/ jueves 7 de mayo de 2020

Fijaciones orales

Confieso que el título podría ser criticable, a final de cuentas, aunque inscritas en la tradición oral del chisme y la chusma, las publicaciones a las que referiremos son literales en el sentido de que están escritas en fragmentos contundentes de acusaciones no probadas contra algunos sujetos públicos. Pero entendemos en esos ejercicios más una representación gráfica de lo que se dice, que un obediente ensayo de las reglas exigibles a los mensajes concebidos para ser escritos.

Las masas votantes, vociferantes ahora a través de las redes sociales, parecen tener algunas fijaciones que impiden avanzar en el debate racional que suponíamos territorio privilegiado con los nuevos medios de comunicación. Echadas a andar por medio del cálculo de propagandistas políticos, o por la irreflexiva arenga de alguna figura de autoridad pública, presidente, diputado, gobernador, las campañas en contra de quienes se suponen enemigos del régimen tienen un grupo de personajes fijados.

La corrientísima narrativa que pretende dividir la escena política en una suerte de telenovela en que los buenos son muy buenos, y los malos son peores que el demonio, parece mantenerse como el centro de la discusión política para miles de partidarios de la corriente en el poder y para quienes se enganchan en la discusión con ellos. Cuando las cosas se complican para el régimen, inmediatamente repiten las diatribas contra los villanos favoritos, Felipe Calderón, en el escenario nacional y, por ejemplo, Graco Ramírez, en el local. Ventaja para la campaña federal que la colección de pifias que se atribuyen a Calderón no hayan sido -probablemente no lo serán nunca- llevadas al terreno jurídico, porque ahí suelen volverse en contra de quienes las proferían. En el caso de Morelos, en cambio, las tropelías que se atribuyen a Graco Ramírez han tratado de judicializarse y ese hecho, espectacular al principio, se ha vuelto en contra de Cuauhtémoc Blanco, cuya administración ha sido incapaz de llevar a su antecesor a los tribunales; con ello; sin embargo, siempre que lo ve posible, la administración de Blanco a un personaje colectivo menos tangible: “ellos”, que sería una fantasmagórica presencia del pasado “me dejaron un cochinero”.

Las fijaciones orales a las que nos referimos, arrancan por la boca del poderoso y se van repitiendo por días y hasta semanas; pero siempre un evento duro de la realidad, en Morelos el ascenso de casos de Covid-19, el aparente fracaso de las medidas de contención, y la solo intermitente presencia del gobernador en el escenario de la crisis, acaba diluyendo la campaña negativa en contra del otro, del malote, y devolviendo todo, por lo menos por unas horas a esa grosera y pedestre realidad por la que nadie gusta transitar pero en la que todos habitamos.

El problema es que la discusión de lo público seguirá siempre desviándose de las cosas importantes por la intromisión de esas fijaciones de la oralidad en el muy básico pensamiento político de gran parte de la población a la que no parece faltar información, pues asumen tenerla en abundancia, más bien parece ausencia de razón.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Confieso que el título podría ser criticable, a final de cuentas, aunque inscritas en la tradición oral del chisme y la chusma, las publicaciones a las que referiremos son literales en el sentido de que están escritas en fragmentos contundentes de acusaciones no probadas contra algunos sujetos públicos. Pero entendemos en esos ejercicios más una representación gráfica de lo que se dice, que un obediente ensayo de las reglas exigibles a los mensajes concebidos para ser escritos.

Las masas votantes, vociferantes ahora a través de las redes sociales, parecen tener algunas fijaciones que impiden avanzar en el debate racional que suponíamos territorio privilegiado con los nuevos medios de comunicación. Echadas a andar por medio del cálculo de propagandistas políticos, o por la irreflexiva arenga de alguna figura de autoridad pública, presidente, diputado, gobernador, las campañas en contra de quienes se suponen enemigos del régimen tienen un grupo de personajes fijados.

La corrientísima narrativa que pretende dividir la escena política en una suerte de telenovela en que los buenos son muy buenos, y los malos son peores que el demonio, parece mantenerse como el centro de la discusión política para miles de partidarios de la corriente en el poder y para quienes se enganchan en la discusión con ellos. Cuando las cosas se complican para el régimen, inmediatamente repiten las diatribas contra los villanos favoritos, Felipe Calderón, en el escenario nacional y, por ejemplo, Graco Ramírez, en el local. Ventaja para la campaña federal que la colección de pifias que se atribuyen a Calderón no hayan sido -probablemente no lo serán nunca- llevadas al terreno jurídico, porque ahí suelen volverse en contra de quienes las proferían. En el caso de Morelos, en cambio, las tropelías que se atribuyen a Graco Ramírez han tratado de judicializarse y ese hecho, espectacular al principio, se ha vuelto en contra de Cuauhtémoc Blanco, cuya administración ha sido incapaz de llevar a su antecesor a los tribunales; con ello; sin embargo, siempre que lo ve posible, la administración de Blanco a un personaje colectivo menos tangible: “ellos”, que sería una fantasmagórica presencia del pasado “me dejaron un cochinero”.

Las fijaciones orales a las que nos referimos, arrancan por la boca del poderoso y se van repitiendo por días y hasta semanas; pero siempre un evento duro de la realidad, en Morelos el ascenso de casos de Covid-19, el aparente fracaso de las medidas de contención, y la solo intermitente presencia del gobernador en el escenario de la crisis, acaba diluyendo la campaña negativa en contra del otro, del malote, y devolviendo todo, por lo menos por unas horas a esa grosera y pedestre realidad por la que nadie gusta transitar pero en la que todos habitamos.

El problema es que la discusión de lo público seguirá siempre desviándose de las cosas importantes por la intromisión de esas fijaciones de la oralidad en el muy básico pensamiento político de gran parte de la población a la que no parece faltar información, pues asumen tenerla en abundancia, más bien parece ausencia de razón.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx