndome: ¡Quítese de aquí señora Lya. Póngase a resguardo bajo las arcadas de la Presidencia Municipal!”, pero yo ni de chiste me movería. Aunque en ese momento era funcionaria, como reportera, estaba yo en el centro de la nota y junto al gobernador. Cuándo volvería a tener la oportunidad de presenciar un linchamiento. Y bueno, ya le seguiré y hasta el próximo lunes queridos amigos.

Sí, queridos lectores. Esta última columna semanal que inicié este año que está a punto de concluir, a invitación del director el periodista Daniel Martínez, celebra este día su entrega número 100, espero seguirme con muchas más entregas porque estoy encantada de participar en un medio que por una parte recibe mis escritos con una sonrisa y trato súper amable y por otra parte, con unos lectores de lujo como son todos ustedes, que me escriben y me comparten sus mucho muy agradables comentarios y todo esto, la verdad, es para celebrar. Así es que haré un rápido repaso contándoles, aquí entre nos, cómo además de la Historia, le tomé tanto cariño al Periodismo. Recuerdo que como reportera, hará hace más de tres décadas, ay caray, ya casi llego a las cuatro, mi entonces director Efraín Pacheco Cedillo, me pidió cubrír una interesante gira local con el Embajador de China en México de aquel entonces que por cierto hablaba perfecto español. Y luego que terminaron de entrevistarlo otros colegas, al retirarse todos le pregunté acerca del programa nuclear de su país. Recuerdo que me miró fijamente detrás de los espejuelos de sus lentes como pensando si valdría la pena que ahí en un recorrido estatal, dar esa nota. Y me la dio. Al llegar feliz a mi periódico, le mostré la nota a mi director quien me dijo que esa información no era para un medio local, que hablara yo a Excélsior y la ofreciera porque sabía que no tenían corresponsal. Hablé. La pasé. Era tal mi emoción que al día siguiente, con un compañero que me llevó a la CDMX, llegamos entre cuatro y cinco de la mañana donde todos los repartidores salían con sus atados de periódicos para el reparto de ese día. Compré uno y ahí estaba mi nota. Regresé a Cuernavaca feliz y en la tarde ya tenía yo una llamada del área de Corresponsales de Excélsior preguntándome qué cuál era mi Menú, (así lo llamaban) para ese día. Y así me seguí participando con información tanto a nivel estatal como nacional en las tres ediciones: la de la mañana, las Últimas Noticias del medio día y las de la tarde. No descansaba yo ni un día y todo era felicidad, menos en el área del gobernador de aquel entonces, porque tenían a ese periódico fuera de su control. Y bueno, con los diferentes felices momentos, pero también con diversos avatares (o contratiempos) como todo en la vida, me inicié en el plano nacional. Y durante todo este tiempo, de una forma u otra, he continuado mi labor dentro del periodismo con ligeras pausas, como fueron los ocho años que trabajé para tres gobernadores y que también fueron super interesantes y es que en mi labor de periodista efectivamente como me dijo el gran periodista institucional Rolando Ortega, me faltaba cubrir el aspecto precisamente institucional como por ejemplo, vivir el secuestro del entonces gobernador de Morelos Antonio Riva Palacio López en Jonacatepec en agosto de 1993 cuando el pueblo se negaba a dejarlo ir sin que el gobierno les entregara a los policías que habían ocasionado un zafarrancho por lo que los querían linchar. Imagínense lo que viví ese día rodeada de camionetas policiacas incendiadas, todo un pueblo alzado y cerrado, el helicóptero de Televisa sobrevolando y pasando información que enfurecía cada vez más a los habitantes del lugar cuando veían las notas televisivas, con un procurador estatal Tomás Flores Allende al que habían rociado de gasolina e intentaron incendiar en vano, -cuando a uno no le toca, es por demás-, diabéticos, encerrado sin medicamentos desde la madrugada, ni alimentos y acostado sobre paja en un pequeño cubículo al que le entraba humo de chiles quemados y con el gobernador Riva Palacio López de un lado al otro, aparentemente tranquilo tratando de apaciguar a la población hasta que al fin, luego de un día de infructuosos intentos por resolver la situación y viendo que comenzaba a anochecer. Se paró y le dijo al grupo vociferante: “Si los mando traer ¿me prometen no matarlos? -la respuesta fue un rotundo ¡No!. A lo que les respondió: “No me pidan que se los de para que los maten, soy abogado y su gobernador, si me prometen respetar su vida los mando traer. Y así fue, finalmente aceptaron. Yo al lado de don Antonio, aunque escuchaba de repente alguna voz diciéndome: ¡Quítese de aquí señora Lya. Póngase a resguardo bajo las arcadas de la Presidencia Municipal!”, pero yo ni de chiste me movería. Aunque en ese momento era funcionaria, como reportera, estaba yo en el centro de la nota y junto al gobernador. Cuándo volvería a tener la oportunidad de presenciar un linchamiento. Y bueno, ya le seguiré y hasta el próximo lunes queridos amigos.