/ jueves 28 de julio de 2022

Platón, “doxa” y “episteme”

El filósofo Platón a través de diferentes obras como “El banquete”, “La república”, “El Protágoras”, entre otras, dejó entrever dos términos: “doxa” y “episteme”, así también dilucidó la llamada “alegoría de la caverna” o representación material de las ideas, esas que están ocultas en la mente, en la psique.

La ignorancia, es decir, la “doxa”, la entiendo como las tinieblas, las sombras que no permiten ver más allá, que algo meramente subjetivo.

Luego, la “episteme”, es aquello que está basado en conocimiento comprobado, conocimiento que ha pasado por un proceso de pruebas y que por esa misma razón, confirma lo aprendido, para establecer leyes generales.

La caverna, personificada como la mente humana. Esa que está llena de ideas, pensamientos abstractos, complejos, llenos de inseguridades (sombras, confusiones por no conocer a fondo o experimentar más allá de lo que se sabe, y conformarnos con lo que “otros opinan” o creen generar ese conocimiento.

Sin embargo, cuando recibimos la luz, así como cuando sale aquel hombre que estaba atado, ligado, esclavizado de su “no saber” y postrado. Por fin, conoce el sol, “ve la luz”, ve más allá de lo que sus “ataduras personales, banales y subjetivas que no le dejaban ver”. Cuando eso ocurre y deja atrás, las penumbras, es que comprende que las circunstancias cambian y se modifican.

Ahora bien, el “mundo sensible”, es el mundo material, lo tangible. Mientras que el “mundo inteligible, es el que está basado en la ciencia. Posee hipótesis, análisis y un riguroso método para llegar a la verdad.

Si hablamos de educación, hoy en día, incluso me atrevo a afirmar que para muchos es un campo que requiere de muchos años de estudio, es una vida que exige constancia, dedicación, algo que pocos hombres están dispuestos a realizar. El mito está ahí en sí mismo. Traspasar esa barrera de la ignorancia. Cruzar la línea de lo que no sé y atreverse a caminar y tomar la vereda de la verdad científica. De la llamada al estudio y consolidación no de un año, sino de muchos más.

El hombre que llega y conoce la verdad se quita la venda de los ojos. Y deja de estar en la oscuridad.

El conocimiento “episteme” está ligado a la sabiduría. La opinión “doxa” está vinculada a una serie de opiniones de algo que no está necesariamente comprobado. Que solo se cree, y por esa misma razón, ya lleva insertada la cruel duda, de algo que “pienso que así es”, pero no tengo la certeza que ese es el resultado porque jamás he atravesado a la fase de examinar o constatar si mis enunciaciones son correctas o ciertas.

El descenso, es cuando regresas a tus antiguas creencias, sabes que están ahí pero ahora ya no cobran fuerza pues saliste de ese “cautiverio”, el conocimiento te hace libre y te genera seguridad. Certeza y confianza.

Ahora ya puedes tomar mejores decisiones en otros campos del saber.

Sí los políticos dejaran de creerse los “fregones”, los creadores de la “píldora de la felicidad” para su colonia, comunidad, municipio o circunscripción, sí en realidad estudiaran y se atrevieran a dosificarnos con propuestas comprobables y funcionales, este mundo sería otro. Sería uno más real y sí tal vez cargado de errores, pero también de pruebas refutables que pasaron para advertirnos que es posible que exista un mundo material y capitalista, con un ligero equilibrio entre las clases sociales.

Y eso quizás sea posible solo si se atreven a traspasar ese muro lleno de vanidad y ambición pura. Aunque sé que es una encomienda insuperable y confusa, pues su ignorancia es cada vez más sombría y tenebrosa. Ellos sí que siguen refundidos en su caverna pletórica de incompetencia.

El filósofo Platón a través de diferentes obras como “El banquete”, “La república”, “El Protágoras”, entre otras, dejó entrever dos términos: “doxa” y “episteme”, así también dilucidó la llamada “alegoría de la caverna” o representación material de las ideas, esas que están ocultas en la mente, en la psique.

La ignorancia, es decir, la “doxa”, la entiendo como las tinieblas, las sombras que no permiten ver más allá, que algo meramente subjetivo.

Luego, la “episteme”, es aquello que está basado en conocimiento comprobado, conocimiento que ha pasado por un proceso de pruebas y que por esa misma razón, confirma lo aprendido, para establecer leyes generales.

La caverna, personificada como la mente humana. Esa que está llena de ideas, pensamientos abstractos, complejos, llenos de inseguridades (sombras, confusiones por no conocer a fondo o experimentar más allá de lo que se sabe, y conformarnos con lo que “otros opinan” o creen generar ese conocimiento.

Sin embargo, cuando recibimos la luz, así como cuando sale aquel hombre que estaba atado, ligado, esclavizado de su “no saber” y postrado. Por fin, conoce el sol, “ve la luz”, ve más allá de lo que sus “ataduras personales, banales y subjetivas que no le dejaban ver”. Cuando eso ocurre y deja atrás, las penumbras, es que comprende que las circunstancias cambian y se modifican.

Ahora bien, el “mundo sensible”, es el mundo material, lo tangible. Mientras que el “mundo inteligible, es el que está basado en la ciencia. Posee hipótesis, análisis y un riguroso método para llegar a la verdad.

Si hablamos de educación, hoy en día, incluso me atrevo a afirmar que para muchos es un campo que requiere de muchos años de estudio, es una vida que exige constancia, dedicación, algo que pocos hombres están dispuestos a realizar. El mito está ahí en sí mismo. Traspasar esa barrera de la ignorancia. Cruzar la línea de lo que no sé y atreverse a caminar y tomar la vereda de la verdad científica. De la llamada al estudio y consolidación no de un año, sino de muchos más.

El hombre que llega y conoce la verdad se quita la venda de los ojos. Y deja de estar en la oscuridad.

El conocimiento “episteme” está ligado a la sabiduría. La opinión “doxa” está vinculada a una serie de opiniones de algo que no está necesariamente comprobado. Que solo se cree, y por esa misma razón, ya lleva insertada la cruel duda, de algo que “pienso que así es”, pero no tengo la certeza que ese es el resultado porque jamás he atravesado a la fase de examinar o constatar si mis enunciaciones son correctas o ciertas.

El descenso, es cuando regresas a tus antiguas creencias, sabes que están ahí pero ahora ya no cobran fuerza pues saliste de ese “cautiverio”, el conocimiento te hace libre y te genera seguridad. Certeza y confianza.

Ahora ya puedes tomar mejores decisiones en otros campos del saber.

Sí los políticos dejaran de creerse los “fregones”, los creadores de la “píldora de la felicidad” para su colonia, comunidad, municipio o circunscripción, sí en realidad estudiaran y se atrevieran a dosificarnos con propuestas comprobables y funcionales, este mundo sería otro. Sería uno más real y sí tal vez cargado de errores, pero también de pruebas refutables que pasaron para advertirnos que es posible que exista un mundo material y capitalista, con un ligero equilibrio entre las clases sociales.

Y eso quizás sea posible solo si se atreven a traspasar ese muro lleno de vanidad y ambición pura. Aunque sé que es una encomienda insuperable y confusa, pues su ignorancia es cada vez más sombría y tenebrosa. Ellos sí que siguen refundidos en su caverna pletórica de incompetencia.