/ jueves 19 de noviembre de 2020

El verdadero centro

El distanciamiento entre los políticos y la sociedad es histórico, pero conforme los Estados extienden y perfeccionan sus burocracias y que las herramientas de comunicación comunitarias se vuelven más visibles, la separación entre las agendas de los gobernantes y los gobernados parecen ensancharse hasta niveles irreconciliables. La agenda política toca temas como lo electoral, lo jurídico, las relaciones entre poderes, la corrupción de los servidores públicos, los estilos personales de ejercicio público, una colección que es la columna vertebral del discurso político y que prácticamente se reduce a la lucha por conquistar y mantener el poder.

La agenda social en cambio tiene temas como la salud, la alimentación familiar, el entretenimiento, los servicios públicos, la seguridad personal, y otros de índole eminentemente doméstica. El distanciamiento obliga a los políticos a convencer a las audiencias, que se convierten cada cuando en electores, de que lo que ellos debaten es mucho más trascendente que la comida en la mesa de los ciudadanos, así que recurren a tretas como la conversión de sus debates en espectáculos sonoros y llenos de improperios. El truco tiene éxito cuando los ciudadanos se alienan considerando que el discurso de los políticos es mucho más relevante que sus propias necesidades, se pierde de vista lo que realmente importa.

Así, el fenómeno de la pandemia, los efectos económicos y sociales que tiene, la alteración en el ánimo personal, el miedo a la inseguridad, el cuidado del medio ambiente y toda una colección de problemas que son comunes a los morelenses parecen individuales, aislados, irrelevantes contra esos problemas de que los políticos se ocupan y que uno piensa serían importantes porque se presentan como públicos, pero desde una perspectiva racional resultan irrelevantes para la vida cotidiana.

Ese es el gran defecto del discurso político de este tiempo, deja de ocuparse de los problemas que los ciudadanos comparten y que por lo mismo se convierten en asuntos públicos, y se centra en lo que los políticos dicen o hacen para sí mismos, cuyo impacto recae en sectores sumamente reducidos. Por ello el decreciente interés que se demuestra cada ciclo en los discursos y el quehacer de los gobernantes, y también por ello la facilidad con que los ciudadanos acuden a opciones “emergentes” y lejanas de la actividad política, artistas, comediantes, deportistas, famosos en general.

Cuauhtémoc Blanco parecía alguien que, por cercano a la gente, podría llevar muchas de las preocupaciones ciudadanas al quehacer público. Pareciera que Blanco, igual que otros famosos, podría haberse ocupado de la pobreza, la falta de empleo, la inseguridad con mucha mayor habilidad que los políticos contra quienes contendió en 2015 y 2018. Eso no ocurrió, por el contrario, fue cooptado por el discurso de lo que los políticos consideran importante y se alejó de lo doméstico. La falta de pericia política dificulta atender los problemas de la gente, hay que reconocerlo. Tendríamos que buscar un punto medio, políticos hábiles que obedezcan las urgencias ciudadanas.


@martinellito
dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

El distanciamiento entre los políticos y la sociedad es histórico, pero conforme los Estados extienden y perfeccionan sus burocracias y que las herramientas de comunicación comunitarias se vuelven más visibles, la separación entre las agendas de los gobernantes y los gobernados parecen ensancharse hasta niveles irreconciliables. La agenda política toca temas como lo electoral, lo jurídico, las relaciones entre poderes, la corrupción de los servidores públicos, los estilos personales de ejercicio público, una colección que es la columna vertebral del discurso político y que prácticamente se reduce a la lucha por conquistar y mantener el poder.

La agenda social en cambio tiene temas como la salud, la alimentación familiar, el entretenimiento, los servicios públicos, la seguridad personal, y otros de índole eminentemente doméstica. El distanciamiento obliga a los políticos a convencer a las audiencias, que se convierten cada cuando en electores, de que lo que ellos debaten es mucho más trascendente que la comida en la mesa de los ciudadanos, así que recurren a tretas como la conversión de sus debates en espectáculos sonoros y llenos de improperios. El truco tiene éxito cuando los ciudadanos se alienan considerando que el discurso de los políticos es mucho más relevante que sus propias necesidades, se pierde de vista lo que realmente importa.

Así, el fenómeno de la pandemia, los efectos económicos y sociales que tiene, la alteración en el ánimo personal, el miedo a la inseguridad, el cuidado del medio ambiente y toda una colección de problemas que son comunes a los morelenses parecen individuales, aislados, irrelevantes contra esos problemas de que los políticos se ocupan y que uno piensa serían importantes porque se presentan como públicos, pero desde una perspectiva racional resultan irrelevantes para la vida cotidiana.

Ese es el gran defecto del discurso político de este tiempo, deja de ocuparse de los problemas que los ciudadanos comparten y que por lo mismo se convierten en asuntos públicos, y se centra en lo que los políticos dicen o hacen para sí mismos, cuyo impacto recae en sectores sumamente reducidos. Por ello el decreciente interés que se demuestra cada ciclo en los discursos y el quehacer de los gobernantes, y también por ello la facilidad con que los ciudadanos acuden a opciones “emergentes” y lejanas de la actividad política, artistas, comediantes, deportistas, famosos en general.

Cuauhtémoc Blanco parecía alguien que, por cercano a la gente, podría llevar muchas de las preocupaciones ciudadanas al quehacer público. Pareciera que Blanco, igual que otros famosos, podría haberse ocupado de la pobreza, la falta de empleo, la inseguridad con mucha mayor habilidad que los políticos contra quienes contendió en 2015 y 2018. Eso no ocurrió, por el contrario, fue cooptado por el discurso de lo que los políticos consideran importante y se alejó de lo doméstico. La falta de pericia política dificulta atender los problemas de la gente, hay que reconocerlo. Tendríamos que buscar un punto medio, políticos hábiles que obedezcan las urgencias ciudadanas.


@martinellito
dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx