/ jueves 23 de septiembre de 2021

Haitianos en Morelos

Hace unos días circulando por el norte de Cuernavaca me encontré con una mujer de origen haitiano con su hijo adolescente pidiendo ayuda económica a los automovilistas que por ahí circulábamos. Desconozco si se encuentran en Morelos de paso o tienen la idea de quedarse aquí, lo cual dudaría mucho, ya que su objetivo es llegar a la frontera de los Estados Unidos y de ahí cruzar hacia ese país.

La llegada de miles de haitianos a nuestro país obedece en la mayoría de los casos al éxodo de personas originarias de la isla caribeña pero que provienen de Brasil y de Chile principalmente. Son haitianos que ya habían salido de Haití años atrás y se encontraban establecidos en estos países sudamericanos. Otros provienen directamente de la isla vía Colombia, Panamá o de otro país de Centroamérica.

En ambos casos tienen en común el haber huido de Haití por razones humanitarias o de seguridad, unos antes y otros después, pero todos son víctimas del hambre y de la miseria que prevalece en ese país.

Para llegar a la frontera sur de México los migrantes haitianos han tenido que cruzar varios países, seguramente con muchísimas dificultades, pero no es hasta que llegan a México cuando se encuentran con un gran escudo gubernamental, un blindaje fronterizo integrado por agentes migratorios y la guardia nacional que los mantiene confinados en las ciudades fronterizas de Chiapas, impidiendo que continúen su camino hacia la frontera norte. Muchos de ellos de manera legal o a hurtadillas, logran pasar esos retenes mexicanos y librar las redadas de la guardia nacional y logran llegar al norte. En algunos puntos de la frontera en donde el río Bravo lo permite, los migrantes cruzan a EUA. Han establecido campamentos de cientos de refugiados de ambos lados del río. Hemos visto escenas en donde policías montados en caballos y armados con látigos, impiden que los migrantes crucen el río Bravo y se internen en territorio norteamericano. Policía montada arreando a migrantes con látigos, escenas que lastiman. A otros los detienen y los suben a aviones que los llevan directo de regreso a su país de origen. Imaginemos eso, después de meses de cruzar materialmente el continente americano, pasando carencias, inclemencias, siendo víctimas en muchos casos de violencia, atravesando países en donde la situación inseguridad es terrible como Honduras, El Salvador o México y en un par de horas los regresan al lugar de donde huyeron.

Este fenómeno de la migración haitiana se ha recrudecido a partir de dos hechos recientes: el primero es la inestabilidad política, social y económica que padece Haití, recordemos que un grupo de mercenarios de origen colombiano asesinaron hace unas semanas al primer ministro, y la segunda es el reciente terremoto que azotó la isla dejando más miseria y muerte a su paso.

El papel que le toca jugar a nuestro país es muy ingrato y hasta contradictorio. Por un lado, pretende ser solidario y brindar ayuda humanitaria a los migrantes que llegan del Sur, por el otro es el policía que le hace el trabajo sucio a los EU para contener a los haitianos en la frontera, en Tapachula y en otras ciudades; hasta en Monterrey hay una colonia importante de haitianos.

En general los migrantes haitianos no ven a México como un destino final, no sé si para bien o para mal, pero prefieren correr el riesgo e irse hacia los EUA, engañados en la creencia que les darán asilo como a sus familiares o paisanos que radican allá.

Mientras tanto el presidente insiste en convencer al gobierno del presidente Biden y del primer ministro canadiense Justin Trudeau para invertir en el programa de "Sembrando Vida" en Centroamérica, con el objetivo de generar empleo y disminuir la migración. Hasta ahora no ha habido respuesta; sembrar árboles además ayuda a disminuir los efectos del cambio climático.

Mientras las condiciones de pobreza, inseguridad y violencia prevalezcan, vayámonos acostumbrando a ver a migrantes centroamericanos, haitianos y de otras regiones del mundo en las ciudades de México, la mayoría son gente buena que merece una segunda oportunidad de vida.

Hace unos días circulando por el norte de Cuernavaca me encontré con una mujer de origen haitiano con su hijo adolescente pidiendo ayuda económica a los automovilistas que por ahí circulábamos. Desconozco si se encuentran en Morelos de paso o tienen la idea de quedarse aquí, lo cual dudaría mucho, ya que su objetivo es llegar a la frontera de los Estados Unidos y de ahí cruzar hacia ese país.

La llegada de miles de haitianos a nuestro país obedece en la mayoría de los casos al éxodo de personas originarias de la isla caribeña pero que provienen de Brasil y de Chile principalmente. Son haitianos que ya habían salido de Haití años atrás y se encontraban establecidos en estos países sudamericanos. Otros provienen directamente de la isla vía Colombia, Panamá o de otro país de Centroamérica.

En ambos casos tienen en común el haber huido de Haití por razones humanitarias o de seguridad, unos antes y otros después, pero todos son víctimas del hambre y de la miseria que prevalece en ese país.

Para llegar a la frontera sur de México los migrantes haitianos han tenido que cruzar varios países, seguramente con muchísimas dificultades, pero no es hasta que llegan a México cuando se encuentran con un gran escudo gubernamental, un blindaje fronterizo integrado por agentes migratorios y la guardia nacional que los mantiene confinados en las ciudades fronterizas de Chiapas, impidiendo que continúen su camino hacia la frontera norte. Muchos de ellos de manera legal o a hurtadillas, logran pasar esos retenes mexicanos y librar las redadas de la guardia nacional y logran llegar al norte. En algunos puntos de la frontera en donde el río Bravo lo permite, los migrantes cruzan a EUA. Han establecido campamentos de cientos de refugiados de ambos lados del río. Hemos visto escenas en donde policías montados en caballos y armados con látigos, impiden que los migrantes crucen el río Bravo y se internen en territorio norteamericano. Policía montada arreando a migrantes con látigos, escenas que lastiman. A otros los detienen y los suben a aviones que los llevan directo de regreso a su país de origen. Imaginemos eso, después de meses de cruzar materialmente el continente americano, pasando carencias, inclemencias, siendo víctimas en muchos casos de violencia, atravesando países en donde la situación inseguridad es terrible como Honduras, El Salvador o México y en un par de horas los regresan al lugar de donde huyeron.

Este fenómeno de la migración haitiana se ha recrudecido a partir de dos hechos recientes: el primero es la inestabilidad política, social y económica que padece Haití, recordemos que un grupo de mercenarios de origen colombiano asesinaron hace unas semanas al primer ministro, y la segunda es el reciente terremoto que azotó la isla dejando más miseria y muerte a su paso.

El papel que le toca jugar a nuestro país es muy ingrato y hasta contradictorio. Por un lado, pretende ser solidario y brindar ayuda humanitaria a los migrantes que llegan del Sur, por el otro es el policía que le hace el trabajo sucio a los EU para contener a los haitianos en la frontera, en Tapachula y en otras ciudades; hasta en Monterrey hay una colonia importante de haitianos.

En general los migrantes haitianos no ven a México como un destino final, no sé si para bien o para mal, pero prefieren correr el riesgo e irse hacia los EUA, engañados en la creencia que les darán asilo como a sus familiares o paisanos que radican allá.

Mientras tanto el presidente insiste en convencer al gobierno del presidente Biden y del primer ministro canadiense Justin Trudeau para invertir en el programa de "Sembrando Vida" en Centroamérica, con el objetivo de generar empleo y disminuir la migración. Hasta ahora no ha habido respuesta; sembrar árboles además ayuda a disminuir los efectos del cambio climático.

Mientras las condiciones de pobreza, inseguridad y violencia prevalezcan, vayámonos acostumbrando a ver a migrantes centroamericanos, haitianos y de otras regiones del mundo en las ciudades de México, la mayoría son gente buena que merece una segunda oportunidad de vida.

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