/ jueves 1 de julio de 2021

Espinas, y su importancia

Realmente, si algo veo cuando voy al campo, son muchas formas de defensa. Una de las cosas que más me apasionan de la biología son las plantas. Cuando voy al campo, cosa que hago muy seguido, es ver las muchas formas de defenderse de éstas, ya sea: química (compuestos de las plantas como látex, p. ej.), biológica (mutualismo con otros insectos, p. ej.) y física (y/o mecánica).

Hay muchos ejemplos de compuestos químicos en la literatura. El principio es muy lógico y sencillo. Es decir, la planta produce “inicialmente” un químico que podría matar a algunos individuos de la especie de insecto (p. ej.) que se alimenta de la planta; posteriormente este insecto produce una forma que tolera adaptativamente ese compuesto; después, la planta ahora produce químicos que pueden atacar con mayor fuerza a animales más potentes, y así sucesivamente. Se forma lo que yo llamo una “guerra de las galaxias” y, por lo tanto, se desarrolla una cierta coevolución; ésta puede ser antagónica (ósea, repelerse mutuamente) o positiva (mutualista), según sea el caso. Lo mismo ocurre con las defensas biológicas o las físicas. En esta última sobresalen las espinas o aguijones. Ya en otro momento hablaré de la diferencia entre estos dos tipos de armas puntiagudas, pero originan básicamente el mismo efecto: un objeto que puede entrar a otro organismo debido a su forma fina la parte superior y más gruesa en la base, dando el efecto de una aguja. Esta estructura se ha “inventado” infinidad de veces, en grupos diversos, por lo tanto, originado con esto lo que los biólogos llamamos: convergencia evolutiva (CE).

Recuerden que una de las principales diferencias entre animales y plantas (insisto, en términos generales) es que las plantas absorben agua y nutrientes por la raíz y liberan algunos de sus productos principalmente por las hojas; por el contrario, los animales circulan los compuestos, frecuentemente con la ayuda de una bomba (corazón, p. ej.) dando como consecuencia un sistema cerrado. En este sentido, el principal “propósito” de esas armas es alejar -precisamente- a los animales. Es decir, el efecto negativo de este tipo de armas es que el animal se desangre, eventualmente produciendo quizás la muerte, o mínimo una fuerte inflamación. No así con las plantas. Consecuentemente, este tipo de adaptaciones (plantas y animales) van principalmente “dirigidas” a animales.

Es por eso, y muchas cosas más, que los nombres comunes (NC) de las plantas (p. ej.) son un recurso importante de los taxónomos, pero sólo eso, un recurso porque a menudo los nombres se repiten, originado por lo mismo: la convergencia. Qué mejor ejemplo para hablar de este tópico que las armas físicas vegetales (espinas o aguijones). Hay decenas de especies con el NC de “uña de gato”, que pertenecen a diferentes familias botánicas, incluso a diferentes órdenes de plantas. ¿Cuál es el nombre científico correcto? La respuesta es relativamente sencilla: busca más fuentes de evidencia adicionales para ratificar -con mayores posibilidades de éxito- tu respuesta. Por eso mismo, es una terrible estrategia usar solo NC para identificar una especie. Nada más de leguminosas Mimosoideas nativas de Morelos, muchas tienen espinas y/o aguijones, por ejemplo: Havardia acatlensis, Mimosa lactiflua, M. benthamii, M. lacerata, M albida, M polyantha, M. galeottii, Piptadenia flava, Pithecellobium dulce, Prosopis laevigata, Senegalia macilenta, S. picachensis; sólo dos de la subfamilia Faboideae, Erythrina breviflora y E. oliviae, y una de la subfamilia Caesalpinioideae, Caesalpinia pucherrima. Por cierto, muchas de estas especies son llamadas “uñas de gato”.

Por si esto fuera poco, Homo sapiens también ha “imitado” el mismo efecto de “copiar” algo, independientemente de su origen: en espacio y tiempo. Este proceso (CE), se puede observar con la fecha y el cuchillo, siendo el principal objetivo cazar animales. Incluso -algunas veces- el ser humano lo ha hecho (“copiar”) con las propias plantas, al usar ciertos recursos naturales como lo es la propia hacha que se usa para cortar madera. Por lo tanto, cualquier cosa que sirva para algo tan importante como, lo son las armas (puntiagudas), será copiado (repetidamente) por la naturaleza. No hay nada que -per se- lo limite… ¡nada¡


Realmente, si algo veo cuando voy al campo, son muchas formas de defensa. Una de las cosas que más me apasionan de la biología son las plantas. Cuando voy al campo, cosa que hago muy seguido, es ver las muchas formas de defenderse de éstas, ya sea: química (compuestos de las plantas como látex, p. ej.), biológica (mutualismo con otros insectos, p. ej.) y física (y/o mecánica).

Hay muchos ejemplos de compuestos químicos en la literatura. El principio es muy lógico y sencillo. Es decir, la planta produce “inicialmente” un químico que podría matar a algunos individuos de la especie de insecto (p. ej.) que se alimenta de la planta; posteriormente este insecto produce una forma que tolera adaptativamente ese compuesto; después, la planta ahora produce químicos que pueden atacar con mayor fuerza a animales más potentes, y así sucesivamente. Se forma lo que yo llamo una “guerra de las galaxias” y, por lo tanto, se desarrolla una cierta coevolución; ésta puede ser antagónica (ósea, repelerse mutuamente) o positiva (mutualista), según sea el caso. Lo mismo ocurre con las defensas biológicas o las físicas. En esta última sobresalen las espinas o aguijones. Ya en otro momento hablaré de la diferencia entre estos dos tipos de armas puntiagudas, pero originan básicamente el mismo efecto: un objeto que puede entrar a otro organismo debido a su forma fina la parte superior y más gruesa en la base, dando el efecto de una aguja. Esta estructura se ha “inventado” infinidad de veces, en grupos diversos, por lo tanto, originado con esto lo que los biólogos llamamos: convergencia evolutiva (CE).

Recuerden que una de las principales diferencias entre animales y plantas (insisto, en términos generales) es que las plantas absorben agua y nutrientes por la raíz y liberan algunos de sus productos principalmente por las hojas; por el contrario, los animales circulan los compuestos, frecuentemente con la ayuda de una bomba (corazón, p. ej.) dando como consecuencia un sistema cerrado. En este sentido, el principal “propósito” de esas armas es alejar -precisamente- a los animales. Es decir, el efecto negativo de este tipo de armas es que el animal se desangre, eventualmente produciendo quizás la muerte, o mínimo una fuerte inflamación. No así con las plantas. Consecuentemente, este tipo de adaptaciones (plantas y animales) van principalmente “dirigidas” a animales.

Es por eso, y muchas cosas más, que los nombres comunes (NC) de las plantas (p. ej.) son un recurso importante de los taxónomos, pero sólo eso, un recurso porque a menudo los nombres se repiten, originado por lo mismo: la convergencia. Qué mejor ejemplo para hablar de este tópico que las armas físicas vegetales (espinas o aguijones). Hay decenas de especies con el NC de “uña de gato”, que pertenecen a diferentes familias botánicas, incluso a diferentes órdenes de plantas. ¿Cuál es el nombre científico correcto? La respuesta es relativamente sencilla: busca más fuentes de evidencia adicionales para ratificar -con mayores posibilidades de éxito- tu respuesta. Por eso mismo, es una terrible estrategia usar solo NC para identificar una especie. Nada más de leguminosas Mimosoideas nativas de Morelos, muchas tienen espinas y/o aguijones, por ejemplo: Havardia acatlensis, Mimosa lactiflua, M. benthamii, M. lacerata, M albida, M polyantha, M. galeottii, Piptadenia flava, Pithecellobium dulce, Prosopis laevigata, Senegalia macilenta, S. picachensis; sólo dos de la subfamilia Faboideae, Erythrina breviflora y E. oliviae, y una de la subfamilia Caesalpinioideae, Caesalpinia pucherrima. Por cierto, muchas de estas especies son llamadas “uñas de gato”.

Por si esto fuera poco, Homo sapiens también ha “imitado” el mismo efecto de “copiar” algo, independientemente de su origen: en espacio y tiempo. Este proceso (CE), se puede observar con la fecha y el cuchillo, siendo el principal objetivo cazar animales. Incluso -algunas veces- el ser humano lo ha hecho (“copiar”) con las propias plantas, al usar ciertos recursos naturales como lo es la propia hacha que se usa para cortar madera. Por lo tanto, cualquier cosa que sirva para algo tan importante como, lo son las armas (puntiagudas), será copiado (repetidamente) por la naturaleza. No hay nada que -per se- lo limite… ¡nada¡