/ domingo 22 de noviembre de 2020

En caída libre

Hemos superado la barrera psicológica del millón de casos de COVID19 en nuestro país.

Sin embargo, eso es solo la punta del iceberg. Es importante recordar que el gobierno de México, en contra de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, decidió aplicar el modelo Centinela como respuesta única a la pandemia por lo que es necesario multiplicar ese valor por un factor de corrección. En realidad deberíamos estar hablando de, al menos, 8 millones de casos.

La mayoría de los contagiados, por arriba del 80%, no presentó síntomas, un comportamiento característico de la enfermedad. Una fracción de alrededor de un millón de personas se enfermó con mayor o menor gravedad y alrededor de 250 mil de ellas no sobrevivió. Ese es el verdadero saldo de la pandemia en México. Pero es solamente un saldo parcial.

Mientras que otros países van por la segunda ola de la pandemia, nosotros seguimos atrapados en la primera con una de la tasas de letalidad por COVID19 más altas del mundo. Nuestro personal de salud sigue cayendo dejando huecos difíciles de llenar en las áreas de terapia intensiva por falta de equipo y entrenamiento con lo que se genera una espiral destructiva dentro del sector salud. Sin respiro, nuestra economía sigue en caída libre.

Se calcula que uno de cada tres jefes de familia perdió su empleo y que dos de cada tres familias vio reducidos sus ingresos, elevando la línea de pobreza. Un estudio del CONEVAL sobre COVID y pobreza considera que a pesar de la ampliación de la atención hospitalaria, uno de cada dos hogares en situación de pobreza tendrá que hacer este año gastos extraordinarios por cuestiones de salud y uno de cada cinco, llegará a una situación catastrófica.

Esto porque la pandemia en México golpea más fuerte a las familias de menores ingresos. Un estudio realizado por el CRIM de la UNAM concluye que son precisamente las familias menos prósperas las que presentan el mayor riesgo de contagio, enfermedad y muerte. Las razones son variadas pero todas atendibles, si es que hubiera voluntad.

Por un lado encontramos una barrera cultural. El bajo nivel educativo de los sectores de menores ingresos les ha impedido comprender en toda su magnitud la crisis sanitaria. A esto se suma la indolencia de las autoridades ante las oleadas de desinformación y la oferta de soluciones milagrosas. Peor aún, ha ocurrido que son las mismas autoridades quienes las recomiendan publicamente. Lo mismo ocurre con el uso del cubrebocas.

Por otro lado, tenemos la baja inevitable de actividad en el sector de servicios. México es un país en el que una parte importante de su población se dedica a a esta actividad, sobre todo al subsector turístico. Hoteles, centros de bienestar, restaurantes, cafeterías, salones de baile, están sufriendo más que otros el cierre de actividades.

Aún los sectores industrial y de la construcción está resintiendo la desaceleración económica mundial con una expectativa de caída de nuestra economía de más del 10% para finales del 2020. Cuando más falta hace apuntalar la superviviencia de las pequeñas y medianas empresas, sobre todo del sector servicios, se ha decidido no hacerlo.

Al contrario, se ha tomado la decisión de dejar que la pandemia transite libremente por nuestro territorio con su cauda de daños enfocando la atención en una posible, pero todavía remota, solución a partir de las vacunas.

Pero ni siquiera esto se hizo correctamente. Una inversión menor, tomando en cuenta la magnitud de la crisis, hubiera permitido que se concretara al menos uno de los cuatro proyectos de desarrollo de vacunas ofrecidos por los científicos mexicanos. Nadie en el gobierno fue capaz de aportar los recursos necesarios por lo que se perdió la oportunidad y tendremos que formarnos en la cola de los países que buscan la vacuna en el extranjero. Antes que México, otros países latinoamericanos como Cuba y Perú tendrán su propia vacuna.

Para cerrar esta nota, el presupuesto de egresos de la federación 2021, en contra de todo lo que se dijo en los últimos meses sobre todo durante la batalla por los fideicomisos, no tiene recursos etiquetados para la atención de la pandemia, ni siquiera para la compra de la vacuna. De dónde saldrá el dinero, cuánto costará, qué calidad tendrá la futura vacuna contra COVID19 para los mexicanos sigue siendo un misterio. Lo que sí sabemos es que con un subejercicio de 37 mil millones de pesos en el sector salud para finales de este año, México padece la peor crisis sanitaria de su historia. Sin equipo, sin medicinas, sin vacunas, sin alternativas.

Información adicional de éste y otros temas de interés visiten http://reivindicandoapluton.blogspot.mx o https://www.facebook.com/BValderramaB/


Hemos superado la barrera psicológica del millón de casos de COVID19 en nuestro país.

Sin embargo, eso es solo la punta del iceberg. Es importante recordar que el gobierno de México, en contra de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, decidió aplicar el modelo Centinela como respuesta única a la pandemia por lo que es necesario multiplicar ese valor por un factor de corrección. En realidad deberíamos estar hablando de, al menos, 8 millones de casos.

La mayoría de los contagiados, por arriba del 80%, no presentó síntomas, un comportamiento característico de la enfermedad. Una fracción de alrededor de un millón de personas se enfermó con mayor o menor gravedad y alrededor de 250 mil de ellas no sobrevivió. Ese es el verdadero saldo de la pandemia en México. Pero es solamente un saldo parcial.

Mientras que otros países van por la segunda ola de la pandemia, nosotros seguimos atrapados en la primera con una de la tasas de letalidad por COVID19 más altas del mundo. Nuestro personal de salud sigue cayendo dejando huecos difíciles de llenar en las áreas de terapia intensiva por falta de equipo y entrenamiento con lo que se genera una espiral destructiva dentro del sector salud. Sin respiro, nuestra economía sigue en caída libre.

Se calcula que uno de cada tres jefes de familia perdió su empleo y que dos de cada tres familias vio reducidos sus ingresos, elevando la línea de pobreza. Un estudio del CONEVAL sobre COVID y pobreza considera que a pesar de la ampliación de la atención hospitalaria, uno de cada dos hogares en situación de pobreza tendrá que hacer este año gastos extraordinarios por cuestiones de salud y uno de cada cinco, llegará a una situación catastrófica.

Esto porque la pandemia en México golpea más fuerte a las familias de menores ingresos. Un estudio realizado por el CRIM de la UNAM concluye que son precisamente las familias menos prósperas las que presentan el mayor riesgo de contagio, enfermedad y muerte. Las razones son variadas pero todas atendibles, si es que hubiera voluntad.

Por un lado encontramos una barrera cultural. El bajo nivel educativo de los sectores de menores ingresos les ha impedido comprender en toda su magnitud la crisis sanitaria. A esto se suma la indolencia de las autoridades ante las oleadas de desinformación y la oferta de soluciones milagrosas. Peor aún, ha ocurrido que son las mismas autoridades quienes las recomiendan publicamente. Lo mismo ocurre con el uso del cubrebocas.

Por otro lado, tenemos la baja inevitable de actividad en el sector de servicios. México es un país en el que una parte importante de su población se dedica a a esta actividad, sobre todo al subsector turístico. Hoteles, centros de bienestar, restaurantes, cafeterías, salones de baile, están sufriendo más que otros el cierre de actividades.

Aún los sectores industrial y de la construcción está resintiendo la desaceleración económica mundial con una expectativa de caída de nuestra economía de más del 10% para finales del 2020. Cuando más falta hace apuntalar la superviviencia de las pequeñas y medianas empresas, sobre todo del sector servicios, se ha decidido no hacerlo.

Al contrario, se ha tomado la decisión de dejar que la pandemia transite libremente por nuestro territorio con su cauda de daños enfocando la atención en una posible, pero todavía remota, solución a partir de las vacunas.

Pero ni siquiera esto se hizo correctamente. Una inversión menor, tomando en cuenta la magnitud de la crisis, hubiera permitido que se concretara al menos uno de los cuatro proyectos de desarrollo de vacunas ofrecidos por los científicos mexicanos. Nadie en el gobierno fue capaz de aportar los recursos necesarios por lo que se perdió la oportunidad y tendremos que formarnos en la cola de los países que buscan la vacuna en el extranjero. Antes que México, otros países latinoamericanos como Cuba y Perú tendrán su propia vacuna.

Para cerrar esta nota, el presupuesto de egresos de la federación 2021, en contra de todo lo que se dijo en los últimos meses sobre todo durante la batalla por los fideicomisos, no tiene recursos etiquetados para la atención de la pandemia, ni siquiera para la compra de la vacuna. De dónde saldrá el dinero, cuánto costará, qué calidad tendrá la futura vacuna contra COVID19 para los mexicanos sigue siendo un misterio. Lo que sí sabemos es que con un subejercicio de 37 mil millones de pesos en el sector salud para finales de este año, México padece la peor crisis sanitaria de su historia. Sin equipo, sin medicinas, sin vacunas, sin alternativas.

Información adicional de éste y otros temas de interés visiten http://reivindicandoapluton.blogspot.mx o https://www.facebook.com/BValderramaB/