/ viernes 10 de junio de 2022

El PAN contra Urióstegui

Muy poco duró el amor en el Ayuntamiento de Cuernavaca. El alcalde, José Luis Urióstegui enfrenta su primera crisis de gabinete, producto natural del sonoro accidente en que cayó el puente colgante de la barranca de Amanalco a la que, paradójicamente, tanto quiere.

Los panistas están en peligro grave de perder su chamba en la administración municipal, y seguro han visto bastante mermada su influencia después del percance cuyo riesgo había sido notificado previamente a las secretarías de Desarrollo Sustentable y de Desarrollo Económico y Turismo del Ayuntamiento, cuyos titulares se identifican con el grupo de los panistas en el gabinete variopinto de Urióstegui. El alcalde conoce ya la circunstancia y seguro hace càlculos mentales de lo que costará, políticamente, destronar a quienes representan al grupo que podría definir una eventual candidatura de Urióstegui ya sea a la reelecciòn o si las cosas pintaran mucho mejor, a la gubernatura del estado (posición para la que el PAN no tiene grandes figuras a no ser por el diputado Francisco Sánchez Zavala, que no ha crecido en popularidad como se habría esperado por su posición de presidente del Congreso local).

El alcalde tiene un grupo de buenos y eficientes funcionarios, algunos de ellos le tienen una lealtad incuestionable, otros protegen más los intereses de los grupos que los llevaron al poder municipal (que no es mucho, pero algo hay); y hay otros que no son leales y tampoco eficientes.

Para entender el problema en que las circunstancias han puesto a José Luis Urióstegui tenemos que remitirnos a la forma en que llegó a la alcaldía, por la vía de una alianza tripartita formada por un poderoso PAN, un registrado PSD y el propio grupo que había venido acompañando de siempre al entonces candidato en su sueño de ser presidente municipal. Conforme a ello fueron repartidas las posiciones, pero también las lealtades. Así que hoy que el gobierno municipal atraviesa una crisis severa, los grupos parecieran radicalizarse cuando lo cierto es que sólo están buscando recuperar sus lealtades en donde están comúnmente.

Es decir, no es que los panistas del gabinete se estén alejando del proyecto de Urióstegui, en todo caso, el resultado de sus acciones y omisiones parece ponerlos donde realmente estuvieron siempre, como una facción del gabinete.

Y conviene a Urióstegui valorar eso en su cálculo bajo dos principios, primero la tendencia de los grupos de poder a endurecerse a medida que ven a ese poder diluirse, y segundo, la prospectiva que permitirá determinar qué tanto afectará el futuro de la administración y sus aspiraciones políticas cada una de las decisiones que el alcalde tome.

Es cierto que Urióstegui aún cuenta con la lealtad de su propio grupo y la de quienes lo impulsaron desde el PSD. Pero para continuar en esta difìcil carrera el alcalde requiere del respaldo de por lo menos un partido político (eso lo entendió hasta Cuauhtémoc Blanco quien después de pelear justo con el PSD buscó refugio en el PES), y según todo apunta en Morelos la contienda podría estar entre Morena y sus aliados y el PAN (no porque el blanquiazul sea muy poderoso, sino por la fuga evidente de todas las otras opciones).

Y cierto es que el alcalde difícilmente se peleará con el PAN dada su más bien pacífica naturaleza; pero la toma de decisiones que parece necesaria y natural podría hacer, en cambio que el PAN se pelee con él, y el PAN que domina Morelos hoy es bastante proclive a los mamporros, aunque sean tras bambalinas.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx


Muy poco duró el amor en el Ayuntamiento de Cuernavaca. El alcalde, José Luis Urióstegui enfrenta su primera crisis de gabinete, producto natural del sonoro accidente en que cayó el puente colgante de la barranca de Amanalco a la que, paradójicamente, tanto quiere.

Los panistas están en peligro grave de perder su chamba en la administración municipal, y seguro han visto bastante mermada su influencia después del percance cuyo riesgo había sido notificado previamente a las secretarías de Desarrollo Sustentable y de Desarrollo Económico y Turismo del Ayuntamiento, cuyos titulares se identifican con el grupo de los panistas en el gabinete variopinto de Urióstegui. El alcalde conoce ya la circunstancia y seguro hace càlculos mentales de lo que costará, políticamente, destronar a quienes representan al grupo que podría definir una eventual candidatura de Urióstegui ya sea a la reelecciòn o si las cosas pintaran mucho mejor, a la gubernatura del estado (posición para la que el PAN no tiene grandes figuras a no ser por el diputado Francisco Sánchez Zavala, que no ha crecido en popularidad como se habría esperado por su posición de presidente del Congreso local).

El alcalde tiene un grupo de buenos y eficientes funcionarios, algunos de ellos le tienen una lealtad incuestionable, otros protegen más los intereses de los grupos que los llevaron al poder municipal (que no es mucho, pero algo hay); y hay otros que no son leales y tampoco eficientes.

Para entender el problema en que las circunstancias han puesto a José Luis Urióstegui tenemos que remitirnos a la forma en que llegó a la alcaldía, por la vía de una alianza tripartita formada por un poderoso PAN, un registrado PSD y el propio grupo que había venido acompañando de siempre al entonces candidato en su sueño de ser presidente municipal. Conforme a ello fueron repartidas las posiciones, pero también las lealtades. Así que hoy que el gobierno municipal atraviesa una crisis severa, los grupos parecieran radicalizarse cuando lo cierto es que sólo están buscando recuperar sus lealtades en donde están comúnmente.

Es decir, no es que los panistas del gabinete se estén alejando del proyecto de Urióstegui, en todo caso, el resultado de sus acciones y omisiones parece ponerlos donde realmente estuvieron siempre, como una facción del gabinete.

Y conviene a Urióstegui valorar eso en su cálculo bajo dos principios, primero la tendencia de los grupos de poder a endurecerse a medida que ven a ese poder diluirse, y segundo, la prospectiva que permitirá determinar qué tanto afectará el futuro de la administración y sus aspiraciones políticas cada una de las decisiones que el alcalde tome.

Es cierto que Urióstegui aún cuenta con la lealtad de su propio grupo y la de quienes lo impulsaron desde el PSD. Pero para continuar en esta difìcil carrera el alcalde requiere del respaldo de por lo menos un partido político (eso lo entendió hasta Cuauhtémoc Blanco quien después de pelear justo con el PSD buscó refugio en el PES), y según todo apunta en Morelos la contienda podría estar entre Morena y sus aliados y el PAN (no porque el blanquiazul sea muy poderoso, sino por la fuga evidente de todas las otras opciones).

Y cierto es que el alcalde difícilmente se peleará con el PAN dada su más bien pacífica naturaleza; pero la toma de decisiones que parece necesaria y natural podría hacer, en cambio que el PAN se pelee con él, y el PAN que domina Morelos hoy es bastante proclive a los mamporros, aunque sean tras bambalinas.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx