/ miércoles 13 de abril de 2022

Falta de saneamiento, asesino silencioso de los acuíferos

Las aguas subterráneas en general tienen una excelente calidad natural y, en la mayoría de los casos, se prescinde del tratamiento post-extracción, como debía ser habitual en las aguas de ríos, lagos y embalses.

Un ejemplo de esto es el agua mineral que es naturalmente potable y corresponde a un tipo de agua subterránea, pero por desgracia no todas las aguas subterráneas tienen las características necesarias para ser consideradas minerales.

De manera natural, los problemas con la calidad de las aguas subterráneas están relacionados con ciertos elementos químicos que se incorporan al agua a partir de la meteorización y la disolución de minerales en las rocas.

Generalmente, los más comunes corresponden al hierro, manganeso y dureza y, más raramente, al flúor, cromo, bario y arsénico.

Sin embargo, a partir de la fuerte urbanización y la intensificación de las actividades humanas, especialmente después de la década de 1960, ha habido un aumento de los informes de contaminación de los acuíferos y aguas subterráneas.

Existen grandes áreas declaradas contaminadas en México y en Morelos en particular, aunque se estima que el número es 10 veces mayor. Esas contaminaciones provienen de actividades específicas, responsables de la degradación de áreas de algunos cientos de metros cuadrados, como las causadas por el almacenamiento de productos peligrosos, la disposición de residuos sólidos y la liberación de efluentes domésticos, comerciales agrícolas e industriales.

En el caso del sector urbano, la falta de redes de alcantarillado sanitario y las precarias condiciones de las redes existentes, debido a fallas en el diseño y mantenimiento, son las causas ambientales más preocupantes de la degradación de los acuíferos.

A pesar de las fuertes inversiones realizadas por la administración del Gobernador Cuauhtémoc Blanco, en nuestra entidad aún, el 49% de todas las aguas residuales generadas no se recolecta: el 12% se destina a sistemas individuales de tratamiento in situ y el 78 % no se recolecta ni trata.

Además, solo el 22 % del total de las aguas residuales se recolecta y trata y el 17%, aunque se recolecta, se descarga posteriormente a los cuerpos de agua superficiales debido a la inexistencia de plantas de tratamiento o bien por que las existentes, se encuentran fuera de operación por diversas causas.

En ausencia de redes de recolección, la mayor parte de las aguas residuales se descarga en el suelo, por pozos y sumideros (69%), y otro alto porcentaje se descarga en cursos de agua superficiales. En suma, del total de aguas residuales un muy elevado porcentaje se filtra al subsuelo.

Las fosas sépticas, incluso las correctamente construidas, contaminan las aguas subterráneas con nutrientes, especialmente nitrógeno, cuya degradación muchas veces no se logra debido a la limitada capacidad de atenuación de los acuíferos.

Las grandes columnas de contaminación por nitratos debajo de ciudades sin sistemas de alcantarillado son una consecuencia de este problema.

Existe una clara correlación entre la densidad de los sistemas de saneamiento in situ, como fosas sépticas y pozos negros, y las concentraciones más altas de nitrato y cloruro en los acuíferos.

En áreas de alta densidad de población, como barrios marginales y asentamientos irregulares, el problema es más notorio y preocupante, ya que la falta de agua entubada empuja a los residentes a recurrir a las aguas subterráneas a través de pozos excavados, que muchas veces están contaminados por las propias fosas negras y sépticas instaladas en sus inmediaciones.

Existen numerosos casos reportados y documentados de contaminación de acuíferos en áreas sin red de alcantarillado en el exterior.

Si bien la instalación de redes de alcantarillado es la forma más eficiente y común de evitar la contaminación de los acuíferos urbanos, su mera presencia no es suficiente para asegurar la protección de estos embalses.

Los materiales utilizados en la construcción de estas redes antes de la década de 1990, predominantemente compuestos por cerámica, hormigón o hierro, están en claro deterioro y acaban filtrándose importantes volúmenes de aguas residuales, provocando la contaminación de los acuíferos.

Se estima que la fuga debe ser superior al 40% del total de las aguas residuales recogidas, provocando la infiltración de miles de metros cúbicos de efluentes urbanos.

La contaminación de los acuíferos generada por la falta de mantenimiento de la red de alcantarillado urbano es de sobra conocida, la diversidad de usos y ocupaciones del territorio sumada a la geología de ciudades permiten conjeturar que el problema de la contaminación de los acuíferos urbanos por la fuga de aguas residuales de las redes colectoras puede estar ocurriendo en prácticamente todas las ciudades donde las instalaciones preceden a 1990.

Estudios realizados en acuíferos bajo ciudades provistas de redes de alcantarillado han demostrado que los casos de contaminación son más pronunciados en las siguientes condiciones:

En áreas de mayor densidad de población, porque a medida que se generan más aguas residuales, hay más fugas y estas llegan en mayor cantidad al acuífero.

En áreas de alcantarillado más antiguas, ya que las tasas de fuga son más altas para las tuberías instaladas antes de 1990.

Las fugas ocurren porque además de la falta de mantenimiento, los materiales del pasado son tecnológicamente menos resistentes a la corrosión y a los impactos mecánicos causados por el asentamiento de los suelos y por la variación del caudal del afluente.

En porciones menos profundas del acuífero, lo que demuestra que las concentraciones de contaminantes disminuyen con la profundidad.

Así, se estima que cada año el subsuelo del país recibe una carga total de aguas residuales que corresponde a la suma de las aguas servidas generadas por la falta de red colectora y las de la fuga de la propia red, sin mantenimiento.

La lección aprendida, a partir de los múltiples casos de contaminación de acuíferos urbanos por aguas residuales, es que toda urbanización debe ir precedida de la instalación de una red de alcantarillado, construida con materiales modernos, como plásticos resistentes y con juntas adecuadas y duraderas, y periódicamente mantenido.

En las zonas antiguas de la ciudad, la reposición de la red de alcantarillado debe ser una prioridad, so pena de perder el acuífero urbano por su contaminación. Si bien se trata de una solución de ingeniería indispensable, cabe señalar que una vez eliminada la fuente de contaminación, el acuífero tardará algunas décadas en autolimpiarse, si no se lleva a cabo la intervención humana.

¿Para que esperar a que el destino nos alcance?

Las aguas subterráneas en general tienen una excelente calidad natural y, en la mayoría de los casos, se prescinde del tratamiento post-extracción, como debía ser habitual en las aguas de ríos, lagos y embalses.

Un ejemplo de esto es el agua mineral que es naturalmente potable y corresponde a un tipo de agua subterránea, pero por desgracia no todas las aguas subterráneas tienen las características necesarias para ser consideradas minerales.

De manera natural, los problemas con la calidad de las aguas subterráneas están relacionados con ciertos elementos químicos que se incorporan al agua a partir de la meteorización y la disolución de minerales en las rocas.

Generalmente, los más comunes corresponden al hierro, manganeso y dureza y, más raramente, al flúor, cromo, bario y arsénico.

Sin embargo, a partir de la fuerte urbanización y la intensificación de las actividades humanas, especialmente después de la década de 1960, ha habido un aumento de los informes de contaminación de los acuíferos y aguas subterráneas.

Existen grandes áreas declaradas contaminadas en México y en Morelos en particular, aunque se estima que el número es 10 veces mayor. Esas contaminaciones provienen de actividades específicas, responsables de la degradación de áreas de algunos cientos de metros cuadrados, como las causadas por el almacenamiento de productos peligrosos, la disposición de residuos sólidos y la liberación de efluentes domésticos, comerciales agrícolas e industriales.

En el caso del sector urbano, la falta de redes de alcantarillado sanitario y las precarias condiciones de las redes existentes, debido a fallas en el diseño y mantenimiento, son las causas ambientales más preocupantes de la degradación de los acuíferos.

A pesar de las fuertes inversiones realizadas por la administración del Gobernador Cuauhtémoc Blanco, en nuestra entidad aún, el 49% de todas las aguas residuales generadas no se recolecta: el 12% se destina a sistemas individuales de tratamiento in situ y el 78 % no se recolecta ni trata.

Además, solo el 22 % del total de las aguas residuales se recolecta y trata y el 17%, aunque se recolecta, se descarga posteriormente a los cuerpos de agua superficiales debido a la inexistencia de plantas de tratamiento o bien por que las existentes, se encuentran fuera de operación por diversas causas.

En ausencia de redes de recolección, la mayor parte de las aguas residuales se descarga en el suelo, por pozos y sumideros (69%), y otro alto porcentaje se descarga en cursos de agua superficiales. En suma, del total de aguas residuales un muy elevado porcentaje se filtra al subsuelo.

Las fosas sépticas, incluso las correctamente construidas, contaminan las aguas subterráneas con nutrientes, especialmente nitrógeno, cuya degradación muchas veces no se logra debido a la limitada capacidad de atenuación de los acuíferos.

Las grandes columnas de contaminación por nitratos debajo de ciudades sin sistemas de alcantarillado son una consecuencia de este problema.

Existe una clara correlación entre la densidad de los sistemas de saneamiento in situ, como fosas sépticas y pozos negros, y las concentraciones más altas de nitrato y cloruro en los acuíferos.

En áreas de alta densidad de población, como barrios marginales y asentamientos irregulares, el problema es más notorio y preocupante, ya que la falta de agua entubada empuja a los residentes a recurrir a las aguas subterráneas a través de pozos excavados, que muchas veces están contaminados por las propias fosas negras y sépticas instaladas en sus inmediaciones.

Existen numerosos casos reportados y documentados de contaminación de acuíferos en áreas sin red de alcantarillado en el exterior.

Si bien la instalación de redes de alcantarillado es la forma más eficiente y común de evitar la contaminación de los acuíferos urbanos, su mera presencia no es suficiente para asegurar la protección de estos embalses.

Los materiales utilizados en la construcción de estas redes antes de la década de 1990, predominantemente compuestos por cerámica, hormigón o hierro, están en claro deterioro y acaban filtrándose importantes volúmenes de aguas residuales, provocando la contaminación de los acuíferos.

Se estima que la fuga debe ser superior al 40% del total de las aguas residuales recogidas, provocando la infiltración de miles de metros cúbicos de efluentes urbanos.

La contaminación de los acuíferos generada por la falta de mantenimiento de la red de alcantarillado urbano es de sobra conocida, la diversidad de usos y ocupaciones del territorio sumada a la geología de ciudades permiten conjeturar que el problema de la contaminación de los acuíferos urbanos por la fuga de aguas residuales de las redes colectoras puede estar ocurriendo en prácticamente todas las ciudades donde las instalaciones preceden a 1990.

Estudios realizados en acuíferos bajo ciudades provistas de redes de alcantarillado han demostrado que los casos de contaminación son más pronunciados en las siguientes condiciones:

En áreas de mayor densidad de población, porque a medida que se generan más aguas residuales, hay más fugas y estas llegan en mayor cantidad al acuífero.

En áreas de alcantarillado más antiguas, ya que las tasas de fuga son más altas para las tuberías instaladas antes de 1990.

Las fugas ocurren porque además de la falta de mantenimiento, los materiales del pasado son tecnológicamente menos resistentes a la corrosión y a los impactos mecánicos causados por el asentamiento de los suelos y por la variación del caudal del afluente.

En porciones menos profundas del acuífero, lo que demuestra que las concentraciones de contaminantes disminuyen con la profundidad.

Así, se estima que cada año el subsuelo del país recibe una carga total de aguas residuales que corresponde a la suma de las aguas servidas generadas por la falta de red colectora y las de la fuga de la propia red, sin mantenimiento.

La lección aprendida, a partir de los múltiples casos de contaminación de acuíferos urbanos por aguas residuales, es que toda urbanización debe ir precedida de la instalación de una red de alcantarillado, construida con materiales modernos, como plásticos resistentes y con juntas adecuadas y duraderas, y periódicamente mantenido.

En las zonas antiguas de la ciudad, la reposición de la red de alcantarillado debe ser una prioridad, so pena de perder el acuífero urbano por su contaminación. Si bien se trata de una solución de ingeniería indispensable, cabe señalar que una vez eliminada la fuente de contaminación, el acuífero tardará algunas décadas en autolimpiarse, si no se lleva a cabo la intervención humana.

¿Para que esperar a que el destino nos alcance?