/ jueves 19 de marzo de 2020

Hacia una posible tormenta perfecta

En las próximas semanas comenzaremos a ver los efectos causados por la pandemia del COVID-19 en el ámbito económico. Todos los días estamos recibiendo una nueva noticia sobre el aumento en el precio del dólar y la caída del precio del petróleo.

Lo que a continuación veremos será al gobierno de la 4T presentar un paquete de estímulo fiscal, basado principalmente en líneas de crédito, y al Banco de México anunciando nuevas subastas de dólares para tratar de estabilizarlo. Desafortunadamente, estas conocidas políticas contracíclicas no servirán de mucho.

Debemos partir que venimos de un año de contracción económica, más bien, de recesión y hay que decirlo con todas sus letras. Las empresas venían sorteando una caída de la producción y la inversión debido a que no había viabilidad de crecimiento hacia fuera (dada nuestra baja competitividad y el contexto de los mercados internacionales), ni hacia adentro con las políticas de la 4T.

Si esto le ocurrió al sector privado “formal”, ¿qué podemos esperar que le ocurra al sector informal? No hay muchas alternativas para amortiguar la caída que vendrá para quienes obtienen sus ingresos al día, para quienes llevan a cabo actividades prácticamente de autoconsumo. Los recursos pocas veces llegan a esas capas de la población.

Confiar en los programas sociales tampoco creo que sea lo opción, porque no toda la población es beneficiaria de un subsidio. La lógica nos hace pensar que parte de la solución será que se tendría que incrementar el gasto público y el consumo para mejorar las condiciones del mercado interior.

Entiendo que todos estén tratando de no llegar tarde a los anuncios de suspensión y cierre de actividades, e incluso en este tema todas las autoridades ya habían sido rebasados por la realidad. Es normal que estén en eso.

Sin embargo, me parece que nuevamente la realidad hará reaccionar a las autoridades. Pero hasta este momento, no encuentro ninguna nota o declaración de ningún funcionario de Morelos que sea “tomador de decisión” en materia económica y financiera anunciando tener algún encuentro de alto nivel para valorar la situación.

De verdad, ¿nadie está pensando que dentro de pocos días los primeros en levantar la voz serán los empresarios restauranteros y hoteleros? Y después se sumarán otras actividades productivas en todos los niveles. ¿Qué hará el autodenominado estado “anfitrión del mundo” para ayudarlos? En principio, ¿qué están pensando sus funcionarios?

Los tiempos irán marcando las fases y los protocolos que en materia de salud pública tendremos que observar para ajustar nuestras actividades cotidianas. Por supuesto que no se trata de elevar las alarmas subjetivamente, por el contrario se trata de ser objetivos a partir de una evaluación de la situación para prever resultados y tomar decisiones desde ahora.

No perdamos de vista que estamos en un contexto de recesión, el tiempo apremia si de verdad nos interesa reducir los impactos en la sociedad. Hasta ahora ni el Ejecutivo ni el Congreso han dado señales de vida sobre este asunto, lo que me hace pensar que les resulta más sencillo hacer el recuento de los daños que tomar acciones preventivas.

El tiempo nos lo dirá…

En las próximas semanas comenzaremos a ver los efectos causados por la pandemia del COVID-19 en el ámbito económico. Todos los días estamos recibiendo una nueva noticia sobre el aumento en el precio del dólar y la caída del precio del petróleo.

Lo que a continuación veremos será al gobierno de la 4T presentar un paquete de estímulo fiscal, basado principalmente en líneas de crédito, y al Banco de México anunciando nuevas subastas de dólares para tratar de estabilizarlo. Desafortunadamente, estas conocidas políticas contracíclicas no servirán de mucho.

Debemos partir que venimos de un año de contracción económica, más bien, de recesión y hay que decirlo con todas sus letras. Las empresas venían sorteando una caída de la producción y la inversión debido a que no había viabilidad de crecimiento hacia fuera (dada nuestra baja competitividad y el contexto de los mercados internacionales), ni hacia adentro con las políticas de la 4T.

Si esto le ocurrió al sector privado “formal”, ¿qué podemos esperar que le ocurra al sector informal? No hay muchas alternativas para amortiguar la caída que vendrá para quienes obtienen sus ingresos al día, para quienes llevan a cabo actividades prácticamente de autoconsumo. Los recursos pocas veces llegan a esas capas de la población.

Confiar en los programas sociales tampoco creo que sea lo opción, porque no toda la población es beneficiaria de un subsidio. La lógica nos hace pensar que parte de la solución será que se tendría que incrementar el gasto público y el consumo para mejorar las condiciones del mercado interior.

Entiendo que todos estén tratando de no llegar tarde a los anuncios de suspensión y cierre de actividades, e incluso en este tema todas las autoridades ya habían sido rebasados por la realidad. Es normal que estén en eso.

Sin embargo, me parece que nuevamente la realidad hará reaccionar a las autoridades. Pero hasta este momento, no encuentro ninguna nota o declaración de ningún funcionario de Morelos que sea “tomador de decisión” en materia económica y financiera anunciando tener algún encuentro de alto nivel para valorar la situación.

De verdad, ¿nadie está pensando que dentro de pocos días los primeros en levantar la voz serán los empresarios restauranteros y hoteleros? Y después se sumarán otras actividades productivas en todos los niveles. ¿Qué hará el autodenominado estado “anfitrión del mundo” para ayudarlos? En principio, ¿qué están pensando sus funcionarios?

Los tiempos irán marcando las fases y los protocolos que en materia de salud pública tendremos que observar para ajustar nuestras actividades cotidianas. Por supuesto que no se trata de elevar las alarmas subjetivamente, por el contrario se trata de ser objetivos a partir de una evaluación de la situación para prever resultados y tomar decisiones desde ahora.

No perdamos de vista que estamos en un contexto de recesión, el tiempo apremia si de verdad nos interesa reducir los impactos en la sociedad. Hasta ahora ni el Ejecutivo ni el Congreso han dado señales de vida sobre este asunto, lo que me hace pensar que les resulta más sencillo hacer el recuento de los daños que tomar acciones preventivas.

El tiempo nos lo dirá…