Mientras la mayoría mira al presidente López Obrador dar su discurso por el centenario luctuoso de Emiliano Zapata, el gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco Bravo estudia a la gente que acudió al acto.
La mirada del ex futbolista no se fija en quien tiene el balón discursivo en ese momento, sino en la cancha donde se está jugando, recorre sin mucha discreción (pocos se percatarán de que los mira cuando su atención está en Andrés Manuel) los rostros que encuentra conocidos, ubica quiénes se sentaron dónde y con quiénes y toma nota mental. Blanco Bravo es diferente a los políticos hasta en esa forma de mirar las cosas y probablemente sea eso lo que le mantiene a salvo de ser descifrado por sus adversarios.
No pocos apuestan a que ya se va, pero el delegado Hugo Eric Flores parece muy seguro en su cargo. Parece contar aún con la confianza del presidente que le pide resolver peticiones de los morelenses cuando se le acercan antes y después del acto conmemorativo por el centenario. No sonríe mucho, pero el delegado así es (a lo mejor la tupida barba tapa oculta cualquier mueca). Cuando López Obrador lo llama es por su nombre y Hugo Eric acude apurado recibe documentos y promete atender las peticiones al gobierno federal. Por ningún lado parece que su cargo esté en peligro, excepto entre algunos grupos del gobierno; eso sí, no tuvo acceso al escenario en donde no había ni una silla plegable para él.
Otro que fue marginado, pese a su renovada afición por estar cerca del gobernador Cuauhtémoc Blanco fue el diputado Argüelles, Jorge, que tuvo que buscar lugar en el primer bloque de invitados dado que no se le contempló en el estrado. Así, el diputado que aspira a la gubernatura cuando tenga que relevarse a Cuauhtémoc Blanco, perdió vista en el acto frente a los senadores, Lucía Meza y Radamés Salazar; Lucía es de Morena y hasta ahora se percibe como la mujer fuerte del partido en futuros escenarios de sucesión. Cierto, falta mucho tiempo, pero no son pocos quienes ya empiezan a fijarse en esos detalles.
López Obrador no ofrece discursos, dicta la historia en una interpretación ideológica en que ubica a los malos “los conservadores” como enemigos de todos los héroes de la nación; se forma del lado de ellos y lo hace a unos metros del Palacio de Cortés y algunos más del Jardín Borda, que diera alojamiento a Maximiliano y Carlota. Andrés Manuel se apropia de la historia, como los predicadores de algunos pasajes de las escrituras para hacerla decir lo que él desea, para que signifique lo que quiere, su propia legitimación que busca todos los días por la vía oral más que en los hechos.
Eran dos las mujeres de la Universidad Autónoma Chapingo que interrumpieron a gritos el discurso del presidente en el acto del centenario. Las dos exigían diálogo y solución a la huelga de ya varias semanas en la universidad agraria más importante del centro de México. Su rompimiento con el protocolo fue profundamente revolucionario, la actitud de quienes buscaron callarlas para defender al presidente se notó especialmente conservadora. Justo después arremetería el discurso presidencial contra los conservadores, no esos que lo defendieron para que concluyera su intervención solemne, sino los de la historia, los que no defendieron a otros marginados, inconformes y decepcionados. En Morelos se construyen paradojas y claro que son involuntarias porque va intrínseco en su definición, pero también porque el poder en Morelos es así, a final de cuentas, en la historia ser conservador depende sólo del punto de vista. Eso explica que la figura del héroe más revolucionario reciba homenaje oficial en la ciudad más conservadora.
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