/ jueves 18 de agosto de 2022

Ardió en la hoguera por vestir ropa masculina

En la historia de la humanidad, existen mujeres que dejaron huella profunda. El mundo moderno y la cotidianidad nos absorbe tanto que olvidamos nombres de grandes personajes que libraron batallas y donde hoy solo quedan memorias de ellas plasmadas en libros u otras publicaciones.

Es el caso de Juana de Arco, también conocida como la doncella de Orleans, es probablemente la francesa más famosa de la historia.

Joven campesina pero de sangre aguerrida, Juana luchó contra los ingleses en la denominada Guerra de los Cien Años. Hasta que en mayo de 1430 fue capturada por soldados franceses aliados a Inglaterra, quienes la entregaron a los ingleses.

Luego un tribunal eclesiástico la acusó de realizar brujería, con el argumento de que las voces que le hablaban provenían del mismo diablo. Entonces fue condenada por herejía a la hoguera.

Juana afirmaba que Dios la había guiado a luchar como soldado durante el paso de la ofensiva inglesa.

La verdadera razón de su ejecución es más inusual.

Si bien comenzó un juicio por herejía debido a que la institución religiosa ponía en duda sus visiones. A Juana se le condenó por un delito más.

El delito de llevar ropa masculina, pues la dama había hecho esto en repetidas ocasiones, primero como soldado con armadura y después durante su encarcelamiento como defensa contra la violación a sus derechos.

Sorprendentemente, fue por esa última ofensa por la que fue ejecutada, pues se volvió a poner ropa masculina, a pesar de que había prometido renunciar a ella.

Una vida corta pero intensa

Es necesario situarnos en el contexto histórico en el que vivió Juana para entender la importancia de lo que representó esta fémina de corazón bélico, y así entender por qué la sociedad de aquel periodo, la edad media, estaba ciega para ver en ella la heroína que necesitaban.

Francia e Inglaterra, dos naciones que han sostenido diversas pugnas enfrascándose en varios conflictos. Así que la Guerra de los Cien Años es tal vez la contienda más representativa entre ambas potencias. Porque abarcó la vida de muchas generaciones.

Marcaría un antes y un después en la historia de Europa y nos daría un personaje que aún en nuestros días, es recordado: Juana de Arco.

Cuando en 1321 Carlos de Francia murió, la línea directa de los Capetos pasó a la historia y la corona pasó a manos del primo de Carlos, Felipe VI. Así fue como nació la dinastía Valois.

Pero Eduardo III de Inglaterra, sobrino del antiguo rey, no se quedó de brazos cruzados y reclamó a Francia para sí en 1339. Entonces inició la famosa Guerra de los Cien Años, que en realidad duró 116.

Posteriormente, en 1415, una batalla lo cambió todo. El desastre de Agnicourt. Los ingleses habían ganado la contienda en apenas media hora, los minutos eran estremecedores, saqueo de muertos y reagrupando a los prisioneros.

Francia se quedó sin élite militar, el país estaba vuelto de cabeza en una anarquía total y el clima era idóneo para que surgiera un o una valiente salido de la nada.

Emergió Juana, una joven de 17 años, originaria del pueblo de Domrémi.

Juana y las voces que le hablaban

Juana escuchaba voces que le hablaban sobre su hombro derecho acompañadas por una gran luz, y las había mantenido en secreto hasta que en 1429 le dijeron que por fin tenía que ponerse en marcha para la misión a la que había venido al mundo.

Estas voces hicieron que la chica aldeana y letrada, se convirtiera en una visionaria, líder de ejércitos que consiguió poner la corona sobre la cabeza del delfín de Francia.

Así que se vistió con atavíos de hombre por órdenes de Dios, con pelo corto incluido.

Juana les había dicho a sus voces que no sabía cabalgar, ni tampoco liderar una guerra, sin embargo, logró llevar a un ejército de hombres blasfemos y obsesionados con el hurto a la gloria.

Parece que Juana nos dejó una enorme lección, porque, aunque su condición de género la tendría que colocar como sumisa y débil, ella desobedeció las reglas que en ese momento imponía la sociedad religiosa y se arriesgó al anteponerse entre hombres nobles y obispos. Tampoco se dejó impresionar por las muestras de poder del mismo mortal.

En el juicio respondió sin titubear a infinidad de preguntas tramposas sobre Teología, empero no pudieron ponerle un pie, así que los jerarcas de la Iglesia tenían que encontrar una excusa para condenarla y quemarla en la hoguera y así deshacerse de aquella enemiga tan peligrosa para Inglaterra.

Y por eso, por vestirse como un hombre fue como castigaron con la pena de muerte a Juana de Arco. Pero lo que más sorprende del misticismo de su figura es que la vida de Juana está increíblemente bien documentada, al contrario de otras figuras místicas y religiosas de la edad media.

Sin duda, como lo escribió en su elegía Christine de Pizan, Le Ditié de Jehanne dÁrc, Juana de Arco consiguió lo que cien hombres no consiguieron.

¿Qué tenemos hoy de Juana? Libros, revistas, películas, obras de teatro, poemas y un sinfín de publicaciones. Porque sigue siendo una figura que nos fascina, convirtiéndose en un icono para distintas luchas o movimientos.

En la historia de la humanidad, existen mujeres que dejaron huella profunda. El mundo moderno y la cotidianidad nos absorbe tanto que olvidamos nombres de grandes personajes que libraron batallas y donde hoy solo quedan memorias de ellas plasmadas en libros u otras publicaciones.

Es el caso de Juana de Arco, también conocida como la doncella de Orleans, es probablemente la francesa más famosa de la historia.

Joven campesina pero de sangre aguerrida, Juana luchó contra los ingleses en la denominada Guerra de los Cien Años. Hasta que en mayo de 1430 fue capturada por soldados franceses aliados a Inglaterra, quienes la entregaron a los ingleses.

Luego un tribunal eclesiástico la acusó de realizar brujería, con el argumento de que las voces que le hablaban provenían del mismo diablo. Entonces fue condenada por herejía a la hoguera.

Juana afirmaba que Dios la había guiado a luchar como soldado durante el paso de la ofensiva inglesa.

La verdadera razón de su ejecución es más inusual.

Si bien comenzó un juicio por herejía debido a que la institución religiosa ponía en duda sus visiones. A Juana se le condenó por un delito más.

El delito de llevar ropa masculina, pues la dama había hecho esto en repetidas ocasiones, primero como soldado con armadura y después durante su encarcelamiento como defensa contra la violación a sus derechos.

Sorprendentemente, fue por esa última ofensa por la que fue ejecutada, pues se volvió a poner ropa masculina, a pesar de que había prometido renunciar a ella.

Una vida corta pero intensa

Es necesario situarnos en el contexto histórico en el que vivió Juana para entender la importancia de lo que representó esta fémina de corazón bélico, y así entender por qué la sociedad de aquel periodo, la edad media, estaba ciega para ver en ella la heroína que necesitaban.

Francia e Inglaterra, dos naciones que han sostenido diversas pugnas enfrascándose en varios conflictos. Así que la Guerra de los Cien Años es tal vez la contienda más representativa entre ambas potencias. Porque abarcó la vida de muchas generaciones.

Marcaría un antes y un después en la historia de Europa y nos daría un personaje que aún en nuestros días, es recordado: Juana de Arco.

Cuando en 1321 Carlos de Francia murió, la línea directa de los Capetos pasó a la historia y la corona pasó a manos del primo de Carlos, Felipe VI. Así fue como nació la dinastía Valois.

Pero Eduardo III de Inglaterra, sobrino del antiguo rey, no se quedó de brazos cruzados y reclamó a Francia para sí en 1339. Entonces inició la famosa Guerra de los Cien Años, que en realidad duró 116.

Posteriormente, en 1415, una batalla lo cambió todo. El desastre de Agnicourt. Los ingleses habían ganado la contienda en apenas media hora, los minutos eran estremecedores, saqueo de muertos y reagrupando a los prisioneros.

Francia se quedó sin élite militar, el país estaba vuelto de cabeza en una anarquía total y el clima era idóneo para que surgiera un o una valiente salido de la nada.

Emergió Juana, una joven de 17 años, originaria del pueblo de Domrémi.

Juana y las voces que le hablaban

Juana escuchaba voces que le hablaban sobre su hombro derecho acompañadas por una gran luz, y las había mantenido en secreto hasta que en 1429 le dijeron que por fin tenía que ponerse en marcha para la misión a la que había venido al mundo.

Estas voces hicieron que la chica aldeana y letrada, se convirtiera en una visionaria, líder de ejércitos que consiguió poner la corona sobre la cabeza del delfín de Francia.

Así que se vistió con atavíos de hombre por órdenes de Dios, con pelo corto incluido.

Juana les había dicho a sus voces que no sabía cabalgar, ni tampoco liderar una guerra, sin embargo, logró llevar a un ejército de hombres blasfemos y obsesionados con el hurto a la gloria.

Parece que Juana nos dejó una enorme lección, porque, aunque su condición de género la tendría que colocar como sumisa y débil, ella desobedeció las reglas que en ese momento imponía la sociedad religiosa y se arriesgó al anteponerse entre hombres nobles y obispos. Tampoco se dejó impresionar por las muestras de poder del mismo mortal.

En el juicio respondió sin titubear a infinidad de preguntas tramposas sobre Teología, empero no pudieron ponerle un pie, así que los jerarcas de la Iglesia tenían que encontrar una excusa para condenarla y quemarla en la hoguera y así deshacerse de aquella enemiga tan peligrosa para Inglaterra.

Y por eso, por vestirse como un hombre fue como castigaron con la pena de muerte a Juana de Arco. Pero lo que más sorprende del misticismo de su figura es que la vida de Juana está increíblemente bien documentada, al contrario de otras figuras místicas y religiosas de la edad media.

Sin duda, como lo escribió en su elegía Christine de Pizan, Le Ditié de Jehanne dÁrc, Juana de Arco consiguió lo que cien hombres no consiguieron.

¿Qué tenemos hoy de Juana? Libros, revistas, películas, obras de teatro, poemas y un sinfín de publicaciones. Porque sigue siendo una figura que nos fascina, convirtiéndose en un icono para distintas luchas o movimientos.