/ jueves 20 de diciembre de 2018

Encuentros y desencuentros

La velocidad con la que se han presentado ideas de cambio y se han tomado decisiones para su implementación ha sido generalmente inusitada en el sector público. Evaluar al gobierno federal a partir del primero de diciembre sería erróneo, cuando se han tomado o influido en muchas decisiones desde que AMLO fue declarado presidente electo.

Para muchas personas que están esperando el error o la primera contradicción, ya han comenzado a criticar abiertamente las decisiones de política pública. Otros han sido más cautos al entender que se trata de un proceso que poco a poco replantea los nuevos marcos de referencia del sector público, sus prioridades y estrategias. Y finalmente, también están quienes mantienen un obcecado optimismo desprendiéndose de la visión autocrítica necesaria en una verdadera ideología de izquierda.

De acuerdo con la encuesta Mitofsky “Expectativas de gobierno 2018-2024”, el gobierno de AMLO contó en el mes de noviembre con el nivel más alto de expectativas favorables en comparación con los anteriores presidentes; además, obtuvo niveles de credibilidad y evaluación positiva.

Muy a pesar de lo que mediáticamente se ha destacado. Un sondeo publicado en días pasado por El Financiero permite ubicarnos en un contexto más amplio de lo que se presenta en medios. Para la mayoría de la gente las últimas decisiones de AMLO son correctas: están a favor de bajar el sueldo a funcionarios (88%), ajustarlos al presidente (83%), combatir la inseguridad con el ejército (76%), cancelar la reforma energética (75%) y educativa (62%). Y en el diferendo con la Suprema Corte, la gente apoya y confía más en AMLO que en los ministros.

Para los políticos y muchos funcionarios públicos, las decisiones no son las mejores. Los enemigos más recalcitrantes de AMLO se jactan al usar su término favorito: “ineptocracia”. Pero, para la ciudadanía las cosas son distintas. La confianza y la credibilidad en AMLO parece sostenerlo hasta el cierre del año con niveles positivos de aceptación y, en consecuencia, con expectativas favorables.

El tiempo marcado por la ciudadanía para realizar los cambios prometidos es de 6 a 12 meses; por lo que la presión aumenta y de ahí que se estén procesando las decisiones de forma más acelerada de lo habitual. En Morelos se tuvo una experiencia al establecer plazos para alcanzar resultados favorables en materia de seguridad. No fue una apuesta temeraria y sin sustento, porque se acompañó de muchos cambios normativos, administrativos y presupuestales, con la coordinación del ejército y la policía federal y una estrategia de reconstrucción del tejido social. No pretendo evaluar los resultados, sino dar los hechos que permiten comparar lo que actualmente ocurre. En aquel entonces, como hasta ahora, existe una estrategia y objetivos de política pública.

Los único que no es permisible es que no se tomen decisiones de forma razonadas, a partir del nuevo contexto y considerando lo aprendido en el camino. Tarde o temprano, los vacíos de poder serán tomados por alguien dentro o fuera de las instituciones y eso es lo que parece que ocurrirá en el estado generando múltiples encuentros y desencuentros sociales.

La velocidad con la que se han presentado ideas de cambio y se han tomado decisiones para su implementación ha sido generalmente inusitada en el sector público. Evaluar al gobierno federal a partir del primero de diciembre sería erróneo, cuando se han tomado o influido en muchas decisiones desde que AMLO fue declarado presidente electo.

Para muchas personas que están esperando el error o la primera contradicción, ya han comenzado a criticar abiertamente las decisiones de política pública. Otros han sido más cautos al entender que se trata de un proceso que poco a poco replantea los nuevos marcos de referencia del sector público, sus prioridades y estrategias. Y finalmente, también están quienes mantienen un obcecado optimismo desprendiéndose de la visión autocrítica necesaria en una verdadera ideología de izquierda.

De acuerdo con la encuesta Mitofsky “Expectativas de gobierno 2018-2024”, el gobierno de AMLO contó en el mes de noviembre con el nivel más alto de expectativas favorables en comparación con los anteriores presidentes; además, obtuvo niveles de credibilidad y evaluación positiva.

Muy a pesar de lo que mediáticamente se ha destacado. Un sondeo publicado en días pasado por El Financiero permite ubicarnos en un contexto más amplio de lo que se presenta en medios. Para la mayoría de la gente las últimas decisiones de AMLO son correctas: están a favor de bajar el sueldo a funcionarios (88%), ajustarlos al presidente (83%), combatir la inseguridad con el ejército (76%), cancelar la reforma energética (75%) y educativa (62%). Y en el diferendo con la Suprema Corte, la gente apoya y confía más en AMLO que en los ministros.

Para los políticos y muchos funcionarios públicos, las decisiones no son las mejores. Los enemigos más recalcitrantes de AMLO se jactan al usar su término favorito: “ineptocracia”. Pero, para la ciudadanía las cosas son distintas. La confianza y la credibilidad en AMLO parece sostenerlo hasta el cierre del año con niveles positivos de aceptación y, en consecuencia, con expectativas favorables.

El tiempo marcado por la ciudadanía para realizar los cambios prometidos es de 6 a 12 meses; por lo que la presión aumenta y de ahí que se estén procesando las decisiones de forma más acelerada de lo habitual. En Morelos se tuvo una experiencia al establecer plazos para alcanzar resultados favorables en materia de seguridad. No fue una apuesta temeraria y sin sustento, porque se acompañó de muchos cambios normativos, administrativos y presupuestales, con la coordinación del ejército y la policía federal y una estrategia de reconstrucción del tejido social. No pretendo evaluar los resultados, sino dar los hechos que permiten comparar lo que actualmente ocurre. En aquel entonces, como hasta ahora, existe una estrategia y objetivos de política pública.

Los único que no es permisible es que no se tomen decisiones de forma razonadas, a partir del nuevo contexto y considerando lo aprendido en el camino. Tarde o temprano, los vacíos de poder serán tomados por alguien dentro o fuera de las instituciones y eso es lo que parece que ocurrirá en el estado generando múltiples encuentros y desencuentros sociales.

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