/ jueves 7 de julio de 2022

Bobo, el experimento que probó la agresión en niños 

El cerebro humano, una máquina incesante de acción. Pensamiento y creación. Una constante para ejecutar actos que pueden ser percibidos como buenos o malos. De acuerdo con la conciencia de cada persona, descrita ésta como el estado de conocimiento de sí mismo y del entorno.

Hoy abordaremos de cómo un experimento revolucionó la forma de percibir el aprendizaje social desde una perspectiva enmarcada dentro de la violencia.

El origen de la violencia es uno de los temas más interesantes en la Psicología. De ahí, es que han surgido diversos experimentos para determinar de dónde surge ese deseo en el ser humano tan destructivo, de hacer el mal, o provocar daño en otras personas.

En 1960, Albert Bandura, psicólogo y pedagogo canadiense, experimentó con un muñeco llamado Bobo, cuyo objetivo era probar si en efecto, la violencia es una conducta aprendida a una edad temprana.

Como consecuencia, realizó una serie de experimentos sobre el aprendizaje y la agresión. Según Bandura, la agresión en los niños eran conductas aprendidas por pura observación de acciones en adultos.

Para probar lo anterior, ideó una prueba psicológica. Tomó tres grupos de niños, de 24 infantes cada uno. En un grupo se encontraban 24 niños varones, en el segundo, 24 niñas y el tercero, estaba conformado por niños y niñas.

A los primeros dos grupos se les mostró un video donde se observaba a un adulto que golpeaba a Bobo, el muñeco. Al tercer grupo se le mostró un video donde un adulto jugaba con esta figurilla, pero no la golpeaba.

Luego comenzaron a llevar individualmente a cada niño a un cuarto donde se encontraba este muñeco y los dejaron solos para observar cuáles serían sus reacciones. Los niños que vieron el video donde era vapuleado el muñeco, comenzaron a atacarlo. Incluso, crearon formas nuevas para hacerle daño.

En cambio, el tercer grupo de niños que no había visto violencia. Simplemente jugaban con el muñeco de una forma natural.

Así fue como se corroboró que la conducta agresiva en niños formaba parte de un aprendizaje a base de observación en adultos. Es decir, los pequeños ven a los adultos como personas de autoridad, de los cuales aprenden ciertos comportamientos. Sin cuestionar nada, se imita la actitud del adulto.

Aunque esto no sólo ocurre en los niños, las personas adultas imitan continuamente a sus líderes. Personas de autoridad que los llevan a cometer actos en su vida que jamás hubiesen imaginado hacer, pero como siguen a figuras de poderío no los cuestionan y terminan siguiendo al grupo.

Esto no significa que las personas se vuelvan ciegas y que actúen sin razonamiento, de hecho, la Psicología dice que la mayoría de los seres humanos experimentamos algo denominado disonancia cognitiva, es decir, emergen dos ideas incompatibles. No obstante, cuando sabemos que estamos actuando de una forma violenta o causando daño, justificamos dichas acciones (esta disonancia cognitiva no solo ocurre en casos extremos de autoridad, sino también en el día a día con nosotros mismos).

Esta disonancia cognitiva es un mecanismo de alerta de nuestro cerebro, que nos hace ver cuando nuestros pensamientos son incompatibles con nuestras acciones, pero la mayoría del tiempo, preferimos ignorar este mecanismo y es así como seguimos a personas de cierta autoridad, autoengañándonos.

El ser humano es un ser social que prefiere seguir la autoridad y no cuestionar nada, perdiendo esa individualidad. Caemos en un pensamiento colectivo, donde la sociedad o líder al mando, dictaminan nuestros pensamientos, un factor que sin duda, nos ha llevado por ejemplo a innumerables guerras.

Lo que podría ser considerado como un experimento simplista, refleja que el ser humano prefiere imitar ciertas conductas y no preguntarse el por qué adquiere ciertas ideologías o comportamientos que son inducidos por ciertos grupos de poder.

Ese fue el gran aprendizaje que nos deja Bobo, el muñeco que utilizó Albert Bandura para restregarnos que somos eco de la violencia física e incluso verbal, la cual encontramos en las redes sociales. Así también las palabras pueden producir tremendos conflictos, así que antes de abrir la boca y emitir un juicio piensa en el nivel de destrucción que pueden provocar tus palabras, o que incites a otros a cometer arrebatos y agresiones.

Reflexionemos y hagamos una evaluación del mundo que las generaciones y las que ya empujan hacia adelante, están viendo con ojos de desolación.

El cerebro humano, una máquina incesante de acción. Pensamiento y creación. Una constante para ejecutar actos que pueden ser percibidos como buenos o malos. De acuerdo con la conciencia de cada persona, descrita ésta como el estado de conocimiento de sí mismo y del entorno.

Hoy abordaremos de cómo un experimento revolucionó la forma de percibir el aprendizaje social desde una perspectiva enmarcada dentro de la violencia.

El origen de la violencia es uno de los temas más interesantes en la Psicología. De ahí, es que han surgido diversos experimentos para determinar de dónde surge ese deseo en el ser humano tan destructivo, de hacer el mal, o provocar daño en otras personas.

En 1960, Albert Bandura, psicólogo y pedagogo canadiense, experimentó con un muñeco llamado Bobo, cuyo objetivo era probar si en efecto, la violencia es una conducta aprendida a una edad temprana.

Como consecuencia, realizó una serie de experimentos sobre el aprendizaje y la agresión. Según Bandura, la agresión en los niños eran conductas aprendidas por pura observación de acciones en adultos.

Para probar lo anterior, ideó una prueba psicológica. Tomó tres grupos de niños, de 24 infantes cada uno. En un grupo se encontraban 24 niños varones, en el segundo, 24 niñas y el tercero, estaba conformado por niños y niñas.

A los primeros dos grupos se les mostró un video donde se observaba a un adulto que golpeaba a Bobo, el muñeco. Al tercer grupo se le mostró un video donde un adulto jugaba con esta figurilla, pero no la golpeaba.

Luego comenzaron a llevar individualmente a cada niño a un cuarto donde se encontraba este muñeco y los dejaron solos para observar cuáles serían sus reacciones. Los niños que vieron el video donde era vapuleado el muñeco, comenzaron a atacarlo. Incluso, crearon formas nuevas para hacerle daño.

En cambio, el tercer grupo de niños que no había visto violencia. Simplemente jugaban con el muñeco de una forma natural.

Así fue como se corroboró que la conducta agresiva en niños formaba parte de un aprendizaje a base de observación en adultos. Es decir, los pequeños ven a los adultos como personas de autoridad, de los cuales aprenden ciertos comportamientos. Sin cuestionar nada, se imita la actitud del adulto.

Aunque esto no sólo ocurre en los niños, las personas adultas imitan continuamente a sus líderes. Personas de autoridad que los llevan a cometer actos en su vida que jamás hubiesen imaginado hacer, pero como siguen a figuras de poderío no los cuestionan y terminan siguiendo al grupo.

Esto no significa que las personas se vuelvan ciegas y que actúen sin razonamiento, de hecho, la Psicología dice que la mayoría de los seres humanos experimentamos algo denominado disonancia cognitiva, es decir, emergen dos ideas incompatibles. No obstante, cuando sabemos que estamos actuando de una forma violenta o causando daño, justificamos dichas acciones (esta disonancia cognitiva no solo ocurre en casos extremos de autoridad, sino también en el día a día con nosotros mismos).

Esta disonancia cognitiva es un mecanismo de alerta de nuestro cerebro, que nos hace ver cuando nuestros pensamientos son incompatibles con nuestras acciones, pero la mayoría del tiempo, preferimos ignorar este mecanismo y es así como seguimos a personas de cierta autoridad, autoengañándonos.

El ser humano es un ser social que prefiere seguir la autoridad y no cuestionar nada, perdiendo esa individualidad. Caemos en un pensamiento colectivo, donde la sociedad o líder al mando, dictaminan nuestros pensamientos, un factor que sin duda, nos ha llevado por ejemplo a innumerables guerras.

Lo que podría ser considerado como un experimento simplista, refleja que el ser humano prefiere imitar ciertas conductas y no preguntarse el por qué adquiere ciertas ideologías o comportamientos que son inducidos por ciertos grupos de poder.

Ese fue el gran aprendizaje que nos deja Bobo, el muñeco que utilizó Albert Bandura para restregarnos que somos eco de la violencia física e incluso verbal, la cual encontramos en las redes sociales. Así también las palabras pueden producir tremendos conflictos, así que antes de abrir la boca y emitir un juicio piensa en el nivel de destrucción que pueden provocar tus palabras, o que incites a otros a cometer arrebatos y agresiones.

Reflexionemos y hagamos una evaluación del mundo que las generaciones y las que ya empujan hacia adelante, están viendo con ojos de desolación.