/ martes 19 de octubre de 2021

El triple filicidio que Claudia ahogó entre sangre y hedor

** El siguiente relato está basado en un hecho real, sólo que esta humilde escritora lo recreó como un cuento de horror.

Apenas abría mis ojos. Una fuerza más potente que mi voluntad me hacía revirar todo intento para reavivar la flama de vida de mis hijos. Mis ojos se resistían a dar cuenta de lo que estaban viendo.

Mi ser tan herido. Sus cuerpos ahí reunidos y salpicados de sangre. El arma punzocortante tirada sobre la alfombra que se mezclaba entre el líquido y el hedor. Y mi cabeza que parecía explotar ante el frenesí desbordante.

Pensé que todo era un sueño. Pero la pesadilla brotó por las paredes de mi casa ubicada en calle Hacienda Vegil, Jardines Hacienda en Querétaro.

Las voces se apoderaron de mí. Malditas. Ellas me lo pidieron y yo solo me había entregado por completo, y con ello, les había concedido la de mis pequeños hijos: Claudia María, Ana Belén y Alfredo.

Por instantes, había una parte de mí aquí en la realidad, me enlazaba con el ruido exterior que se filtraba por los pasillos que conectaban con lo cotidiano de la vida, el televisor encendido, una llave del fregadero de la cocina titiritando agua sobre trastes sin lavar. La luz lastimera que hacía difícil la materialidad.

Cuánto frío. Cuántas ganas de no respirar, de ya no pensar. Tantas palabras viajando en mi cabeza, tantas sinrazones en la testarudez de mi corazón, cuántos sinsabores que ya no quería probar. Tantas lágrimas que recorrían mis mejillas, y tantos suspiros llenos de lamentos.

Esa noche vivía una tormenta mental. El 24 de abril de 1989 se suscitó una corpórea tragedia. Esa fecha yo, Claudia Mijangos Arzac decidí cortar de tajo el dolor. Así sin más corté todo lazo que retuviera con vida lo más preciado que alguien puede tener, a sus hijos.

/// Claudia, la reina de belleza que apuñaló a sus hijos ///

Claudia Mijangos nació en Mazatlán, Sinaloa, el 26 de mayo de 1956. La sinaloense que creció en el seno de un hogar rodeada de cuidados, protección y amor.

Fueron años llenos de felicidad. Claudia gozaba de una belleza exquisita, esa que la llevó a concursar en un certamen, donde fue elegida reina del puerto.

Tras la muerte de sus padres, la joven recibió una cuantiosa herencia. Y pese a tan lamentable hecho, la chica concluyo sus estudios en la carrera de Comercio.

Luego, contrajo nupcias con un empleado bancario, Alfredo Castaños, ocho años mayor que ella.

Pronto, la pareja se estableció en Querétaro. Ciudad donde fincaron su patrimonio y familia. Así fue como llegaron los tres hijos.

Hasta ese momento, la historia de Claudia parecía casi perfecta. La mujer no sólo era bella sino también traía garra emprendedora. Abrió una tienda de ropa y muchas damas distinguidas se convirtieron en sus clientas asiduas.

Pero el desequilibrio se coló y Claudia mostró la otra cara de su personalidad. Alfredo descubrió en su esposa a una fémina violenta y feroz. Por lo que de inmediato hubo una separación.

No obstante, Mijangos no paró. De carácter inquieto, se acercó al colegio religioso donde asistían sus niños, al Fray Luis de León, para impartir clases de catecismo, sitio en el que conoció al padre Ramón.

El vínculo que se gestó entre ella y el sacerdote fue el motor que impulsó a que la mujer de 32 años viviera en una firme obsesión, desencadenándose una serie de ataques sicóticos, mismos que le provocaron dar un vuelco del cual ya no regresó.

Ese día, Alfredo había recogido a los 3 infantes a una kermes escolar, para después dejarlos en casa de Claudia.

La exreina de belleza no pasaba por alto cualquier pretexto para la discusión, así que esa noche no fue la excepción. Ambos se enfrascaron en una de tantas disputas. En suma, la inestabilidad de Claudia ya había tomado control absoluto de su mente y cuerpo, y lo que sobrevino fue un detonante que la arrojó a matar a apuñaladas a sus tres hijos.

Declaraciones posteriores, relatan que ella explicó que se trataba de una voz en su cabeza que le decía que eran demonios que le impedían estar con el cura Ramón.

La mañana siguiente la policía acudió al domicilio y descubrió la escena del crimen y a una mujer trastornada que no recordaba lo ocurrido.

Mijangos enfrentó su proceso en el penal de Querétaro y finalmente en 1991 fue recluida en el anexo psiquiátrico en el penal de Tepepan, ciudad de México.

A Claudia le diagnosticaron esquizofrenia.

Finalmente, en 2019, a la edad de 63 años, “la hiena de Querétaro” como le apodaron los medios de aquel entonces, salió del reclusorio acompañada de su sobrina, quien se ofreció a ser su tutora.

De acuerdo al Tribunal Superior de Justicia, basándose en estudios hechos a Claudia, sostenían que la exreclusa tendría que permanecer en constante medicación, revisión y vigilancia, debido al daño en su salud mental.

Triste, dolorosa. Amarga. Y tantos calificativos más que podríamos agregar. Lo cierto es que este no es un cuento de ficción, esta es la historia que escribió Claudia Mijangos Arzac. Ella, la mujer que fue dominada por un trastorno que ocasionó el deceso de tres menores. Ella la que decidió cortar de tajo la vida de tres niños que la despidieron en medio de la demencia cruel.

** El siguiente relato está basado en un hecho real, sólo que esta humilde escritora lo recreó como un cuento de horror.

Apenas abría mis ojos. Una fuerza más potente que mi voluntad me hacía revirar todo intento para reavivar la flama de vida de mis hijos. Mis ojos se resistían a dar cuenta de lo que estaban viendo.

Mi ser tan herido. Sus cuerpos ahí reunidos y salpicados de sangre. El arma punzocortante tirada sobre la alfombra que se mezclaba entre el líquido y el hedor. Y mi cabeza que parecía explotar ante el frenesí desbordante.

Pensé que todo era un sueño. Pero la pesadilla brotó por las paredes de mi casa ubicada en calle Hacienda Vegil, Jardines Hacienda en Querétaro.

Las voces se apoderaron de mí. Malditas. Ellas me lo pidieron y yo solo me había entregado por completo, y con ello, les había concedido la de mis pequeños hijos: Claudia María, Ana Belén y Alfredo.

Por instantes, había una parte de mí aquí en la realidad, me enlazaba con el ruido exterior que se filtraba por los pasillos que conectaban con lo cotidiano de la vida, el televisor encendido, una llave del fregadero de la cocina titiritando agua sobre trastes sin lavar. La luz lastimera que hacía difícil la materialidad.

Cuánto frío. Cuántas ganas de no respirar, de ya no pensar. Tantas palabras viajando en mi cabeza, tantas sinrazones en la testarudez de mi corazón, cuántos sinsabores que ya no quería probar. Tantas lágrimas que recorrían mis mejillas, y tantos suspiros llenos de lamentos.

Esa noche vivía una tormenta mental. El 24 de abril de 1989 se suscitó una corpórea tragedia. Esa fecha yo, Claudia Mijangos Arzac decidí cortar de tajo el dolor. Así sin más corté todo lazo que retuviera con vida lo más preciado que alguien puede tener, a sus hijos.

/// Claudia, la reina de belleza que apuñaló a sus hijos ///

Claudia Mijangos nació en Mazatlán, Sinaloa, el 26 de mayo de 1956. La sinaloense que creció en el seno de un hogar rodeada de cuidados, protección y amor.

Fueron años llenos de felicidad. Claudia gozaba de una belleza exquisita, esa que la llevó a concursar en un certamen, donde fue elegida reina del puerto.

Tras la muerte de sus padres, la joven recibió una cuantiosa herencia. Y pese a tan lamentable hecho, la chica concluyo sus estudios en la carrera de Comercio.

Luego, contrajo nupcias con un empleado bancario, Alfredo Castaños, ocho años mayor que ella.

Pronto, la pareja se estableció en Querétaro. Ciudad donde fincaron su patrimonio y familia. Así fue como llegaron los tres hijos.

Hasta ese momento, la historia de Claudia parecía casi perfecta. La mujer no sólo era bella sino también traía garra emprendedora. Abrió una tienda de ropa y muchas damas distinguidas se convirtieron en sus clientas asiduas.

Pero el desequilibrio se coló y Claudia mostró la otra cara de su personalidad. Alfredo descubrió en su esposa a una fémina violenta y feroz. Por lo que de inmediato hubo una separación.

No obstante, Mijangos no paró. De carácter inquieto, se acercó al colegio religioso donde asistían sus niños, al Fray Luis de León, para impartir clases de catecismo, sitio en el que conoció al padre Ramón.

El vínculo que se gestó entre ella y el sacerdote fue el motor que impulsó a que la mujer de 32 años viviera en una firme obsesión, desencadenándose una serie de ataques sicóticos, mismos que le provocaron dar un vuelco del cual ya no regresó.

Ese día, Alfredo había recogido a los 3 infantes a una kermes escolar, para después dejarlos en casa de Claudia.

La exreina de belleza no pasaba por alto cualquier pretexto para la discusión, así que esa noche no fue la excepción. Ambos se enfrascaron en una de tantas disputas. En suma, la inestabilidad de Claudia ya había tomado control absoluto de su mente y cuerpo, y lo que sobrevino fue un detonante que la arrojó a matar a apuñaladas a sus tres hijos.

Declaraciones posteriores, relatan que ella explicó que se trataba de una voz en su cabeza que le decía que eran demonios que le impedían estar con el cura Ramón.

La mañana siguiente la policía acudió al domicilio y descubrió la escena del crimen y a una mujer trastornada que no recordaba lo ocurrido.

Mijangos enfrentó su proceso en el penal de Querétaro y finalmente en 1991 fue recluida en el anexo psiquiátrico en el penal de Tepepan, ciudad de México.

A Claudia le diagnosticaron esquizofrenia.

Finalmente, en 2019, a la edad de 63 años, “la hiena de Querétaro” como le apodaron los medios de aquel entonces, salió del reclusorio acompañada de su sobrina, quien se ofreció a ser su tutora.

De acuerdo al Tribunal Superior de Justicia, basándose en estudios hechos a Claudia, sostenían que la exreclusa tendría que permanecer en constante medicación, revisión y vigilancia, debido al daño en su salud mental.

Triste, dolorosa. Amarga. Y tantos calificativos más que podríamos agregar. Lo cierto es que este no es un cuento de ficción, esta es la historia que escribió Claudia Mijangos Arzac. Ella, la mujer que fue dominada por un trastorno que ocasionó el deceso de tres menores. Ella la que decidió cortar de tajo la vida de tres niños que la despidieron en medio de la demencia cruel.