/ lunes 20 de junio de 2022

Reivindicando a Plutón | Entre lo urgente y lo importante o porqué México debe financiar ciencia básica

Cuando los recursos son ilimitados, los responsables del gasto pueden darse el lujo de no decidir entre lo urgente y lo importante. Pero eso es un escenario hipotético, la realidad es que los recursos siempre son limitados, lo que nos obliga a reflexionar con mucha responsabilidad en qué gastamos en función de lo que obtenemos a cambio. Esta situación aplica tanto a las personas como a los países.

En México los responsables de esta reflexión son los integrantes de la Cámara de Diputados. Para ellos es más fácil justificar el gasto cuando los beneficios son claramente identificables. Áreas como salud, educación o alimentación cuentan con abundantes antecedentes y con grupos bien estructurados de análisis que facilitan la toma de decisiones. Con la ciencia es más complicado, pues no hemos podido consolidarnos al mismo ritmo como analistas y consultores.

Para hacerlo todavía más difícil, los mexicanos identificamos con claridad los beneficios del desarrollo tecnológico pero no así la ciencia que se encuentra detrás de ellos ignorando que llevar un producto innovador al consumidor requiere muchos años de investigación previa. Lo mismo ocurre con soluciones a necesidades sociales. Los países que lo entienden así invierten en formar especialistas, en infraestructura y en la difusión del conocimiento generado en áreas específicas, pero también en lo que se conoce como ciencia básica.

La ciencia básica o fundamental comprende esos campos del conocimiento que nos permiten entender los principios que rigen los fenómenos universales, ya sean naturales o sociales, sin perspectiva de aplicación inmediata. La investigación básica nutre a la investigación aplicada y por eso países líderes en el desarrollo de tecnología como Estados Unidos, Corea del Sur, Alemania o China. le invierten un porcentaje constante de su presupuesto.

México estructuró en 2002 un esquema de inversión de ciencia básica a partir de un fondo específico conocido como SEP-Conacyt al cual se le asignaban recursos constantes para el financiamiento de proyectos multianuales. Entre los años 2012 y 2018, desde el fondo SEP-Conacyt se apoyaron 3,061 proyectos por 4,435 millones de pesos. Estos proyectos fueron seleccionados mediante un riguroso proceso que comenzaba con una convocatoria pública seguido por la evaluación colegiada con especialistas que usaban como criterio principal la calidad de las propuestas.

El fondo SEP-Conacyt fue clave para la consolidación de una comunidad científica, todavía pequeña para el tamaño de nuestra población, pero estable en su crecimiento, y gracias a su regularidad es que los mexicanos logramos competir a nivel mundial en ciencia básica tal como lo indican diferentes métricas internacionales.

Desafortunadamente, el fondo desapareció en 2020 cuando la Ley de Ciencia y Tecnología fue modificada por la Cámara de Diputados en el marco de la extinción de los fideicomisos. A partir de entonces, las convocatorias ya no son regulares y cuando se llegan a publicar, no cuentan con la cantidad de recursos de antes. Además de escasos, los recursos ahora ya no se pueden ejercer de manera multianual, limitando fuertemente los alcances de las propuestas.

La existencia de un fondo para ciencia básica no es una ocurrencia, es la práctica más exitosa, ampliamente reconocida a nivel mundial y no tener uno representa una fuerte desventaja para nuestro país. Sin menoscabo de otros temas, no existe ninguna duda que invertir en ciencia es invertir en lo importante. Es en este contexto y con la finalidad de recuperar esta vía de financiamiento que el lunes pasado la diputada Sayonara Vargas (Hgo) presentó ante la Comisión Permanente de la Cámara de Diputados una iniciativa que busca restablecer los fondos para la investigación. Le deseamos el mayor de los éxitos pues hasta que se esto se logre estaremos en condiciones de apoyar de nuevo la ciencia mexicana, en beneficio de millones de personas que, aunque no lo sepan cabalmente, necesitan del conocimiento para mejorar sus condiciones de vida.

Para información adicional de éste y otros temas de interés visiten

Blog: Reivindicando a Plutón

Facebook: BBalderrama

Cuando los recursos son ilimitados, los responsables del gasto pueden darse el lujo de no decidir entre lo urgente y lo importante. Pero eso es un escenario hipotético, la realidad es que los recursos siempre son limitados, lo que nos obliga a reflexionar con mucha responsabilidad en qué gastamos en función de lo que obtenemos a cambio. Esta situación aplica tanto a las personas como a los países.

En México los responsables de esta reflexión son los integrantes de la Cámara de Diputados. Para ellos es más fácil justificar el gasto cuando los beneficios son claramente identificables. Áreas como salud, educación o alimentación cuentan con abundantes antecedentes y con grupos bien estructurados de análisis que facilitan la toma de decisiones. Con la ciencia es más complicado, pues no hemos podido consolidarnos al mismo ritmo como analistas y consultores.

Para hacerlo todavía más difícil, los mexicanos identificamos con claridad los beneficios del desarrollo tecnológico pero no así la ciencia que se encuentra detrás de ellos ignorando que llevar un producto innovador al consumidor requiere muchos años de investigación previa. Lo mismo ocurre con soluciones a necesidades sociales. Los países que lo entienden así invierten en formar especialistas, en infraestructura y en la difusión del conocimiento generado en áreas específicas, pero también en lo que se conoce como ciencia básica.

La ciencia básica o fundamental comprende esos campos del conocimiento que nos permiten entender los principios que rigen los fenómenos universales, ya sean naturales o sociales, sin perspectiva de aplicación inmediata. La investigación básica nutre a la investigación aplicada y por eso países líderes en el desarrollo de tecnología como Estados Unidos, Corea del Sur, Alemania o China. le invierten un porcentaje constante de su presupuesto.

México estructuró en 2002 un esquema de inversión de ciencia básica a partir de un fondo específico conocido como SEP-Conacyt al cual se le asignaban recursos constantes para el financiamiento de proyectos multianuales. Entre los años 2012 y 2018, desde el fondo SEP-Conacyt se apoyaron 3,061 proyectos por 4,435 millones de pesos. Estos proyectos fueron seleccionados mediante un riguroso proceso que comenzaba con una convocatoria pública seguido por la evaluación colegiada con especialistas que usaban como criterio principal la calidad de las propuestas.

El fondo SEP-Conacyt fue clave para la consolidación de una comunidad científica, todavía pequeña para el tamaño de nuestra población, pero estable en su crecimiento, y gracias a su regularidad es que los mexicanos logramos competir a nivel mundial en ciencia básica tal como lo indican diferentes métricas internacionales.

Desafortunadamente, el fondo desapareció en 2020 cuando la Ley de Ciencia y Tecnología fue modificada por la Cámara de Diputados en el marco de la extinción de los fideicomisos. A partir de entonces, las convocatorias ya no son regulares y cuando se llegan a publicar, no cuentan con la cantidad de recursos de antes. Además de escasos, los recursos ahora ya no se pueden ejercer de manera multianual, limitando fuertemente los alcances de las propuestas.

La existencia de un fondo para ciencia básica no es una ocurrencia, es la práctica más exitosa, ampliamente reconocida a nivel mundial y no tener uno representa una fuerte desventaja para nuestro país. Sin menoscabo de otros temas, no existe ninguna duda que invertir en ciencia es invertir en lo importante. Es en este contexto y con la finalidad de recuperar esta vía de financiamiento que el lunes pasado la diputada Sayonara Vargas (Hgo) presentó ante la Comisión Permanente de la Cámara de Diputados una iniciativa que busca restablecer los fondos para la investigación. Le deseamos el mayor de los éxitos pues hasta que se esto se logre estaremos en condiciones de apoyar de nuevo la ciencia mexicana, en beneficio de millones de personas que, aunque no lo sepan cabalmente, necesitan del conocimiento para mejorar sus condiciones de vida.

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