/ lunes 7 de diciembre de 2020

En semáforo naranja, otra vez

Cuando el gobierno federal propuso la utilización de un esquema semaforizado para la comunicación de la pandemia por COVID19 alguien preguntó si eso era buena idea en un país en el cual los conductores, cuando el semáforo vial se pone en amarillo, en lugar de frenar aceleran.

A diferencia del semáforo vial de tres colores, las autoridades sanitarias implementaron uno de cuatro, rojo, naranja, amarillo y verde. En concordancia, el brazo científico del Comité Municipal de Contingencia COVID19 en Cuernavaca ajustó a estos cuatro colores las sugerencias que le correspondía emitir en forma de un protocolo de control de actividades comerciales.

En el color rojo se suspendían todas las actividades exepto las escenciales y su vigencia se activaba con 21 casos positivos o más en la ciudad por dos semanas consecutivas. El color naranja comprendía la apertura de aquellos giros comerciales que no implicaban contacto persona a persona con restricciones y se activaba entre 11 a 20 casos positivos a la semana por dos semanas consecutivas.

El color amarillo permitía la apertura de la mayoría de los giros comerciales con restricciones exceptuando gimnasios, centros deportivos de alto contacto, escuelas, guarderías, centros de desarrollo comunitario, parques, balnearios, baños públicos, lienzo charro y plazas de toros. Igualmente se excluían salones y jardines de eventos, centros nocturnos, discotecas, cantinas y billares, y centros de culto y se activaba entre 5 a 20 casos positivos a la semana por dos semanas consecutivas.

El color verde se activaba cuando los casos positivos bajaban de 5 a la semana por dos semanas consecutivas permitiendo la apertura general con restricciones.

En el protocolo del Comité los indicadores para el cambio de color se basan en datos epidemiológicos y las medidas se toman en función del riesgo de contagio que implica cada actividad permitiendo saber con toda claridad y anticipación no solamente la secuencia de apertura sino también la de cierre en caso de una nueva crisis.

De haberse reforzado, este protocolo hubiera colaborado en evitar la apertura desordenada de actividades comerciales enfocando la prevención a medidas relevantes como son el uso obligatorio de cubrebocas y evitar espacios cerrados y sin ventilación, dejando fuera otras que ya desde entonces sabíamos menos útiles como son el uso de tapetes sanitizantes y la toma de temperatura.

En suma, la falta de claridad sobre lo que implica cada uno de los colores del semáforo de parte del gobierno federal, la ausencia de un protocolo estatal y la limitada aplicación del municipal han dado como resultado que, después de varios meses de un ambiguo estatus en amarillo, regresemos al naranja. Cualquier cosa que eso signifique y por un tiempo indeterminado.

La falsa espectativa de acceso masivo a vacunas empeora todavía más la situación. La realidad es que se están apresurando de manera peligrosa los procesos de aprobación de parte de las agencias regulatorias. La gravedad de la pandemia, su alto costo en la salud y la economía de las personas amerita correr riesgos, sin embargo, como científicos no podemos de ninguna manera dejar de prevenir el impacto que tendrá en lo personal y en lo colectivo el contagio por COVID19 y por eso la insistencia en la emisión de directivas claras y con base en criterios epidemiológicos orientadas a la prevención del contagio como la clave para superar la crisis sanitaria. Cualquier otra respuesta es más peligrosa que no tener vacunas.


Información adicional de éste y otros temas de interés visiten:

http://reivindicandoapluton.blogspot.com/

https://www.facebook.com/BValderramaB/

Cuando el gobierno federal propuso la utilización de un esquema semaforizado para la comunicación de la pandemia por COVID19 alguien preguntó si eso era buena idea en un país en el cual los conductores, cuando el semáforo vial se pone en amarillo, en lugar de frenar aceleran.

A diferencia del semáforo vial de tres colores, las autoridades sanitarias implementaron uno de cuatro, rojo, naranja, amarillo y verde. En concordancia, el brazo científico del Comité Municipal de Contingencia COVID19 en Cuernavaca ajustó a estos cuatro colores las sugerencias que le correspondía emitir en forma de un protocolo de control de actividades comerciales.

En el color rojo se suspendían todas las actividades exepto las escenciales y su vigencia se activaba con 21 casos positivos o más en la ciudad por dos semanas consecutivas. El color naranja comprendía la apertura de aquellos giros comerciales que no implicaban contacto persona a persona con restricciones y se activaba entre 11 a 20 casos positivos a la semana por dos semanas consecutivas.

El color amarillo permitía la apertura de la mayoría de los giros comerciales con restricciones exceptuando gimnasios, centros deportivos de alto contacto, escuelas, guarderías, centros de desarrollo comunitario, parques, balnearios, baños públicos, lienzo charro y plazas de toros. Igualmente se excluían salones y jardines de eventos, centros nocturnos, discotecas, cantinas y billares, y centros de culto y se activaba entre 5 a 20 casos positivos a la semana por dos semanas consecutivas.

El color verde se activaba cuando los casos positivos bajaban de 5 a la semana por dos semanas consecutivas permitiendo la apertura general con restricciones.

En el protocolo del Comité los indicadores para el cambio de color se basan en datos epidemiológicos y las medidas se toman en función del riesgo de contagio que implica cada actividad permitiendo saber con toda claridad y anticipación no solamente la secuencia de apertura sino también la de cierre en caso de una nueva crisis.

De haberse reforzado, este protocolo hubiera colaborado en evitar la apertura desordenada de actividades comerciales enfocando la prevención a medidas relevantes como son el uso obligatorio de cubrebocas y evitar espacios cerrados y sin ventilación, dejando fuera otras que ya desde entonces sabíamos menos útiles como son el uso de tapetes sanitizantes y la toma de temperatura.

En suma, la falta de claridad sobre lo que implica cada uno de los colores del semáforo de parte del gobierno federal, la ausencia de un protocolo estatal y la limitada aplicación del municipal han dado como resultado que, después de varios meses de un ambiguo estatus en amarillo, regresemos al naranja. Cualquier cosa que eso signifique y por un tiempo indeterminado.

La falsa espectativa de acceso masivo a vacunas empeora todavía más la situación. La realidad es que se están apresurando de manera peligrosa los procesos de aprobación de parte de las agencias regulatorias. La gravedad de la pandemia, su alto costo en la salud y la economía de las personas amerita correr riesgos, sin embargo, como científicos no podemos de ninguna manera dejar de prevenir el impacto que tendrá en lo personal y en lo colectivo el contagio por COVID19 y por eso la insistencia en la emisión de directivas claras y con base en criterios epidemiológicos orientadas a la prevención del contagio como la clave para superar la crisis sanitaria. Cualquier otra respuesta es más peligrosa que no tener vacunas.


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